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Ícaro |
Chesterfield le susurra a Winston: "Fúmate la agonía. Bébete la lucha. Desarma a la impaciencia. Hilvana sábanas de mariposas."
Winston, asiente sin trajinar palabra.
Chester, desboca un papelillo y ciñe la vitola. Guarda el paquete enguruñado en el cajón del escritorio. Y pellizca el pitón de la boquilla.
Winston, se mira en el espejo. Y el muy canalla, se encuentra entre dos aguas.
Chester, sonríe.
Entre ellos hay cuatro palmos de aire y un olor indecible.
Winston, convulsivamente se frota las cicatrices mientras rompe con la mirada los ceros a la izquierda que Chester bocanea.
Luz cálida.
Dos ambientes.
Ni una sola palabra.
Y en esa errática, singular situación. Pluralidad y tolerancia.
Los dos toman el plástico que da sustento al orden. Al desfiladero del desgüace.
Winston se rasca la sien derecha y huyendo de miradas sostenidas, sucumbe.
Chester sorprendido alza la ceja y le guiña un clic de mechero.
El cenicero arde. Y el humo les dispersa.
Se dan el hombro y salen del apartamento, callados, pero felices.
Son casi las ocho.
Ya era hora... que para cerrar viejas heridas se hayan de abrir los ojos.
Ícaro ©
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