Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.

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lunes, 30 de julio de 2012

Los mundos de Remedios Varo



La artista española Remedios Varo (Gerona, 1908), constituye un buen ejemplo de la relación entre el arte y el esoterismo. Aunque su obra no es muy conocida a nivel popular, sus pinturas no tienen nada que envidiar a las de otros artistas de siglo XX. Sirva este post como pequeño homenaje a esta gran artista.
Remedios creció bajo la influencia directa de sus padres, de personalidades casi antagónicas. Su padre era un ingeniero hidráulico, detalle que influiría en su obra, en la que continuamente aparecen artefactos mecánicos, mientras que su madre era una mujer muy religiosa, lo que la llevó a recluirla en un internado de monjas.
Aquel recluimiento se prolongaría hasta los 17 años, cuando Varo pudo trasladarse a Madrid para hacer realidad su vocación artística. Tras su graduación en 1931 se trasladó por un año a París, y más tarde regresó de nuevo a España, pasando por Barcelona y de nuevo Madrid. En aquella época conoció al escritor surrealista francés Bejamin Péret, con quien se casó en 1937. Péret era un simpatizante de la causa republicana española, pero él y Remedios se vieron obligados a huir a Francia para escapar de la guerra.
Una vez en París, Remedios entró en contacto con surrealistas de la talla deBretonTanguyErnst y la que sería su gran amiga,Leonora  Carrington . Allí comenzó a desarrollar su obra surrealista, exponiendo en varias galerías, pero sus cuadros todavía no mostraban las peculiares características que desarrollarían años más tarde.
Con la llegada de los nazis a Francia, Remedios y su marido decidieron huir a México, a donde llegaron en 1941. Allí entraron en contacto con otros artistas europeos también exiliados, como Luis Buñuel, y Remedios pudo fortalecer más su amistad con Leonora Carrington, aumentando entonces su interés por ideas esotéricas y espirituales, a las que se sumaron las influencias de la cultura mexicana.
Entre sus pinturas destacan las protagonizadas por personajes que emprenden “viajes metafísicos a otros mundos” , como en Hacia Aquario (1961), Trovador(1959) o Descubrimiento de un geólogo mutante(1961). Todas estas obras, sobre viajeros y científicos fantásticos sugieren, como explica el profesor Lois Parkingson, “la transmigración y los poderes de transfiguración conjurados por la alquimia medieval. Varo conocía bien los principios y la iconografía de esta tradición, cuyas raíces están profundamente arraigadas en el pensamiento español del medievo”.
Entre las creencias sobrenaturales que influyeron a Varo se encuentran las prácticas rituales de los indígenas mexicanos y la cultura sincrética del país, que la artista tuvo oportunidad de conocer mientras vivió allí.
Pero, más importante que las anteriores, son las influencias ajenas a México, aunque las recibiera durante su etapa en el país. Al igual que sucedía en Europa, también hasta allí habían llegado las prácticas y doctrinas espiritistas y ocultistas, y Varo recibió ampliamente su influjo. Como bien explica Parkinson en su excelente trabajo sobre Varo (Misticismo mexicano y la obra mágica de Remedios Varo), incluso varios presidentes mexicanos, como Francisco Madero y Lázaro Cardenas o Ezequiel Padilla pertenecieron a distintos grupos esotéricos.
Según Parkinson, Varo se mostró muy interesada por una larga lista de disciplinas y autores, como JungBlavatsky, el sufismo, las leyendas sobre el Santo Grial, además de la geometría sagrada, la alquimia, el I-ching chino o las ideas de Gurdjieff. ¿Se puede pedir más?
Sin embargo, el momento social y cultural que vivía México en aquellos años posibilitó el éxito de dos de estas ideas con mayor fuerza: la teosofía de Blavatsky (otra vez), y Gurdjieff. Detengámonos ahora brevemente en lo que se conoce como ‘cuarto camino’ de Gurdjieff. Este filósofo y místico ruso nació en una zona de Armenia en la que confluían las influencias culturales y religiosas de Europa y Asia. Ya adulto, viajó mucho por el continente asiático, impregnándose de sus tradiciones y creencias religiosas, que más tarde mezcló con sus conocimientos occidentales sobre distintas ciencias, como la astronomía, la psicología o la física.
Para el filósofo ruso, el ser humano vive “dormido”, ajeno a la verdadera realidad, por lo que propone un desarrollo de la conciencia mediante el trabajo interno del autoconocimiento. La doctrina más conocida de Gurdjieff es la del llamado ‘cuarto camino’ o ‘cuarta vía’, una idea surgida de la mezcla de elementos budistas, cristianos ortodoxos, hinduistas e incluso sufíes, consistente en la instropección (Gurdjieff lo llamabaremembranza) que permitiría la realización de esa transformación interna. Para el místico ruso, este camino podía recorrerse solo, pero era mejor hacerlo en compañía.
Todas estas teorías de Gurdjieff calaron con fuerza en parte de la sociedad de la época, y en especial entre los artistas. Entre ellos se encontraba, como ya hemos dicho, Remedios Varo. El profesor Parkinson tuvo oportunidad de consultar algunos de los libros que pertenecían a la biblioteca de la artista,
y entre ellos encontró la obra Relatos de Belcebú a su nieto, de Gurdjieff, así como un estudio sobre este personaje, escrito porJacques Dikran y titulado Gurjieff, el mesías del siglo XX, además de otros títulos de corte esotérico y ocultista.
A pesar de que esta influencia fue evidente, parece ser que al mismo tiempo Remedios Varo prefería mantener cierta distancia con dichas ideas. Según la propia sobrina de la artista, Beatriz Varo, su tía “entra en contacto con la doctrina mística de Gurdjieff, con seriedad y en broma al mismo tiempo, anima a sus amigos a unirse al grupo, pero luego es ella la que permanece al margen”.






Los edukadores (2005)

Dedicada a la niña de mis ojox. El mimbre que nos unió hace algo más de un año.

Tactma hqlmns



jueves, 26 de julio de 2012

Perra ciudad, gata cité.

Fotografía: Luigi Benedetti




Un poema es una ciudad llena de calles y cloacas,
llena de santos, héroes, pordioseros, locos,
llena de banalidad y embriaguez,
llena de lluvia y truenos y períodos
de ahogo, un poema es una ciudad en guerra,
un poema es una ciudad preguntando por qué a un reloj,
un poema es una ciudad ardiendo,
un poema es una ciudad bajo las armas
sus barberías llenas de borrachos cínicos,
un poema es una ciudad donde Dios cabalga desnudo
por las calles como Lady Godiva,
donde los perros ladran en la noche y persiguen
la bandera; un poema es una ciudad de poetas,
muchos de ellos muy similares
y envidiosos y amargados...

[...]


The Days Run Away Like Wild Horses Over The Hills, Charles Bukowski, 1969.


Y una ciudad es conjunto de pena orquestada. De asfalto sin alquitrán, ni mirada, ni labio ni murmullo callado. Una ciudad es un diccionario, la letra E en rúbricas doradas, 11º palabra, corondel ciego. E de engaño. Una pecera enjaulada. Sin raspas que peinar, de huesos que sajar para dar de comer lo que se envasa en el olvido. Glotones famélicos y hambruna tuerta. Un ovillo desatado y una rueca pinchada. Un mar de piedras. Y la piedra del que lazó el mapa de su memoria a la esperanza de sus sueños.

Una ciudad es un puerto de partida y una salida a los sonidos que por inventar engañan la memoria del santo bebedor de letras perdidas y vocales muertas. De palabras céntricas y enlatados gestos.

Una ciudad es dónde jamás dejaré que me entierren.

Por ello siempre huyo de dónde hace frío . . . en sus entrañas.
















The Black Keys





El nombre de la banda se inspiró en un artista amigo del grupo que padecía de esquizofrenia y que usaba el término black keys para describir a "las personas que no estaban del todo bien". Un doble significado también puede interpretarse como el hecho de que las teclas negras (black keys) de un piano comprenden una escala pentatónica menor empezando en mi bemol mayor, que se asocia frecuentemente con el blues y el rock.
El grupo editó su primer álbum The Big Come Up en el 2002, seguido por Thickfreakness en 2003 y Rubber Factory en 2004. En octubre de 2005 salió a la venta su DVD en vivo, Live que fue grabado en el Metro Theatre de Sídney el 18 de marzo del mismo año. Para 2006 editaron Magic Potion y el menos conocido EP Chulahoma.
Han logrado gran reconocimiento y aclamación por parte de la crítica desde que su álbum debut fuera ovacionado por la revista Rolling Stone[1]. La revista Time los nombró como uno de los "10 mejores actos del 2003"[2] (detrás de OutKast y The White Stripes). Le han abierto a varios grupos como Beck y Radiohead, salido de gira con otros como Sleater-Kinney y participaron en el festival Lollapalooza de 2005. Además, recibieron gran apoyo del influyente locutor británico John Peel, aparecieron en el Late Night with Conan O'Brien y el Late Show with David Letterman
Robert Plant (el cantante de Led Zeppelin), Billy Gibbons de ZZ Top y Thom Yorke y Jonny Greenwood de Radiohead son todos fans de The Black Keys[3]. Kirk Hammett, el guitarrista de Metallica también ha declarado en una entrevista que disfruta escuchar de su música. Matt Helders, baterista de los Arctic Monkeys, fue visto con una camiseta del grupo en una entrevista para MTV.





Él es el silencio

Fotografía: Svetlana Lenina
 
 
 
 
 
 
 
" Más allá de la oreja existe un sonido, la extremidad de la mirada un aspecto, las puntas de los dedos un objeto: es allí a donde voy. La punta del lápiz el trazo. Donde expira un pensamiento hay una idea, en el último suspiro de alegría otra alegría, en la punta de la espalda magia: es allí a donde voy. En la punta del pie el salto. Parece historia de alguien que fue y no volvió: es allí a donde voy. ¿ O no voy? Voy, sí. Y vuelvo para ver cómo están las cosas. Si continúan mágicas. ¿Realidad? Te espero. Es allí a donde voy. En la punta de la palabra está la palaba. Quiero usar la palabra "tertulia", y no sé dónde ni cuándo. Al lado de la tertulia está la familia. Al lado de la familia estoy yo. Al lado de mí estoy yo. Es hacia mí a dónde voy. Y de mí salgo para ver. ¿Ver qué? Ver lo que existe. Después de muerta es hacia la realidad adonde voy. Mientras tanto, lo que hay es un sueño. Sueño fatídico. Pero después, después de todo es real. Y el alma libre busca un canto para acomodarse. Soy un yo que anuncia. No sé de qué estoy hablando. Estoy hablando de nada. Yo soy nada. Después de muerta me agrandaré y me esparciré, y alguien me dirá con amor mi nombre. Es hacia mi pobre nombre adonde voy. Y de allá vuelvo para llamar al nombre del ser amado y de los hijos. Ellos me responderán. Al fin tendré una respuesta. ¿Qué respuesta? La del amor. Amor: yo os amo tanto. Yo amo el amor. El amor es rojo. Los celos son verdes. Mis ojos son verdes tan oscuros que en las fotografías salen negros. Mi secreto es tener los ojos verdes y que nadie lo sepa. En la extremidad de mí estoy yo. Yo, implorante, yo, la que necesita, la que pide, la que llora, la que se lamenta . Pero la que canta. La que dice palabras. ¿Palabras al viento? Qué importa, los vientos las traen de nuevo y yo las poseo. Yo al lado del viento. La colina de los vientos aullantes me llama. Voy, bruja que soy. Y me transmuto. Oh, cachorro, ¿dónde está tu alma? ¿Está cerca de tu cuerpo? Yo estoy cerca de mi cuerpo. Y muero lentamente. ¿Qué estoy diciendo? Estoy diciendo amor. Y cerca del amor estamos nosotros. "

Clarice Lispector,  Silencio
 
 
 
 
 
 
 

Desfile de la desmemoria





Fotografía: Saad Salem




"Los pies praguenses donde vivió Frank Kafka, y sus corbatas negras y sus sombreros y sus zapatos. El pelo enjuto de James Joyce, cuya mano quemó Dublín. Los amantes de Luis Cernuda, riéndose a sus espaldas. La esposa de Shakespeare, vieja y adúltera. Los ojos verdes y estrábicos de la enfermera jefe de la clínica en que murió Nietzsche. La mano de mujer que cogió los botines de piqué de Ramón Valle-Inclán y los arrojó por la ventana. La sífilis saltarina que Gustavo Adolfo Bécquer paseó por Madrid. La sífilis idéntica pero paseada por París de Charles Baudelaire. El padrenuestro que reza el fantasma de Rimbaud en una morgue de Marsella y Dios que se hace el sordo. El padrenuestro que reza Jorge Manrique antes de soltar la mano de su padre muerto. La risa de Quevedo mientras evacúa en una esquina de Madrid, en tanto rebota el mundo en su vesícula como una piedra verde. La madre con gota de Flaubert. La autopsia de Larra, su joven cerebelo. La carne de la máscara de Fernando Pessoa. La foto del padre de Dostoievsky en la billetera de Lenin. La cabeza muy grande de Rubén Darío, tan grande como su miedo. Las sopas de ajo que marea todas las noches el Manco de Lepanto con la mano buena mientras se mira con discreción la mano ausente. Los cien kilos secos que Oscar Wilde exhibe por los cafetines de París con orgullo marchito. La mano que aúlla de Pablo Neruda. El cadáver de Cela servido con guarnición de ministros. El gran desfile de la soledad de todos los tiempos, la soledad y sus palabras, la literatura."


 "Literatura" en Resurrección, de Manuel Vilas, 2005





Lo que la piel no dice

Composición de Jessica Hines






No está escrito en ningún sitio que la piel quiera ser envenenada, ni que prefiera la tinta, a la limpieza original. No está escrito que la voluntad tenga derecho a imponerse sobre la naturaleza. Ni que las mujeres quieran vivir grabadas en los brazos de unos hombres, que tal vez, algún día, no serán suyos. Nadie sabe si es del todo lícito imponerse una condena, una marca, un estigma. No está escrito que sea justo que el dolor se premie, ni que la moda o el adorno o el capricho tengan por qué mezclarse con el alma. No hay razón para atarse a un símbolo cuya trascendencia puede ser transitoria y su presencia permanente. Nadie nos obliga, ni puede obligarnos, a decir para siempre. 

Y sin embargo más de una vez lo decimos. Y más de una vez nos manchamos la piel, con la tinta de una idea, de un presagio, de una certeza, que después se olvida, de un amor que después se pierde, o se arruina, de una emoción que creímos duradera, pero que al final, por más que nos neguemos a verlo, estaba de paso. Se van quedando los días, que ya fueron, en la piel, y al mirar atrás, son las marcas las que nos recuerdan aquello que fuimos. 

Tal vez en algún momento soñemos con escapar de esta condena, porque al querer ser otros, nos condenamos irremediablemente a ser lo que ahora somos. Y pesa. ¿Pero acaso no pesan también los besos, las palabras que dijimos, el daño que hicimos y el que nos hicieron, acaso no pesa también la historia invisible que arrastramos? 

No sólo existe lo que puede verse, existe también lo que se intuye, lo que se promete, lo que se da, existe lo robado y lo que no conseguimos robar. 

La vida se amontona en los márgenes de la piel señalada y la piel señalada, se va convirtiendo en una nota al pie de la página de nuestra historia. 

¿Qué dicen los versos de amor cuando el amor se ha ido, a quién le hablan, qué explican exactamente? ¿De qué o de quién hablan las canciones del pasado? ¿Qué fue de la furia, del rencor, del entusiasmo, del champán y su resaca? ¿En qué momento nos dimos cuenta, de que nada de lo nuestro, era nuestro para siempre? 

La piel recuerda. Y en la temporada de las lluvias, no se borran nunca todos los caminos de vuelta a casa. La piel recuerda un tiempo anterior a la tinta, antes de ser señalada, y recuerda, un tiempo de soledad, antes de ser amada, aunque a menudo no recuerde con precisión el motivo de todo lo sucedido. 

Las señales que dejamos nos permiten reconstruir las cosas que rompimos. Se avanza a tientas por el pasado, y aunque no todas las piezas encajan, y algunas ni aparecen, poco a poco, se reconoce un olor, un momento, una noche, o el color de sus ojos. Las señales que dejamos en la piel, nos traen algunas de las cosas que tuvimos, que fueron nuestras, cuando el tiempo no existía, y la memoria no era necesaria. 

Porque puede ser que nada se recuerde, pero también puede ser que el amor se empeñe en pelear contra el olvido, como un boxeador sonado y persistente. Puede ser que los días se sobrepongan al rigor de los días, que todo se sume y se amontone, que nada se pierda del todo. Y puede ser que la piel quiera recordar después de todo, los nombres de las mujeres amadas, y las causas de todas las batallas, ganadas, o perdidas, y que los pasos en la nieve no se vayan con la nive. No es imposible, que lo que pareció arrogancia o locura termine por dar fé de lo que fuimos, y que nuestras manos se llenen, cuando ya no esperemos nada, de nuestros pasados y, tal vez, de otros futuros. 

No puede descartarse que en algún momento, recuperemos el orgullo y el sabor de lo vivido. No puede descartarse que volvamos sobre nuestros pasos, que reencontremos el sentido a lo perdido, ni debería ser imposible, y seguramente lo sea, que llegado el día, volvamos a entender el código cifrado de nuestra piel, el mensaje en la botella que lanzamos hace mucho, mucho años. 

Puede ser, incluso, que al final del camino, volvamos a hacer las paces con el tiempo y empecemos a entender, de nuevo, como niños que recuerdan donde escondieron sus tesoros, nuestros propios tatuajes.


Ray Loriga



 

Does it hurt? (2007)


lunes, 23 de julio de 2012

Moliniere

 



Pierre Molinier (1900 - 1976), pintor y fotógrafo francés, nacido en Burdeos, donde transcurrirá la mayor parte de su vida. En su primera etapa, más consagrada a la pintura y al dibujo, expone regularmente en los salones como miembro de la Sociedad de Artistas Independientes de su ciudad natal. Sus paisajes y naturalezas muertas, en esta época, se aproximan a los planteamientos impresionistas, mientras que sus retratos y autorretratos poseen matices mucho más expresionistas. A comienzo de los años 50, a raíz de la presentación de su obra "Le Grand Combat", juzgada como indecente, en la que ya aparecen claramente reflejadas las obsesiones eróticas y fetichistas, que caracterizarían toda su trayectoria posterior, se produce una ruptura con su comunidad artística.

A mediados de los 50, Molinier contacta con André Breton, quién le apoyaría para integrarlo en su grupo y exponer en París, llegando a componer la portada del nº 2 de la revista "Le Surréalisme même" y participando en ediciones posteriores. Formaría parte del movimiento surrealista, aunque sus planteamientos y opiniones diferían, a menudo, del Surrealismo. En 1965 el detonante del conflicto con sus compañeros de grupo sería la presentación de un lienzo que consideraron demasiado irreverente, titulado: "Oh!... Marie, Mère de Dieu" (¡Oh!... María, Madre de Dios). Ello, unido a su difícil carácter, a menudo blasfemo y obsceno, acabaría desembocando en un alejamiento de Breton y los surrealistas.

Finalmente, Molinier se recluyó en su pequeño apartamento de Burdeos, prácticamente marginado y aislado del resto del mundo, frecuentado en ocasiones por su pequeño grupo de amigos y amantes (hombres y mujeres), donde se consagrará totalmente a su obra plástica y en especial a la fotografía, camino que ya había emprendido desde los años 60. Su obra fotográfica, basada principalmente en autorretratos y en composiciones de fotomontajes, donde Moliner se erige en el propio objeto y sujeto de la obra, es una de las expresiones eróticas más fascinantes que ha dado el arte del siglo XX. Pierre Moliner, precursor del Body Art, se reinventa una y mil veces a través de un transformismo narcisista, en el que usará sus fetiches femeninos favoritos como medias, zapatos de tacón de aguja, corsés, guantes, etc. y objetos fálicos, tales como variados consoladores elaborados por él, para convertirse en un ser imaginario, andrógino, casi mitológico, que reúne en sí mismo la esencia de ambos géneros. Recrea un erotismo onanísitico, de gozo autosuficiente y egocéntrico y de tono sadomasoquista, transgrediendo a su vez los valores ortodoxos de la virilidad. Para sus características composiciones "calidoscópicas", se sirve del fotomontaje y de la integración de múltiples fragmentos corporales, a modo de piernas, torsos y brazos de maniquís creados por él, al estilo de las muñecas de Hans Bellmer.

Pierre Molinier se suicidaría en 1976 en su apartamento, mandando una nota a sus amigos que decia: "Je me tue. La clé est chez le concierge." (Me mato. La llave la tiene el conserge.). Era una muerte anunciada. Ya en los años 50 expresó reiteradamente su deseo de morir. Se construyó una cruz, de las de cementerio, con el siguiente epitafio: "Aquí yace Pierre Molinier, nacido el 13 de Abril de 1900, muerto hacia 1950. Fue un hombre sin moralidad. Inútil llorar por él." Su suicidio fue un acto sereno y meditado, enmarcado en un escenario elaborado, como si se tratase de la culminación de su obra, en la que inevitablemente todo el proceso de manipulación del cuerpo debiera acabar en su desintegración.

En esta ocasión, he escogido dos fotografías del autor, que estimo muy representativas, pues encarnan el imaginario que repetirá de forma obsesiva. Por un lado, su autorretrato en actitud de gozo narcisista, travestido en ese ser andrógino que exhibe los atributos femeninos y masculinos al mismo tiempo, como deseo de perfección. Por otro, un fotomontaje a modo de reiteración fetichista de un cuerpo fragmentado en el que queda plasmado su obsesión por las piernas y sus complementos fetiches.










El devorador, devorado.

Fotografía: Ivo Pandoli










El pulpo tiene ojos del pescador que lo atraviesa.
Es de tierra el hombre que será comido por la tierra que le da de comer.
Come el hijo a la madre y la tierra come al cielo cada vez que recibe la
lluvia de sus pechos.

La flor se cierra, glotona, sobre el pico del pájarohambriento de sus mieles. No hay esperado que no sea esperador ni amante que no sea boca y bocado, devorador devorado: los amantes se comen entre sí de cabo a rabo,de punta a punta, todos toditos,
todopoderosos, todo poseídos, sin que quede sobrando la punta de una
oreja ni un dedo del pie.

Eduardo Galeano








Tú crees en el ron del café, en los presagios

Dibujo de Alejandra Pizarnik






Tú crees en el ron del café, en los presagios,
y crees en el juego;
yo no creo más que en tus ojos azulados.
Tú crees en los cuentos de hadas, en los días
nefastos y en los sueños;
yo creo solamente en tus bellas mentiras.
Tú crees en un vago y quimérico Dios,
o en un santo especial,
y, para curar males, en alguna oración.
Mas yo creo en las horas azules y rosadas
que tú a mí me procuras
y en voluptuosidades de hermosas noches blancas.

Y tan profunda es mi fe
y tanto eres para mí,
que en todo lo que yo creo
sólo vivo para ti.



Paul Verlaine






Ladrón de bicicletas (1948)


Antes de que te lo enseñen por ahí

Shirin Neshat




Antes de que te lo enseñen por ahí
te lo voy a explicar yo
-me dijo-
mientras abría mi cama.
Ya no recuerdo cuantos años tenía entonces,
si era joven o vieja.
Sólo recuerdo el asco
arrastrándose dedo tras dedo
por las manos de todos los hombres
-por mis propias manos-
Por favor, pasen sin tocar, pasen pasen.

Hasta que un día encerré el dolor en un frasco
le puse al asco tu cara
y cerré la tapa.
Cuando abrí los ojos habías desaparecido
y por fin pude besar
los ansiolíticos dedos de mi amante.

(Bella Durmiente. Hiperión ediciones, 2004.)


Miriam Reyes





 

Frases de fresas XI

Las sombras que tú creas no tienen derecho a la noche.
Paul Éluard





Entre la pupila y la retina
hay algo que no se ve
y que ya nos está contemplando.

Escribidos imperfectos




Dibujo Erika Khun





 





Mero ahorro, Señor, hubiera sido
hacernos todo
desmemoria
y sexo.

José Miguel Ullán






Se ocultan durante cuarenta días y cuarenta noches; y cuando el año va corrido, aparecen de nuevo en el momento en que se afila el hierro.

Hesíodo







 






Como los erizos, ya sabéis, los hombres un día sintieron su frío. Y quisieron compartirlo. Entonces inventaron el amor.

Luis Cernuda



 
Porqué las huellas borran huellas y aun así seguimos empeñados.
Juan Bello 






jueves, 19 de julio de 2012

"La desesperación no tiene alas...."




Fotografía: Eve Arnold




"Conozco la desesperación a grandes rasgos. La desesperación no tiene alas, no se sienta necesariamente a una mesa quitada en una terraza, de noche, a la orilla del mar. La desesperación es y no es el retorno de una serie de pequeños hechos como semillas que al caer la noche dejan un surco por otro. No es el musgo sobre una piedra o el vaso de beber. Es un barco plagado de nieve, si queréis, como los pájaros que mueren y su sangre no tiene el más mínimo espesor. Conozco la desesperación a grandes rasgos. Una forma muy pequeña, delimitada por joyas de pelo. Es la desesperación. Un collar de perlas para el que no se sabría encontrar broche y cuya existencia no pende siquiera de un hilo, eso es la desesperación. Del resto no hablemos. Acabaríamos por desesperarnos si comenzáramos. Yo desespero del tragaluz hacia las cuatro, desespero del abanico hacia las doce, desespero del cigarrillo de los condenados. Conozco la desesperación a grandes rasgos. La desesperación no tiene corazón, la mano permanece siempre ante la desesperación jadeando, ante la desesperación que los espejos jamás nos dicen si ha muerto. Vivo de esa desesperación que me encanta. Me gusta esa mosca azul que vuela por el cielo a la hora en que las estrellas canturrean. Conozco a grandes rasgos la desesperación de los largos y frágiles asombros, la desesperación de la soberbia, la desesperación de la ira. Me levanto todos los días como todo el mundo y extiendo los brazos sobre un papel de flores, no me acuerdo de nada, y siempre descubro con desesperación los bellos árboles desarraigados de la noche. El aire de la habitación es bello como unas baquetas de tambor. Forma un tiempo de tiempo. Conozco la desesperación a grandes rasgos. Es como el viento que me ayuda. ¡Se tendrá idea de semejante desesperación! ¡Fuego! Ah, vendrán otra vez... ¡Socorro! Helos ahí cayendo por la escalera... Y los anuncios de periódico, los letreros luminosos a lo largo del canal. A grandes rasgos la desesperación carece de importancia. Es un incordio de estrellas que de nuevo va a formar un día de menos, es un incordio de días de menos que de nuevo va a formar mi vida."


André Breton






La canción de amor de Alfred Prufrock

...




Si yo creyera que mi respuesta fuera
a una persona que alguna vez podría retornar al mundo,
esta llama, sin más, quieta estuviera;
pero ya que jamás desde este fondo
escapa un ser humano, sí escuché verdad,
sin temor a la infamia te respondo.


 
Vayamos, pues, tú y yo
cuando la tarde se haya tendido contra el cielo
como un paciente eterizado sobre una mesa;
vayamos, entonces, por calles casi desiertas,
murmurantes retrocesos
de noches inquietas en hoteles baratos y de una noche
y empolvadas fondas con conchas de ostras;
calles que se prolongan como un argumento aburrido
de intención tediosa
que te llevan a una pregunta abrumadora...
Oh, no preguntes “¿Qué es?”
Vayamos a hacer nuestra visita.

En la habitación, las mujeres vienen y van
hablando de Miguel Ángel.

La niebla amarilla que lava su espalda en el cristal de las vidrieras,
el humo amarillo que lava su hocico en el cristal de las vidrieras
pasó su lengua por el interior de las esquinas de la tarde,
se quedó suspenso largo tiempo sobre los charcos de las cunetas,
dejó caer sobre su espalda el tizne que cae de las chimeneas,
se deslizó por la terraza, dio un salto súbito,
y, viendo que era una noche suave de octubre,
se enroscó una vez a la casa y se quedó dormido.

Y, en verdad, habrá tiempo
para el humo amarillo que se desliza a lo largo de la calle,
frotando su espalda sobre el cristal de las vidrieras;
habrá tiempo, habrá tiempo
para preparar un rostro que acepte los rostros que encuentres,
habrá tiempo para matar, habrá tiempo para crear
y tiempo para todas las labores y los días hábiles
que levanten y dejen caer una pregunta en tu plato;
habrá tiempo para ti y habrá tiempo para mí,
y habrá tiempo incluso para cien indecisiones,
y habrá tiempo para cien visiones y revisiones
antes de que tomemos una tostada y té.

En la habitación, las mujeres vienen y van
hablando de Miguel Ángel.

Y en verdad habrá tiempo
para preguntarse “¿Me atrevo?” y, “¿Me atrevo?”
Habrá tiempo para volverse atrás y bajar la escalera
con un lugar calvo en mitad de mi pelo.
(Dirán: “¡Qué ralo se le está poniendo el pelo!”)
Mi traje matinal, mi cuello que sube firmemente al mentón,
mi corbata, rica y modesta pero asegurada por un simple alfiler.
(Dirán: “Pero, ¡qué delgados son sus brazos y sus piernas!”)
¿Me atrevo
a perturbar el universo?
En un minuto hay tiempo
para decisiones y revisiones que un minuto revocarán.

Porque ya las he conocido a todas, a todas ellas:
he conocido las noches, las mañanas, las tardes,
he medido mi vida con cucharillas de café;
conozco las voces que mueren poco a poco
bajo la música llegada de un cuarto distante.
Entonces, ¿cómo podría yo atreverme?

Y he conocido ya los ojos, todos ellos:
los ojos que nos fijan en una frase formulada,
y cuando esté yo formulado, debatiéndome en un alfiler,
cuando yo esté clavado y retorciéndome en la pared,
¿cómo podría entonces empezar
a escupir todas las colillas de mis días y de mis costumbres?
¿Y cómo podría atreverme?

Y he conocido ya los brazos, todos ellos:
brazos con brazaletes y blancos y desnudos.
(¡Pero bajo la lámpara poblado de claros vellos castaños!)
¿Es acaso el pefume de un vestido
lo que así me hace divagar?
Brazos que reposan sobre una mesa o se envuelven en un chal.
¿Y podría yo entonces atreverme?
¿Y cómo podría empezar?

¿Diré: fui, al crepúsculo, por calles estrechas
y contemplé el humo que sale de las pipas de hombres solitarios,
asomados a sus ventanas, en mangas de camisa?..

Yo debí ser un par de manos andrajosas
que rasaron los suelos de mares silenciosos.

¡Y la tarde, la noche, duerme tan apaciblemente!
Alisada por largos dedos,
dormida... fatigada... o bien se hace la enferma,
extendida en el suelo, aquí junto a ti y a mí.
¿Tendría yo, después del té y los pasteles y los helados,
la fuerza para forzar el momento a su crisis?
Pero aunque he llorado y ayunado, llorado y orado,
y aunque vi mi cabeza (ya un poco calva) traída en una bandeja,
no soy profeta (pero esto no importa mucho);
he visto flaquear el momento de mi grandeza
y he visto al eterno lacayo recibir mi abrigo y sonreír estupida­mente,
y, en suma, tuve miedo.

¿Y habría valido la pena, después de todo,
después de las tazas, la mermelada, el té,
entre la porcelana, entre alguna conversación sobre ti y sobre mi,
hubiera valido la pena
haber hincado el diente en el asunto con una sonrisa,
haber comprimido el universo en una bola
para rodarlo hacia alguna pregunta abrumadora,
para decir: “Soy Lázaro, vuelto de entre los muertos,
vuelto para decirsélo todo, se lo diré todo”.
Si una, acomodando una almohada junto a su cabeza,
dijera: “No es eso lo que quise decir, no es eso.
No se trata, en absoluto, de eso”.

Y hubiera valido la pena, después de todo,
hubiera valido la pena,
después de los ocasos y de los patios y de las calles regadas,
después de las novelas, después de las tazas de café, después
de las faldas que arrastran por el piso
(y esto, y tanto más).
¡Es imposible decir exactamente lo que quiero decir!
Pero como si una linterna mágica proyectara los nervios en
modelos sobre una pantalla:
¿Habría valido la pena
si una, acomodando una almohada o quitádose un chal
y volviéndose hacia la ventana, hubiera dicho:
“No es eso, en absoluto,
no es eso lo que quise decir, en absoluto”.

¡No! No soy el príncipe Hamlet ni es mi intención serlo,
soy un señor cortesano, uno que servirá
para llenar una pausa, iniciar una escena o dos,
aconsejar al príncipe; sin duda, un instrumento dócil,
obediente, contento de servir,
político, precavido, meticuloso,
lleno de altos conceptos, pero un poquito obtuso;
a veces, en verdad, casi rídiculo:
casi, a veces, el Bufón.

Envejezco... Envejezco...
Usaré enrollados los extremos de mi pantalón.
¿Me peinaré el cabello hacia atrás?
¿Me atrevo a comer un melocotón?
Me pondré pantalones de franela blanca y caminaré por la playa.
Allí he oído a las sirenas cantándose una a otra.

No creo que canten para mí.

Las he visto cabalgar sobre las olas, mar adentro,
peinando los blancos cabellos de las olas revueltas
cuando el soplo del viento vuelve el agua blanca y negra.

Nos hemos quedado en los dormitorios del mar
al lado de muchachas marinas
coronadas de algas marinas rojas y pardas
hasta que voces humanas nos despiertan, y nos ahogamos.





T.S. Eliot









Berquet





Gilles Berquet  fotógrafo y artista francés. Uno de los máximos representantes de la escena fetish francesa junto a su musa y compañera Mïrka Lugosi. Figura en la lista de mis autores preferidos, en su cabecera.

No he conseguido la ficha técnica de la fotografía expuesta, realizada con gelatina de bromuro de plata, sobre finales de los 90’. Aún así, merecía la pena compartirla. Refleja a la perfección la esencia de la obra de Berquet. Claroscuros marcados. Cierta pátina gótica. Plasma explícitamente una actitud erótica desafiante y transgresora. Una mirada moderna sobre un fetichismo con aire vintage y pinceladas surrealistas en el tratamiento de la escena, aunque, en otras obras, esto es más evidente. El título me lo he inventado. Tampoco he logrado ese dato. Muchas de las fotografías de Berquet no tienen nombre.

Ella: sometida y exhibida, con toda la fuerza de animal salvaje en los ojos. Sin duda, una loba.








Anastomos

Fotografía: C-man




"Es muy raro, por no decir imposible, que los hombres se pongan de acuerdo en cuestiones de belleza, y sin embargo todos están de acuerdo en reconocer que Anastomos es bellísimo. Está todo hecho de espejos, o, para ser precisos, todo recubierto de espejitos, más pequeños en el rostro, más anchos en la espalda y en el pecho. También los ojos son espejos, gruesos espejitos móviles y azules en los cuales nos vemos reflejados sobre un fondo turquesa como en un cielo feliz, como en aguas irresistibles. A la luz del sol, en la playa, es una aparición tan deslumbrante que la gente se queda con la boca abierta, y no se atreve a acercarse, atrapada por una mezcla de fascinación como frente a algo sagrado e intocable; sólo los niños corren tras él. Cuando después entra en el mar, en medio de las olas espumosas, es tal el reverbero recíproco de destellos irisados de los espejos a las gotas y de las gotas a los espejos que es como ver a una divinidad primordial de forma humana surgir del agua y del fuego al mismo tiempo. Y quizá sea una divinidad, porque no está concedido a los hombres ser tan bellos. En sus espejos vemos reflejadas aquellas cosas que verdaderamente, sin hipocresía, amamos; no las cosas humanas, tan abrumadas por la caducidad y por el cambio, sino los árboles y las nubes, los pájaros y las flores, las cascadas y las islas, los astros y las llamas, todo lo que en nuestra mortalidad sentimos como eterno, y que no amaríamos si no lo sintiésemos, oscuramente, intocable. También Anastomos, si es por eso, es intocable: nadie osaría poner los dedos en sus espejos, estos dedos que aun cuando están limpios, siguen estando sucios. Con su piel de espejos, Anastomos es para nosotros la geometría, y por ende la música."

J.R. Wilcock