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viernes, 9 de octubre de 2015

Miss Sarajevo


Inela Nogic






                                          








La guerra en la antigua Yugoslavia se desarrolló de junio de 1991 a septiembre de 1995 y sirvió para asolar el corazón de Europa. Murieron unas ciento ochenta mil personas y aproximadamente dos tercios de la población fueron desplazados de sus hogares. Numerosos casos de abusos contra los civiles pudieron ser registrados. Se cometieron innumerables atropellos a los derechos humanos, incluidos asesinatos, torturas y violaciones. Se destruyeron edificios históricos de un valor incalculable. Al igual que en la II Guerra Mundial, por parte de los Nazis, se practicó la más cruda de las guerras: la limpieza étnica. Genocidios y atroces crimenes contra la libertad y la dignidad de las personas.

De entre aquellas historias desgarradoras destaca una que en realidad no fue tal y cómo nos la contaron. 

Miss Sarajevo:

En noviembre de 1995, terminando ya la guerra, la mítica banda irlandesa U2 cautivó al mundo con un tema que hacía referencia a dicha guerra. La canción Miss Sarajevo era una balada en la que una estrofa era interpretada en italiano por el genial Luciano Pavarotti y que encerraba una dramática historia: 

En el videoclip de la canción podía verse a un grupo de chicas jóvenes participando en un concurso de belleza organizado en mitad de la contienda, con una llamativa pancarta en inglés: “Don’t let them kill us” (No dejéis que nos maten), y después una guapa jovencita rubia se acercaba emocionada a recibir su corona como reina de la belleza. Nogić era entonces una joven de diecisiete años que vivía en el barrio sarajevita de Dobrinja apodado "la pequeña Hiroshima" por la cantidad de destrucción al que era sometido. En una entrevista para la cadena CNN, y a la pregunta sobre qué planes de futuro tenía tras su victoria, Nogić respondió "No tengo planes. Podría estar muerta mañana." Posteriormente aquella Miss, sería abatida por un francotirador de un disparo en la cabeza. Esta historia, añadía una importante carga emocional a un tema musical ya de por sí emotivo. Sin embargo esto no sucedería nunca.

La idea de organizar el concurso de belleza ”Miss Sarajevo 1993” partió de un grupo de sarajevitas empeñados en mantener la vida de la ciudad, y de mostrar al mundo que la barbarie a la que eran sometidos a diario no podría con sus deseos de vivir, a pesar de los bombardeos de mercados, escuelas, francotiradores, etc. Toda esta historia no hubiera sido posible sin la presencia del escritor y director norteamericano Bill Carter, un personaje muy involucrado en el conflicto bosnio y que planificó la grabación del certamen en un vídeo que mostrase al mundo las condiciones que estaban soportando los habitantes de la ciudad sometida al asedio más largo de la historia moderna.

Lo que ocurrió en realidad es que Inela Nogić, la ganadora del certamen, no fue asesinada, es más hoy en día sigue viva. Ilena Nogić se trasladó a Holanda, junto con un periodista neerlandés a quien conoció en Bosnia y con quien estuvo seis años casada. Se desconoce si esta información fue intencionada o no, pero como ocurre con los rumores, esto importa poco. Leyendas urbanas.

Cuando en 1997,  U2 actuó en Sarajevo, se reencontraron Bono, Bill Carter y la protagonista del video, de la historia y del coraje de todos los habitantes de Sarajevo: Inela Nogić, Miss Sarajevo '93.









Traducción de la letra de la canción Miss Sarajevo:



Hay un tiempo para mantener las distancias,
un tiempo para volver los ojos. 


Hay un tiempo para mantener la cabeza gacha
para pasar bien el día. 


Hay un tiempo para el maquillaje y el pintalabios
Un tiempo para cortarse el pelo. 


Hay un tiempo para ir de compras al centro
para encontrar el vestido apropiado que llevar. 


Ahí viene ella, las cabezas se giran.
Ahí viene ella, para recoger su corona.
Hay un tiempo para las portadas. 


Un tiempo para besar y hablar.
Hay un tiempo para diferentes colores,
diferentes nombres que encuentras
difíciles de pronunciar. 


Hay un tiempo para la primera comunión,
un tiempo para East 17. 


Hay un tiempo para volverse a la Meca.
Hay un tiempo para ser una reina de la belleza.
Ahí viene ella, la belleza hace el ridículo.
Ahí viene ella, surreal con su corona. 


[Pavarotti:]
Dices que el río
encuentra el camino hacia el mar.
Y como el río
tu vendrás a mí
mas allá de las fronteras
y las tierras sedientas.
Dices que como el río,
como el río,
el amor vendrá,
el amor.
Y ya no puedo rezar más.
Y ya no puedo esperar más el amor
Y ya no puedo esperar más al amor 


[Bono:]
Hay un tiempo para atar cintas,
un tiempo para árboles de Navidad.
Hay un tiempo para poner la mesa. 


Y la noche empieza a helarse.





jueves, 3 de mayo de 2012

Egoístas pensamientos en sí mismos…


Fotografía:  Rueda Palomares Agustin




Ventanas que cierro para no ver.
Que adentro hay tanto egoísmo.
No soporto saber que puedo ser así
Pensamientos en si mismos

Saber que hay gente que hace por mí
Lo que yo nunca hice por ellas

Pensando en caprichos se esfuma,
Y casi no lo puedo evitar,
En los más oscuros pasillos,
Se esconden cobardes pensamientos en sí mismos.

Cretinos y egoístas sentimientos que me decepcionan.

Mariana Souzzo



martes, 10 de abril de 2012

Mujeres como Diox manda

Un compañero de piso recién desarmarizado me preguntó hace tiempo que si no se estaba pasando con la pluma, con los oye bonita y con los femeninos constantes que no cesaba de utilizar con una compulsión que a él mismo le parecía excesiva. Por supuesto que identifiqué de inmediato la indefensión y la oscuridad de un pasado que daba miedo y que seguía estando ahí con toda su homofobia y sus días de fútbol, así que me planté y le dije que ni se le ocurriera poner en duda sus dudas de género. Con la que está cayendo, le contesté, toda pluma es poca. Lo entendió de inmediato y se lanzó de cabeza a intercalar los vocativos perra y guapa dos veces por frase y recuerdo que hasta feminizó la negación, que tiene uno la impresión que es como masculinísima, y acabó diciendo na en vez de no. Lo cierto es que mi compañero de piso era un tipo concienciado, radical, feminista por supuesto, pero cuando le llegó esa feminización absoluta acabó hablando mal del servicio, de los sudacas y terminó por entrarle un cierto tono de Serrano que me acabó asustando. Esa no era él, era una niñapija que desde luego no era feminista. Llegué a pensar en que había sido abducido por el Fondo Monetario Internacional, o que estaba poseído, o yo qué sé, algo peor, no podía entender que hubiera pasado tan violentamente de El Viejo Topo al Telva. En un arrebato de desconcierto le cogí por el cuello y empecé a gritar “¡Asqueroso extraterrestre!, ¿qué has hecho con mi compañero de piso?” Hasta que mi di cuenta que los responsables de aquello éramos yo y mi bocaza, que mi recomendación había creado un monstruo.
.
Porque el problema, ya lo pensé entonces, no es usar el femenino, sino la mujer que ponemos detrás de ese femenino. Para explicar el cambio de género hemos recurrido mil veces al valor de la performance, a su capacidad de cuestionar la realidad social. Con el femenino interpretamos por supuesto, lo vivimos, somos otros/otras, y la ficción tiene el poder de interrumpir lo cotidiano, de invadirlo. Pero si antes revolucionábamos con el femenino (Mendicutti dixit) lo cierto es que ahora tan sólo revolvemos. No hay que escarbar mucho para darse cuenta de que el imaginario colectivo de los gays ha usado a la mujer para construir una ficción monstruosa. Si yo soy responsable de la ideología de mis novelas, no puedo lavarme las manos ante esa otra ficción con la que convivimos diariamente. Ese personaje de descerebrada, guapabonita, divinísima, pija, loca por los trapos ortodoxamente femeninos, esa esclava feliz que a la primera oportunidad finge sacar el pintalabios, que se muere de gusto ante el poder del macho, ya no me divierte lo más mínimo y su ironía, potente en otro tiempo, creo que hace mucho que se perdió. Alguien comentó una vez que ésa mujer que hemos construido entre todos —porque es que es siempre la misma— sería el ideal de un machista de pro. Sólo habría que observar un poco en una noche de terrazas para comprobarlo. Parece que representamos lo que odiamos. Encarnamos los tópicos que nos han dañado, los que nos han perseguido desde nuestros tiempos de hijos felices. Hay noches del ambiente en las que parece que han convocado un casting para el personaje de Annette Bening en American Beauty. ¿Qué supondría para un actor vivir permanentemente con un personaje alienado hasta ese punto? Por supuesto que esa ficción femenina de contoneos y suspiros y saltitos no es la mujer que nos hace falta, ni es Rosa Luxemburgo, ni Fefa Vila, ni por supuesto Pat Califia o Gerturde Stein (estas dos al parecer tan poco femeninas con comillas en la forma y tan femeninas sin comillas en el fondo). Así que, la verdad, o remozamos nuestro imaginario o abandonamos el femenino. Ayer mismo, hojeando revistas, me encontré con un artículo a ocho columnas sobre el Ku Klux Klan. En colorines, junto a otras de cruces llameantes, había una foto del Gran Brujo Imperial del KKK y de su mujer Muriel. Mechas rubias cardadas, discreto maquillaje, pendientes algo ostentosos de perlitas y rubíes, traje femeninísimo color rojo coca cola haciendo juego con los rubíes. Todo esto en ella, claro, no en él. No tardé en darme cuenta de lo que se parecía esa glamourosa Muriel a la mujer que encarnamos.

Y la verdad es que, llegados a este punto, yo al femenino lo cerraría por obras.




Manuel Soto