Amé en aquella mirada lo que había de sospecha. Y el miedo de las cosas tenía en aquel espejo la ilusión de disentir del futuro. Contacto: jrubaz@hotmail.com
Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.
Éste es un aviso dirigido a un amigo, caballero, adiposo genital, que tuvo la desgracia, un domingo en plena misa cantada, de ser pillado por la autoridad competente mientras mostraba entusiasta a un puñado de muchachas su impoluto micropene.
Te digo pues Braulio Hernández, campeón de la gimnasia, buscador de lo imbuscable, que sólo un ser bien tenaz, poseido de la fe consigue tan buen resultado; dijeron que algo vieron, que bajo la bola de grasa, un gusano, una lombriz de guasa e incluso alguna, hubo una en concreto, adorable y algo ilusa, que juró ver escupir a la tan buscada fiera. Por eso, te pido hermano, que andes ya siempre advertido, que la porra, el grillete y la sirena nunca entendieron de artistas y menos de contorsionistas de generosidad sincera.
Espero que mi viejo, mi buen ojo del culo resista. En sesenta años no se ha portado nada mal. Aunque en Bolivia, una operación de fisura sobrevivió al hospital del altiplano. Poca sangre, ningún pólipo, ocasionalmente una leve hemorroide. Activo, anhelante, receptivo al falo. Botella de coca, vela, zanahorias, plátanos y dedos. Ahora el sida lo vuelve cauteloso, pero aún servicial. Fuera el mal rollo, dentro el condón amigo orgásmico. Aún elástico, correoso, descaradamente abierto al placer. Pero en veinte años más tarde, quién sabe.... Los viejos sufren todo tipo de achaques, cuello, próstata, articulaciones, estómago. Espero que mi viejo orificio se conserve joven hasta la muerte. Dilatado.
Allen Ginsberg
Hay quien la lleva, quien la tiene en el culo, a quien le tapa el alma, y a quien le carcome el espíritu.
Hay quien la lleva marchita.
E incluso, quien la esconde por no dejarse querer.
Hay quien la riega cada día, y quien la mata a cada paso.
Quien la amaga para no creer que aquellos que la ven, que la sienten, que la acunan no saben de que color es la sangre del alma.
Hay quien la poda como el que se corta las pocas canas que dejen de ser la alfombra de los sueños.
Hay quien no se deja llevar. Y quien no quiere encontrarse.
Estuve con un joven... Estuve con un joven y supe al fin lo que era el violento arrebato, la agilidad vibrátil, cavidades melosas en la carnosa pulpa suavemente entreabierta hasta el linde dehiscente, el perfecto engranaje, la densidad precisa de jugos derramados, la inclinación debida, la posición exacta, y la sabiduría del mutismo, la belleza de un glande. "Eros" 1981
Carta III
Nunca sabré de ti, y eso lo supe desde el primer encuentro.
Esta certeza tiene tanta fuerza que es como si tuviera noticias tuyas a cada momento. "Libro de alienaciones" 1980
El banquete que os propongo es para el día de mi muerte y responde al amor que yo siento y deseo: pido que se me coma, que mi ser en no ser no se mude sino en puro alimento; comunión caníbal suplico, génesis en el otro.
Nadie quiere comerme, enferma estoy de amor. "Vivir" 1983 Eurídice La mano en el saúco del leteo, la sombra sigue insomne de otra mano, una mano que nombra, que desbroza el camino, que pasa a limpio los nombres de las cosas. Pero el rostro, que nunca fue, que no hallará reflejo en unos ojos fielmente vueltos ya para siempre hacia sí mismos, estalla por encima de los pasos y deja que la aurora con el sol lo arrebate y arrastre por la terrible orilla de los tiempos.
Siga el pie, ciegamente, pues, la huella que ahuyenta toda la confusión, y tú, avanza, acosada cabeza aún de los abismos, con el rostro encendido y el cabello derramado entre los vientos. Y los ojos en lágrimas, en la paz y el dolor, teje un lamento al malhadado y fiel Orfeo, ¡oh pobre, despojada del infierno, delirante, ya para siempre solitaria Eurídice! De "Antología personal" 1979
Ya se acercan las manos...
Ya se acercan las manos, innumerables manos, negras manos, a cegarme los ojos, a detener mis piernas, a secarme las venas, a posarse insistentes a lo largo del cuerpo y dejarlo sumido en lo negro. Harán saltar la lengua, los dientes, corazón y riñones, intestino y cerebro...
Amiga de la entraña, tan lejana, acércate un momento y con tus juegos distrae esta terrible oscuridad. Dame un río de fuerza desde el vientre, como antaño.
Siquiera suficiente para alejar las manos. Estas manos que negras e impertérritas me van cercando. "Libro de alienaciones" 1980
Se hace la luz... cuando tus párpados templados corren las entretelas y las cortinas.... y ahí, en ese quicio de cordura la belleza se desnuda de oscuridad.
Se hace de día... y la noche acallada, colmada, saciada se arremolina. En ese guruño de pliegues.... las formas opulentas se desenredan. Te desmarañas y el vértigo, el más béndito de los vértigos se pone en pie.
Tras las velas rojas, arde la música de tus yemas.
Nada es igual desde que amanecemos en el camastro del humedal.
Fotografía: Fabien Bravin
Igor Stranvinsky "El pájaro de fuego"
Impresionante y "nocturna algarabia", apoteósico orgasmo místico de la más bella duermevela.
"Lentejas"
De espaldas.
Como naces a la fertilidad.
Nua.
Siempre de espaldas.
Mientras deshago de cojines las manos, el papel entelado de la alcoba hexagonal da paso a la rendición. Monsieur bidet acude a la rutina, a la vieja costumbre de lloverte bocarriba.
Es la más sabrosa de las liturgias.
El sinfonier se unce en cera, desempolva aquellas pequeñas cajitas de plástico que miman los mejores secretos guardados. Depende qué noche suena áquel, depende cuál el "repeat all". Alguna se entremezclan y siempre nos vencen al sueño. Al profundo.
La lámpara de sal ubica a las formas dulces, a las gónadas en pie de guerra. A la ámbar piedra roma de tu voluptuosidad, un sinfín de curvas apretadas, de arrozales. Un faro erizado sobre el crepúsculo de la marea pegajosa. El barro. Un desenredo. Un infierno paradisíaco donde la extenuación colma al dos, en sólo uno.
Esa espera. A veces larga, otras efímera, me permite adivinar por los sonidos tras el pestillo que las lentejas sabrán caldosas, a fuego lento... o serán más líquidas, mas livianas.
Disfrutamos haciéndolas.
Nuestra liturgia. Una vez tú, otra yo. Otras los dos.
Comino.
Y el juego del cortejo es el adobe infame que persuade al instinto.
Comino y de espaldas.
El pestillo derrota.
Las velas lloran luz.
Nocturne explota.
La alfombra tijeretea la sombra de mis talones.
Y a veces sin tan siquiera chupar de la sal de la lámpara que silba...
...tus uñas toquetean mi punto flaco.
La debilidad de la virginidad.
Y aunque esa cantinela ronronee, la evidencia se enclaustra.
Los relojes se derriten.
De espaldas.
Siempre de espaldas.
Con el pulgar bebiendo.
Y la cabellera peinada de sienes y yemas.
Busco el precipicio.
Y centras la orquesta.
Abres las puertas, los labiox, las sombras y la pulpa de melocotón.
El tercer derrama. El tercer, aflora.
Las lentejas tiernas, tan tiernas como los besos de ajo y los labios de trancebolla.
De espaldas.
Y el festín.
El de los monos.
El primario.
El puro.
Siempre de espaldas.
Espadas en todo lo alto.
Y siempre, siempre, siempre.
Lo mejor está por llegar.
Porque de espaldas al infinito, al más allá, a la pureza....
...entre la sábana y tu espalda.
El corazón nos aguarda para fundir lo que las palabras por inventar no puden disimular, ni evitar.
Los cojines, desterrados.
Las sábanas, jirones.
La lámpara, desencantada.
El cuadro, invisible.
La vela, apagada.
La música, silenciada.
Las lentejas, maravillosas.
Sólo de espaldas el amor, la pasión, el instinto y la pureza adivinan que se cuece de frente.
Y te juro que jamás me comí, adoré, amé y saboreé unas lentejas como las que de espaldas tus manos maceran, crean y enraizan.
¿Será el comino?
¿O el más maravilloso de los caos?
De espaldas.
La cuchara, a nuestros pies.
Fotografía: Gunnar Vaht (Montmatre, Paris)
"Tú ya lo sabes"
El momento en el que olvidamos que éramos sólo buenos amigos Moví mi brazo y su cara se sonrojó de nuevo Un autobús a casa Otro fin de semana silencioso
Dicen que el amor fue pintado de dorado Como todas las cosas haciéndose viejas La pintura se hace cáscaras y se cae lentamente Tú ya lo sabes Tú ya lo sabes Tú ya lo sabes
Mirando hacia afuera por el vidrio Siempre sentándonos juntos Los dos sabíamos que podíamos ser algo mejor No con nuestras cabezas como el clima de Londres
Dicen que el amor fue pintado de dorado Como todas las cosas haciéndose viejas La pintura se hace cáscaras y se cae lentamente Tú ya lo sabes Tú ya lo sabes Tú ya lo sabes ...... "La silla que faltaba" La forja londinense es una mácula en el halda de Siria. El persianero sonrojado, avergonzado esconde su cabeza bajo el ala quebrada y zurze su sonrisa invisible de anita's dream. La yaya, que bien sabe de que va la baina, no deja de cacarear, de carcajearse.... se suelta el moño cano, y le dice a la chica del pelo rojo por lo bajini.... - "mi recogepelo antes tenía hebras azabaches, con el tiempo y sin apenas darme cuenta, el bermellón cruzó el charco, piso ruidos, quebró nubes y zarandeo miedos. Es ley de vida. Pero logré romper piedras tan altas que cuando mis pequeñas orejas escuchaban al raso... Anita's despertaba. Después, cuando quise darme cuenta me lo corté para oxigenar y liberar la parsimonia de lo realmente importante y consistente, de todo aquello que daba sentido a mi vida. De lo que yo sabía que construía. De lo que se crea. Dejé la parafernalia bien doblada, guardada a cal y canto en una pequeña caja de zapatos. Aquellos que tampoco ya podré volver a ponerme. Y me sentí más feliz, más baja, sí.... pero más feliz. ¿Más patosa?, quizás, más llena y plena de silencios que lo gritaban todo y nada reprochaban." Todos se miraban y ninguno se veía. La anciana tomó con su mano de hiedra las dichosas pecas de su juventud. La anciana logró estremecer el canalillo de su corazón. Distancia fatídica entre lo que bien se quiere y lo que bien se debe. Y ella, deshojando el cruasán buscaba el rizo de chocolate, deshaciendo con sus yemas lo que el orfebre de la vida trazó. Café bien cargado de alma, y azúcar morena. Veneno dulce, de efecto lento. El persianero cara al horno. Gachas. Pestañas y alegrías. Y en aquella pequeñas mesa. Dos sillas y cuatro ánimos, ¿...o ánimas? La anciana, apurando el tazón se levantó y soltó suavemente la mano tersa y límpida de la muchacha rozando la grasienta y molida del persianero. Seis manos, cuarenta dedos. Ella quería llorar y se mordía la alegría. Él se hundía en lágrimas negras y se enterraba de alegría. La anciana ya a cierta distancia se giró y con sus ojos uncidos en viveza, en chispas sabias y cenizas tiernas... les susurró mirándoles las cruces de las manos: -"Sentaros en aquella silla, la que está vacía, la que espera ser forja de lo que bien se quiere. De lo que se debe sentir en esa lucha inmortal que es una vida por y de amor puro". Anita's es el espirítu del caos, la esencia indecible, el grial más anhelado, el puzzle rococó, la sencillez plasmada, la elegante humildad de ese campo de batalla donde los sentimientos y los sentidos, donde las cuatro almas de ésta pequeña historia evocan el funambulismo del equilibrio. Pero hay algo en el caos de los ojos más hermosos que ni la anciana adivina , algo que conmueve. Y es que ser y estar no son dos verbos, son dos estados naturales cuando se nace a cada instante en el vientre de lo que más se ha amado en toda una vida. Una vida entera, plena. Sslmqmhelv
Huella Comienza a lastimarme por favor hazme cortes exactos con tu gillete
Yo No Quiero
una vida sin cicatrices
Soy un parásito obligado a vivir afuera tuyo Y ahora que estoy vacía ahora que es imposible sostenerme y mantenerme latiente y respirante tú te llevas todo mi contorno
Vacío de piernas
Al final
una termina
masturbándose
con un pedazo de espejo
se rompe
se sangra
Prescripción Morir. Comenzar a estar fuera en vez de dentro. Cansada de todo el cansancio posible o toda la sobra del tiempo. Dibujar el sentimiento del dolor porque después de tanto tiempo, uno ya no siente y cree que las cosas siempre fueron así, pero de repente se sabe. Se duerme. Mi cama está llena de los restos de mi cuerpo. Caminante sin ningún espejo que sea capaz de conservar el más mínimo vestigio de recuerdo. Mi estómago se está saliendo y el calor me derrite todo tipo de amor. Yo no.
Estómago I
A mi estómago lo cubren todos los tipos de dolor
(el dolor es un tipo de piso)
Yo los conozco y sé cuando alguien camina sin zapatos adentro de mi estómago
Estómago II
Yo soy
un estómago despellejado dividido y olvidado
Apenas sostenido por una piel antigua que nunca termina de morir
Mi pequeño amor muerto:
No vuelvas a reencarnarte en otros cuerpos
Enfermedad de la tristeza Nada más terrible que el silencio
Déjame gritar hasta arrancarme las partes y no tener que sentir nada nuevo
Tengo la garganta convertida en un ojo que llora todo el día
Post- operatorio: la casa de las agujas
En esta caverna de huesos acostumbro meter mis manos a cualquier boca huérfano de dientes caminando sin mis piernas respirando pelo y roce de sábana mojada
ser mi propia amante
colar las palabras que boto junto a los desperdicios de las uñas
En ésta
mi casa de agujas
con rejas en forma de zapatos de platillas de polietileno
el cordón de simetría me escupe en la cara y quema en mi piel mi título de dueña condenada a pedazo a metamorfosis eterna a parásito ignorante del cuerpo que habita Asfixia No puedo respirar y me pongo al revés para que las lágrimas me caigan por la frente Abro los ojos hasta que se me convierten en grietas y la lengua se acuesta en el paladar No puedo respirar y tus manos en mi cuello ya no funcionan Alejandra González
Bellísimo texto cuyo autor es Hernán Casciari, argentino residente en Barcelona, que publica la revista Orsai, y cuyo blog es: http://editorialorsai.com/blog/ ...relatado por Norberto Jansenson ( mago )
Soy un oscuro ciudadano abandonado en medio de las calles por el cuchillo sin pan del mediodía, despojado y marchito como el reloj de las iglesias, sin otro oficio que vagar entre disfraces. Soy el familiar venido a menos, enraizado a las tabernas y a la complicidad del bandolero. Mi voz naufraga en los cristales de las tiendas, y he perdido la vista en los periódicos, pero tengo los pies bien puestos sobre la tierra y una almohada que vuela por los hospitales y por los dormitorios del oscuro hogar de nadie. Tengo una celda amable en las comisarías, y suelo bailar a hurtadillas bajo la noche con mi camisa blanca y mi corbata deshojada. Soy un oscuro ciudadano extraviado por el mundo: voy cogiendo colillas de cigarros, y canto en los tranvías, y me peino hacia atrás, valientemente, para mostrar mi noble frente anónima en los baños públicos y en los circos de mi barrio.
Soy un oscuro habitante; no soy nadie; en nada me distingo de algún otro ciudadano; tengo abuelas y parientes que se han ido y una espalda ancha que socava la pared amiga de las cervecerías.
Soy una ola entre todas las olas, una ola que se levanta a las seis de la mañana porque ya no puede oler el polvo de su casa, una ola que se alza, alborozada hacia las playas para un retorno interminable al centro de las cosas donde las olas todas se empujan mutuamente estériles y solas.
Porque yo no soy digno de mi semen, Señor, yo no soy nadie; estoy en medio de las calles girando como un organillero con mi camisa gastada, inamovible, mirándome la punta del zapato por si alguien quiere darme una moneda que no quiero, aunque nadie me ha visto pasar esta tarde ni nunca, porque nunca soy alguien, ni siquiera un oscuro ciudadano resucitado por el hambre.
Mi voz ha muerto en los cristales de las tiendas, y tengo una espuma de mar aquí en la boca, ebrio, porque soy una ola entre todas las olas, que viene a morir en esta arena de miseria decentemente con su traje de franela y su ciega corbata como buen hombre que era.
Fui un oscuro ciudadano, Señor, no lo divulgues, cesante, ¡sí! Hasta aquí llegó la vida, pero recuerda al fin: yo nunca pedí nada porque tuve camisa blanca.