Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.

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lunes, 31 de diciembre de 2012

Orgasmo místico








Nada es perfecto.

Nadie es imperfecto.

Sólo el trance.

Perfecto, por el encaje, la sinergia, la simplicidad y la generosidad. No espera, ni desespera.

Por su pureza.

Imperfecto, por la gula, el anhelo, el eco y lo cóncavo. Por su trono.

Nada es eterno.

Nadie es olvido.

Sólo el trance.

Eterno, por que no mide el tiempo, ni mengüa al espacio; no peina muñecas ni desnuda nucas.
No viste santos, ni desahoga la leche en la sange, para deliquio del ego.

Olvido, por que parece que no existe. Pero es y está. Por que parece que no arriba, y aprende,
siembra. Como el tacto de la piel de melocotón en los huesos del alma.

Nada es mentira.

Nadie es verdad.

Sólo el trance.

Mentira, por que nace cada noche, y muere en la duermevela del conticinio de tus ojos arco iris.

Verdad, por que crees que la mentira reconoce lo que las palabras por inventar acallan en su
verdad.

Nada es dolor.

Nadie es amor.

Sólo el trance.

Dolor, por que el amor no es de nadie y está en todo, en todos.

Amor, por que el dolor es de todos y no tiene padre. Por que su angustia es la madre del amor.

Nada es de nadie.

Nadie es de nada.

Sólo el trance.

De nada, por que nadie está sin ser.

De nadie, por que la posesión es nada.

Nada es orgasmo.

Nadie es místico.

Sólo el trance.

Orgasmo, por que hasta que no se entienda y sienta la mitad de la mitad de la mitad... con tan pocas
palabras, como con tantos gestos, todos; el placer no se convertirá en el pájaro errante que anida
en el corazón de tus labiox, en la rama de tu lengua.

Místico, por que dos es uno, y uno en dos.

Sólo el trance de tus ojos en la mirada del porvenir forja el camino de la vida tranquilla.

Sólo y desde aquella primera vez sentí que se puede, y se debe, crecer para que el amor sea
un místico orgasmo cotidiano. Nocturno.

Desde el primer uno, dieciséis doses.

Sólo alcancé la paz, cuando el perfume de tus pestañas rizadas desencadenó lo que dormía
hacia demasiado tiempo en el cofre oxidado de los miedos.





lunes, 17 de diciembre de 2012

Plástico cruel




Comparación odiosa: si Bret Easton Ellis pintó como ningún otro esa obsesión destructiva de los 80s entre los círculos más concentrados del poder especulativo, José Sbarra pintó sus consecuencias destructivas y autodestructivas, durante los 80s, en urbes periféricas como Buenos Aires. O al menos lo intentó, porque en muchos sentidos él mismo fue un resultado de esa época y de las que le precedieron.

Plástico cruel, casi un guión (de hecho, tanto con ella como conMarc, la sucia rata, se hicieron sendas películas), es trepidante, más por lo que se dice que por lo que se hace. Todo es diálogo o diario y el diario, se sabe, funciona también como un conversación íntima aunque unilateral entre Bombón y el lector, a quien confiesa los padeceres interiores y exteriores que le produce la relación con ese adolescente que parece amar. Y bien llevado. Un oficio que seguramente Sbarra habrá aprendido o perfeccionado en sus muchos años como guionista de televisión.
Con la historia y sus criaturas sería muy fácil caer en el mani-queísmo, aquel de las viejas películas de Hollywood, donde los personajes en blanco y negro eran eso: blancos o negros, buenos o malos, víctimas y victimarios. Sin embargo, las mujeres y hombres de Plástico… son bastante más complejos, aunque a priori no lo parezcan. Ni buenos ni malos, ni víctimas ni victimarios; más bien condenados por el mundo y la sociedad que les ha tocado vivir y donde fatalmente morirán, asesinados por marginales más violentos que ellos, por algún psicópata, por sobredosis o por HIV.

No obstante, se hacen querer… Si no lo pretendió así, la corta novela de Sbarra (no por la cantidad de páginas sino porque se lee de un tirón) igualmente no deja de ser un melodrama shakespeareano: hay un Romeo y una Julieta, dos mundos completamente diferentes y opuestos que se cruzan en Axel y Linda Morris (nombre y apellido de la «heroina» que, por cierto y a la distancia, aparecen como una concesión excesiva a las características del personaje).

De hecho, el autor tampoco escapa a las facilidades del maniqueísmo. Como se dijo, el nombre y apellido de la «heroina». Pero también la madre de Linda es un ejemplo: la arquetípica esposa burguesa que sobrevive entre el peluquero y el analista, entre el alcohol y las drogas legales; y el padre, un típico burgués obsesionado por el dinero; e incluso Axel, que pasa de ser un humilde e ignorante provinciano recién llegado a la Capital, a transformarse en un voraz depredador sexual adolescente a quien nada ni nadie le importa, sino cuando ya parece tarde, cuando ha perdido a su amada Linda.

Sin dudas, Bombón es quien concentra todas las contradicciones de los personajes y, por ende, de la propia novela. No sólo por su sexualidad… o justamente por ello: tal vez porque en él/ella emergen todas las contradicciones del propio autor y, por lo tanto, ha sabido expresarlas acabadamente en lo que podríamos llamar el «espíritu» de su diario de poeta y puta.

Si, como asegura en la entrevista con Symns (incluída en este volumen), con esta historia Sbarra trató de demostrar que «no existe el amor. Que el amor es cultural, que la vida es sexo», prueba con el relato que ambos asuntos son ciertos: no existe el amor sino como construcción cultural que se levanta desde el sexo –o la sexualidad–, y que nadie, por muy «marginal» que sea o quiera ser, puede escapar a la cultura que nos condiona; sólo opiniéndose a ella desde uno o alguna perspectiva política concreta. Desde su clase, desde su limitada perspectiva burguesa, Linda lo dice o lo sugiere: el trabajo, el matrimonio, incluso los relojes y el calendario, son para ella instituciones vitales que deben respetarse para poder sobrevivir.
Pero Axel no quiere oírla, tal vez porque eso tarda (no hay futuro, sostiene insistentemtne el personaje en un remedo punk tardío), el proceso es más lento y requiere cierta paciente impaciencia… Y él, que no quiere o no puede esperar, acaba sucumbiendo en el proceso.

Argentino, nacido el 12 o el 15 de julio (no hay datos precisos sobre la fecha) y fallecido en 23 de agosto de 1996 tras padecer HIV, José Sbarra supo también construir cierta ficción alrededor de su vida y particularmente de sus orígenes presuntamente cuasi marginales. Lo expresa puntualmente en la ya citada entrevista.
Lo cierto es que fue maestro normal, periodista y sobre todo guionista de televisión, donde su labor resultó tan «eficaz» –como él mismo reconoce– que le valió una carrera exitosa y numerosos reconocimientos y premios: el Santa Clara de Asís, el Cruz de Plata Isquiú, el Coca-Cola en las Artes y Ciencias, el Estrella de Mar.
Como periodista, trabajó y se destacó en publicaciones infantiles como Billiken (1979/1989), luego en Playboy y más tarde en Editorial Perfil, donde fue colaborador en la colección «Yo fui testigo».
Su ingreso a la TV fue clave y como guionista trabajó durante varios años: programa «Para crecer» (Canal 13, conducido por Canela); programa «El show de la vida» (ATC, conducido por Héc-tor Larrea); «El show de Carlos Perciavale» (Canal 11); «Hiperumor» y «Zapping» (Canal 9); «Superclan» (Canal 13); etc.
Además coordinó talleres literarios de la Subsecretaría de la Juventud de la Municipalidad de Buenos Aires y fue fundador y conductor del ciclo «Circo de poesía».

Publicó varios libros infantiles y juveniles: Cielito; Miedo, yo?; No enciendas la luz; Andy, el paseador de perros; El beso del vampiro; Socorro, nadie me quiere (primer libro de autoayuda infantil). Luego llegaron Obsesión de vivir; Marc, la sucia rata, y Plástico cruel, manteniéndose inéditos Los pterodáctilos; El libro del desamor, y Bang-bang.



“Que la mujer que ames esté en su habitación con otro hombre. Que la ames. Y que ella esté haciendo el amor con otro hombre mientras vos estás en la habitación de al lado. Que llenes el espacio de música para tapar voces y sonidos que luego no podrías nunca olvidar.

Que alguien golpee a tu puerta. Que al abrir la veas a ella envuelta en una toalla. Que te sonría. Que te diga si podés ir a comprar cigarrillos, para ella y para su amante. Que la mujer que ames haya ido hasta tu cuarto a pedirte que, ya que estás vestido, compres cigarrillos para ellos.

Y que vayas, que la quieras tanto.

Que llueva. Que corras por la calle hasta el quiosco a comprarles cigarrillos. Y que llueva mucho.

Que regreses empapado con los cigarrillos. Que la llames. Que golpees a la puerta de su habitación. Que tengas que repetir su nombre. Que escuches los sonidos de algo imprevistamente recomenzado. Que escuches jadeos de placer. Que vuelvas a tu cuarto. Que pasen los minutos como siglos. Que ella, la mujer que ames envuelta en su toalla, llame nuevamente a tu puerta. Que abras y te encuentres otra vez con su sonrisa. Que tengas que sonreír. Que debas imponerle otra sonrisa a tu confusión. Que le des los cigarrillos y que ella te agradezca por haber ido con esa lluvia. Que te pregunte cómo estás. Y que le respondas que estás bien. Y que no sea cierto. Que la ames tanto. Que te suceda algo así... para que me entiendas.”

José Sbarra













Las verdaderas putas

Creación Jan Saudek





Cuerpo

Pasado y futuro no existen.
Ahora tú eres una perra.
Y sólo hay tiempo para el presente
si late en tu vulva.


(Del libro a unha muller descoñecida, 1997)
Claudio Rodrigues Fer













Las verdaderas putas
no llevan exceso de rímel,
ni falso tacón,
ni medio gramo en el bolsillo.

Las verdaderas putas
mantienen siempre el equilibrio,
con una razón sin dudas
y una respuesta complaciente.

Las verdaderas putas
venden su cuerpo a los rayos uvas,
al oro alto,
al perfume exacto.

Las verdaderas putas
siempre hablan bajo,
nunca se tiran un pedo,
jamás dicen un taco.


Las verdaderas putas
no saben fingir orgasmos,
se ríen antes del hombre
para no dejarle en alto.

Las verdaderas putas
arrugan el ceño,
cambian de acera,
miran de reojo
si un joven greñudo se acerca.

Las verdaderas putas
critican al vecino de fiesta
¡son drogadictos!,
mientras sus hijos
machacan a golpes a quienes se encuentran.




Las verdaderas putas
llevan en el bolso paraguas,
no pasean solas,
no piden cigarros,
siempre van en taxi,
al cine acompañadas y
al salir, otro taxi
no vaya a ser que un día
un hombre se acerque
y pregunte:
Y tú ¿cuánto vales?.


...Las otras, sencillamente alquilan su cuerpo a la soledad......




Isaac Cuende








Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la causa de lo mismo que culpáis... O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga o el que paga por pecar...













Desengaños de las mujeres


“Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece,
puto es el estipendio que se ofrece
en pago de su puta compañía.
Puto es el gusto y puta la alegría
que el rato puteril nos encarece;
y yo diré que es puto a quien parece
que no sois puta vos, señora mía.
Más llámenme a mí puto enamorado,
si al cabo para puta no os dejare;
y como puto muera yo quemado,
si de otras tales putas me pagare;
porque las putas graves son costosas,
y las putillas viles, afrentosas”.



Francisco de Quevedo














Francesca



Saliste de la noche
Con flores en las manos.
Vas a salir ahora del tumulto del mundo,
De la babel de lenguas que te nombra.

Yo que te vi rodeada de hechos primordiales,
Monté en cólera cuando te mencionaron
En oscuros callejones.
¡Cómo me gustaría que una ola fresca cubriera mi mente
Que el mundo se trocara en hoja seca,
O en un vilano al viento,
Para que yo pudiera encontrarte de nuevo
Sola!



Ezra Pound











Jukebox XII & Ópera
























Jesús en el hogar de Simón el fariseo


.


7:36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en 
casa
 del fariseo, se sentó a la mesa.

7:37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba
 a la 
mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;

7:38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus 
pies,
 y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.

7:39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera 
profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.

7:40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte.
 Y él le dijo: Di, Maestro.

7:41 Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios,
 y el otro cincuenta;

7:42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de 
ellos le amará más?

7:43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. 
Y él le dijo: Rectamente has juzgado.

7:44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa,
 y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con 
lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.

7:45 No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar 
mis pies.

7:46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume 
mis pies.

7:47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó
 mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.

7:48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.





  • Fotografía: Eric Kroll





F. for fake (1973)


miércoles, 12 de diciembre de 2012

Uno en dos. Cine..mà paradiso

Fotografía: Mark Geistweite




Cine...mà paradiso. Azuluz callejeando, perreando, aullando, gateando, amando.

Aún no existen palabras.

Y las manos siguen yaciendo.

Entrelazando, musitando, desabrochando, desencajando, descorchando, versalleando, zigzagueando, alborotando, complaciendo, desvelando y durmiendo. Follando, casi no pudieron. Más bien poco. Casi nada. Ya vendrá, ya llegará cuando la pasión se folle al amor.

Y no al revés.

Curiosa regla de dos, que a la de tres la culeen.... el pequeño cuenco que las manos nacen brotó entre cimientos y todatodatoda la verdad. Hacia taaaaaanto tiempo que no me sentía tan genial, tan libre, tan yo. Entre las bambalinas, durante meses la forja.... y durante los que vendrán, hierros de madera.... quemando, anegando ayeres y abonando, fermentando, cubriendo algo tan hermoso que siguen sin nacerme ideas, palabras y fundamentalmente sensaciones, demasiado denso e intenso todo.... demasiado espiritual, amante..... demasiada carne en el congelador, demasiadas imágenes, voces, arrullos, jadeos, gestos, ademanes y sombras en la sartén....

Amando como los recuerdos, espeluznante sainete, se vanaglorian por haber nacido. Por ser casualidad de la consorte y azarosa polvorosa. En pie. De mano. A mano.

Amando, amando, amando con todo el alma mientras el vello, los poros, la emoción, el perfume agasaja al sudor, el mador decapita a la reliquia erizada, y la tarde... la noche.... la madrugada..... al alba. Escarcha rojiza, bermellona, pimentosa y zarca. No hay orquídeas carnívoras, ni begoñas posesivas, ni guaraná afrodisíaco, sólo almizcle, sándalo, jara.... y una hermosísima humildad.

El traje más bello, más elegante que jamás probaron mis ojos, lamieron mis labios y peinaron mis manos. Pensaba que nunca volvería a sentir ese escalofríogatillazofunambulista que desierta a los miedos y lastra al mismísimo yo a entregarse vehemente, candente, instintivo y complaciente.

Pero dos, fueron dos....no tres como la regla y uno como el Unicornio.

Que le den a la cornucopia.

Que le den allá dónde los sueños nos llevan y se pierden.

Que le den al abalorio del interés.

Que le den a palabras, palabras, palabras que la peineta del viento murmura y el amante nubarrón mea.

Hace meses nacieron azuluz, despacito, aprendiéndose, dándose, conociéndose y el vulcano de sus labiox, de sus labios demolió el fortín de lo que antes se veneraba y hoy es rito. Fé, no lo sé. Amor naciente, bebé gateando en el salpicadero de aquel consejo donde el cuero blanco, blanquísimo hurgaba bajo el dobladillo de su corta falda.

Y las teclas, el marfil, la armónica, el despilfarro de besos con los ojos colmó lo que los labios después sellaron.

Caminando. De la mano. Creciendo. A dos manos, diez yemas.

Y el concierto.

Ni inventadas, ni por nacer. Ni siquiera por desempolvar. Ni por sentidas, mejor. Ni perdidas, ni olvidadas.

Ni calladas, veladas, untadas, desfolladas.

Desconcierto.

No hay nada peor.

Escuchar la música del frúfrúfrú.... mientras relame sus ingles la leche ancestral, fértil y sagrada; calentita, almizclada y sugerente de un tamiz donde el cine no es sueño y la vida.... fotogramas.

Saborear, deglutar, comer de entre su concha blanca.... los frutos del mar, los huesos del pecado, resbaladizos e impregnados de la dermis de su alma, tan blanca, tan firme y desmedida.... Blanca, blanquísima como lo que la mirada en paz contempla, como lo que la certeza y la sinceridad, aunque duela, convierte en escuchar, en consejo, en definición de comprensión y no en reproche interesado y retraído....

Su leche, su sangre, su leche ensangrentada.

Su lechada sanguinolenta, los nísperos y calostros del deseo más voraz.

Pero.... no, nah. No es un relato erótico, ni estimulante, ni siquiera complaciente. Ni un relato amatorio, amaroso, amanerado, amargado, aprendiz.

Es vida.

Es la vida.

Es la puta vida.

La putísima y maravillosa forma de como de entre las letras y la imaginación nace un cuadro, una opereta, un retrato, un hechizo y un silencio.... en paz.

En paz.

Y de ella, nació.

En paz, todo en paz.

Y de él, nació.

En paz.





"Quien no se mueve, no siente las cadenas."

Rosa Luxemburgo

martes, 11 de diciembre de 2012

Galería de arte de Alejandra Pizarnik


Detalle de dibujo, incluido en Alejandra Pizarnik. Dos poemas iniciales (Del Centro Editores).
Detalle de dibujo, incluido en Alejandra Pizarnik. Dos poemas iniciales (Del Centro Editores).



Detalle de dibujo, incluido en Alejandra Pizarnik. Dos poemas iniciales (Del Centro Editores).


Detalle de dibujo, incluido en Alejandra Pizarnik. Dos poemas iniciales (Del Centro Editores).


 Dibujo de Alejandra Pizarnik, origen desconocido.


Acuarela de Alejandra Pizarnik, con dedicación a Hugo y fecha de 1961, 
archivos de la Universidad de Princeton.


Pintura de Alejandra Pizarnik, incluida en Alejandra Pizarnik. Una biografíade Cristina Piña (Editorial Corregidor).


 Dibujo de Alejandra Pizarnik, origen desconocido.


  Detalle de dibujo de Alejandra Pizarnik, origen desconocido.


  Dibujo de Alejandra Pizarnik, origen desconocido.


Dibujo de Alejandra Pizarnik, incluido en Aljandra Pizarnik. Prosa completa (Editorial Lumen).

lunes, 10 de diciembre de 2012

La eduacación prohibida (2012)


Leonora Carrington, la inasible.


Meret Oppenheim
 
El universo pictórico de Leonora Carrington está marcado por una constelación de seres fantásticos que la acompañaron a lo largo de sus noventa y cuatro años de vida. Seres que habitaron su imaginario desde la niñez, cuando su nanny y su madre irlandesa le contaban historias fabulosas en las que los mitos y leyendas populares celtas, los relatos de fantasmas y los cuentos de hadas que fueran tan populares en la era victoriana, se entreveraron en su inconsciente para tejer con los invisibles hilos de la memoria una sensibilidad fuera de lo común. Nacida en Lancashire, Inglaterra, en 1917, Leonora desde muy temprano destacó entre sus tres hermanos por manifestar una rebeldía precoz ante la autoridad recalcitrante de su padre, el magnate de la industria textilera inglesa, Harold Carrington, quien nunca logró entender que el poderoso mundo interno de su hija no tenía nada que ver con el apretado y rancio entorno aristocrático al que la familia se aferraba. 


El Templo de la Palabra, 1954
Fue su rebeldía molecular, aunada a una valentía y audacia admirables, lo que permitió a Leonora romper con el corsé de los esquemas familiares, sociales y religiosos que le fueron impuestos desde su nacimiento, y dejarse llevar por sus alas de libertad hacia el inefable territorio del arte en el que desde niña soñó. Su rechazo a la intransigencia paterna y a los códigos impuestos por la anquilosada aristocracia inglesa fueron plasmados con una aguda ironía en su pintura The meal of Lord Candlestick (La comida de Lord Candlestick) –seudónimo de Harold Carrington– donde vemos un festín delirante en el que un grupo de caballos ricamente ataviados –la aristocracia y el padre entre ellos– se regocija devorando niños como viandas.



The Meal of Lord Candlestick, 1938. Óleo sobre tela, 35.5 x 46 cm


Ajena a las luminarias y al poder del mercado y de las mafias del arte, Leonora Carrington es un personaje tan misterioso e inasible como los protagonistas de sus obras, esos extraños seres a los que los irlandeses conocen como The Gentry, duendecillos, gnomos, elfos, gigantes y fantasmas, los cuales, en su mente y en su pintura convivieron íntimamente con su fauna híbrida y sus representaciones de deidades míticas arcaicas. En entrevista con Paul de Angelis, Leonora comentó: “Desde pequeña, y eso creo que les ocurre a muchísimas más personas de las que se cree, tuve muchas experiencias extrañas con todo tipo de fantasmas, visiones y otras cosas generalmente condenadas por la ortodoxia cristiana… Sí, mis primeras experiencias extrañas e inexplicables comenzaron cuando tenía unos dos años. Las he tenido toda mi vida.”


Las distracciones de Dagoberto, 1954

Tras lograr romper con una serie de barreras impuestas por su padre –la repetida expulsión de los colegios de monjas, el fracaso de su presentación en la corte de Jorge V, su negativa a seguir las normas familiares y sociales– en 1936 Leonora inicia su formación artística en la academia del pintor Amédée Ozenfant en Londres. De esos años es su autorretrato The Inn of the Dawn Horse (La posada del caballo del alba)una obra emblemática en la que la novel pintora se representa acompañada de sus dos alter ego que aparecerán en adelante en repetidas ocasiones: el caballo que simboliza su libertad de espíritu y la hiena que tiene que ver con su yosexual. 


The Inn of the Dawn Horse, 1933
Ese mismo año tiene lugar la Exposición Internacional del Surrealismo que es todo un acontecimiento en la capital inglesa, y al poco tiempo conoce a Max Ernst. Un flechazo a primera vista da lugar a una intensa relación entre el ya destacado artista de cuarenta y seis años y la incipiente pintora de apenas diecinueve que lo sigue a París, donde se integra al grupo surrealista al cual de inmediato seduce con su belleza, audacia y talento. Desde mi perspectiva, Leonora era parte del surrealismo antes de entrar en contacto con él, teniendo en cuenta que, como bien lo definió Octavio Paz, más allá de un movimiento artístico se trató de “una actitud del espíritu humano“. La actitud de Leonora desde niña fue surrealistaavant la lettre.



Leonora y Ernst gozan juntos un par de años de mutua exuberancia creativa en Saint-Martin d´Ardèche, en el sur de Francia. Leonora alterna la pintura con la escritura y publica algunas de sus obras más memorables con rasgos autobiográficos, como El pequeño Francis, La debutante y La dama oval. Le seguirían muchas obras más: pintura y literatura corrieron paralelas en su quehacer artístico, y en ambos medios lanzó, sutil y veladamente, guiños de su devenir autobiográfico y existencial. Al estallar la guerra en 1939, Ernst es llevado preso a un campo de concentración del que Leonora consigue su liberación, pero al poco tiempo es aprehendido nuevamente. Tras los intentos fallidos por ayudarlo, Leonora, presa de la angustia y la desesperación, sufre un colapso nervioso y es llevada a España por unos amigos e internada por su familia en un hospital psiquiátrico en Santander, donde se la recluye en el pabellón para “locos peligrosos e incurables.” Ese período de intenso sufrimiento que vivió por cerca de un año sin duda dejó en la pintora una huella indeleble de la que no le gustaba hablar, sin embargo, años después, confesó a la periodista Marina Warner: “Después de esa experiencia cambié. En forma dramática. Fue muy parecido a haber estado muerta.” Dicha experiencia quedó plasmada en el conmovedor relato titulado Memorias de abajo, escrito bajo el estímulo de André Breton y Pierre Mabille. Plásticamente deja el testimonio en su perturbadora pintura Down Below , en la que se percibe la intención catártica de sacar a flote los demonios internos en un acto de liberación de la psique. Años más tarde, Leonora sentenciaría enojada en una entrevista con Silvia Cherem: “No psicoanalices mis cuadros.” Y tenía razón: hay que dejarse llevar por la fantasía y el misterio de sus imágenes que conjuran el realismo y la fabulación, lo tangible y lo posible, lo concreto y lo etéreo, sin recurrir a la obsesión de la interpretación.
Down Below, 1941

Brujas juegan al cubilete. Oleo sobre lienzo, 91,5 X 70,5 cm
Acompañada de una guardiana alemana nazi, Leonora sale del manicomio para ser trasladada a otra clínica en Sudáfrica, pero llegando a Lisboa, donde tenían que tomar una embarcación hacia su nueva prisión, se escapa magistralmente por la puerta trasera de un café. La fortuna la acompaña esta vez y pide asilo en la embajada mexicana, donde su amigo Renato Leduc le brinda su apoyo para viajar 
con él a América. Renato y Leonora se casan y zarpan hacia Nueva York donde se encontrarán con un medio artístico en plena efervescencia, integrado por los numerosos artistas europeos que lograron escapar de la guerra, entre ellos Max Ernst ya casado con la mecenas Peggy Guggenheim. De Nueva York siguen el periplo hacia México, país que adopta como propio y donde permanecerá el resto de sus días. Integrada al grupo de artistas surrealistas transterrados en el que figuraban Benjamin Péret y Remedios Varo, Gunther Gerszo, Luis Buñuel, José y Kati Horna, Edward James, Esteban Francés, entre otras presencias fugaces, Leonora se divorcia de Renato y se casa con el fotógrafo húngaro Emerico Chiki Weisz con quien forma una familia y a su lado recupera la estabilidad profesional y emocional. Su vida serena y discreta transcurre entre la ardua dedicación a su creación plástica y el oficio literario, y el estudio de las ciencias ocultas, la alquimia, la mística, la cábala, la astrología, las tradiciones espiritistas, el chamanismo, de cuyas fuentes brotan numerosas referencias en su pintura, como es el caso de Ab Eo Quod, una de sus recurrentes escenas inquietantes y perturbadoras que aluden a la atmósfera críptica del ocultismo.


 Ab Eo Quod, 1956

Tengo para mí que Leonora fue unalectora de cuentos de hadas más allá de la infancia, tradición que en Inglaterra tuvo un gran auge en la era victoriana con la creación de novelas y obras teatrales no necesariamente dirigidas a los niños, las cuales dieron lugar al desarrollo de un género pictórico muy particular (Fairy Painting) representado por figuras como Joseph Noel Paton, John Anster Fitzgerald, Richard Doyle y el delirante Richard Dadd, cuyos ecos de ese mundo de magia y fantasía redundan en algunos trabajos de la pintora. 




Abundan en sus cuadros los sidhe, misteriosos personajes que según la mitología celta habitan las colinas de las hadas donde un día se levantaron las construcciones megalíticas. Son muchas las pinturas inspiradas en esas leyendas feéricas irlandesas, como Sidhe: The White people of Tuatha dé Dannan (Sidhe: La gente blanca de Tuatha dé Danann) una extrañísima escena en la que la artista logra plasmar con maestría la naturaleza etérea y fantasmal de estos personajes blancos –diríase transparentes– reunidos en torno a una mesa con comida, en una atmósfera sombría e inaprensible como la de los sueños más inquietantes.

Sidhe: The White people of Tuatha dé Dannan, 1954
La mayoría de las escenas de Carrington son en esencia volátiles, inasibles, como si al intentar descifrarlas se nos esfumaran como sombras que se lleva el viento. Juan García Ponce escribió que “no hay que buscar en sus obras un lenguaje simbólico, hay que aceptarlas como visiones concretas de la realidad”, y es que la realidad de Leonora esotra: es una realidad palpada y vivida desde los recovecos de la memoria, desde sus laberintos ontológicos, desde el asombro de la infancia que nunca perdió. Leonora no inventa, recuerda. Y por eso de sus pinturas emana la frescura y la espontaneidad. A pesar de su recurrente inmersión en el territorio del inconsciente, a Leonora no le gustaba ser encasillada en el surrealismo: “Aunque me atraían las ideas de los surrealistas, no me gusta que hoy me encajonen como surrealista –aclaró a Silvia Cherem–. Prefiero ser feminista. André Breton y los hombres del grupo eran muy machistas, sólo nos querían a nosotras como musas alocadas y sensuales para divertirlos, para atenderlos. Además mi reloj no se detuvo en ese momento, sólo viví tres años con Ernst y no me gusta que me constriñan como si fuera una tonta. No he vivido bajo el embrujo de Ernst: nací con mi vocación y mis obras son sólo mías.” 


Laberinto, 1991


El arte de Leonora tiene, efectivamente, un carácter absolutamente propio. Es un arte que fascina porque destila la honestidad con la que vivió todos los renglones de su vida y la congruencia entre sus ideas y su métier. Leonora, la “hechicera hechizada“ como la llamó Octavio Paz, consiguió plasmar en su obra la aventura empírica de la imaginación y nos conduce en cada pintura por los intrincados laberintos de su mundo interno, utilizando todos los recursos de la seducción: el asombro, el misterio, la magia, la sorpresa… La atracción hacia lo abismal, el sabor de lo desconocido. El trabajo de Leonora, inasible como ella misma, nos permite echar un vistazo del otro lado del espejo carrolliano y descubrir que para la autora realidad y fantasía siempre fueron dos caras de la misma moneda. Toca al espectador que se acerca a ese espejo dejarse llevar en el vuelo de la imaginación.

Germaine Gómez Haro
Artículo Publicado en: La Jornada Semanal



Obra escultórica: