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¿Miel.... o resina....? Ícaro |
Quieto.
Se hallaba en el nudo de un valle de pizarras negras.
Sus palmas maniatadas, sus pies liberados.
Quid pro quo.
Y áquel tronco torcido, enhebrado 90º al averno buscaba sistemáticamente la cara oculta de la miel de su padre.
Pero las ramas, la sombra, siempre ellas... ensombrecían, entorpecían, disimulaban y difuminaban la claridad. La maldita y perdida luz. La resina de la querencia, la savia sabia...licuaba y nutría la nada de esperanza, de paciencia.
Coagulos en el alma.
Podía mover su testa, pero no sus brazos. Debía dar pasos, pero sus tobillos eran matorrales, zarzas y rastrojos.
Apenas dormía. Estar en pie, dificulta que la guardia se enrosque en la duermevela. Estar en pie y ser patada.
Llevaba meses en la misma posición. Incómodamente locuaz. Inhumanamente condescendiente y cómplice.
Seguía quieto.
Tan quieto, que los gusanos, las liendres, las larvas y la arenisca; el farfollar de la bruma y el lucero del polvo sembraron de cintura para abajo un jardín monstruoso.
Crecieron horrores, cangas, falacias, hiedras de traición. Se encaramaban por su cara oculta...los malos modos de castillos de aire negro. Las espinas troquelaban calaveras morales y las orquídeas se engullían, malvivían con los pétalos que la caja de las mariposas pudren, mustian y aderezan la casa invisible de los horrores.
Ese era su hogar, un lugar desencantado.
Un lugar donde los cuentos chinos se enmarcan y lo auténtico se cocina. Un páramo donde se da cobijo a los mayores pecados: la deslealtad, la deshonra, la indignidad, la desidia, la venta al por mayor que el Diablo amasa y engorda.
Y así, mientras transcurrieron los meses impávidos y turgentes, malolientes y endemoniados.
Los pies de uno volaron, las manos de ella se engrilletaron.
El alma de uno se liberó, y la otra se esclavizó.
El vivir fue para él, el malvivir de ella la corrompió.
Y todo, absolutamente todo, se deshilvanó con áquel bostezo que antes que la primavera traicionara al invierno, la miel de sus labios convirtió en la resina de una jaula que como cárcel voló al paraíso de los ciegos.
El edén estaba amortajado.
Y el horror sembrado.
Ahora crece el deliquio, la usura, la traición y el ocaso.
Desde ese bostezo, él libero sus manos para perfumar, sus ojos para volar, sus pies para nadar, sus sentidos para contemplar y su corazón para podar.
Ahora los cuentos chinos tienen precio. Un precio que la vida devolverá con creces y rubrica.
La anciana cornada de promesas enterró vivo al amor más puro y noble.
La arruga es bella y la belleza, intangible.
El amor es una arruga, un pliegue que el tiempo jamás bostezará.
Pero áquel cuento chino acabó por ser una verdad enferma.
Un bostezo traidor, desleal.
La magia de Voltaire, de nuevo ante la veleta de la vida.
"Nada nos hace más vulnerables que la soledad, excepto la avaricia".
¿Al corazón....?
Uno lo entregó en cuerpo y alma, ella lo vende por pura codicia y desamor.