Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.

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martes, 1 de octubre de 2013

Erratic diary II

Marcin Sacha










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Noche de gatos perros y gatas perras.

De riguroso y lacrado cuero. Maullándose los ladridos, mientras los tobillos juegan en el corral.

Y así, mientras el hummus fermenta, se lamen los lunares los truenos a sol antico.

Mientras, el vástago cena a la derecha del collar, la madresueñaselva se desprende de gasas y jarras límpidas.

Gustas.

Gustas y te relames.

Y en la cleopatra mirada de puerca encelada, la sutileza del cutis se deja el malva y las agallas.

Ladras.

Nunca dejas de ladrarme.

El gato entre la carótida y el violín.

Jambre.

Nunca dejamos de abraperrearnos.















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Pezoneras y la vergada de nalgas fustigó al liláceo ossobuco que se trincha con los nudillos en círculos y en pausa.

Repeat all.

Pezoneras.

Dormían bajo la piel rosa de la hiedra. 

Y despertaron.

Primero un verano non. Luego un invierno al punto.

Y turgentes, relucientes, eléctricos se disputaban el honor de ser más sensibles, vehementes, puercos y cortesanos.

Siempre se vanaglorió el izquierdo de ser más diestro.

Aunque el derecho por henchido y retozón daba más al tallo. Que no la talla.

Las debilidades son incoherentes.

Adoramos al gas noble.

Aunque esa pezonera, carne magra y húmeda donde las haya, se ensalsa, se turba al sólo roce del recuerdo del sabo. Y es que el sabo es pegajoso, visceral, sediento.... y la saliva dama, coqueta y agridulce.

El esputo lo aclaró.

Ponte bocabajo, de espaldas y espútame donde la pezonera alisa pliegues y hace la raya a la seda rebelde.

Puedes tocarte. 

Tocarte y comprobar si tus labios se muerden por la saliva puritana o por el cerdo sabo. Al mador o al sudor, poco les importa.

Siempre prefieres chuparte el pulgar.

Querencia... por esa hermosa pezonera.












95




Nada es perfecto.

Nadie es imperfecto.

Sólo el trance.

Perfecto, por el encaje, la sinergia, la simplicidad y la generosidad. No espera, ni desespera.

Por su pureza.

Imperfecto, por la gula, el anhelo, el eco y lo cóncavo. Por su trono.

Nada es eterno.

Nadie es olvido.

Sólo el trance.

Eterno, por que no mide el tiempo, ni mengüa al espacio; no peina muñecas ni desnuda nucas. 
No viste santos, ni desahoga la leche en la sange, para deliquio del ego.

Olvido, por que parece que no existe. Pero es y está. Por que parece que no arriba, y aprende, 
siembra. Como el tacto de la piel de melocotón en los huesos del alma.

Nada es mentira.

Nadie es verdad.

Sólo el trance.

Mentira, por que nace cada noche, y muere en la duermevela del conticinio de tus ojos arco iris.

Verdad, por que crees que la mentira reconoce lo que las palabras por inventar acallan en su 
verdad.

Nada es dolor.

Nadie es amor.

Sólo el trance.

Dolor, por que el amor no es de nadie y está en todo, en todos.

Amor, por que el dolor es de todos y no tiene padre. Por que su angustia es la madre del amor.

Nada es de nadie.

Nadie es de nada.

Sólo el trance.

De nada, por que nadie está sin ser.

De nadie, por que la posesión es nada.

Nada es orgamo.

Nadie es místico.

Sólo el trance.

Orgasmo, por que hasta que no se entienda y sienta la mitad de la mitad de la mitad... con tan pocas 
palabras, como con tantos gestos, todos; el placer no se convertirá en el pájaro errante que anida
en el corazón de tus labiox, en la rama de tu lengua.

Místico, por que dos es uno, y uno en dos.

Sólo el trance de tus ojos en la mirada del porvenir forja el camino de la vida tranquilla.

Sólo y desde aquella primera vez sentí que se puede, y se debe, crecer para que el amor sea 
un místico orgasmo cotidiano. Nocturno.

Desde el primer uno, dieciséis doses.

Sólo alcancé la paz, cuando el perfume de tus pestañas rizadas desencadenó lo que dormía 
hacia demasiado tiempo en el cofre oxidado de los miedos.

Ahora reluce.