Amé en aquella mirada lo que había de sospecha. Y el miedo de las cosas tenía en aquel espejo la ilusión de disentir del futuro. Contacto: jrubaz@hotmail.com
Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.
Le susurró ella a él, mientras ni la mano, ni una sola letra bailaba coja sobre la pérgola de áquel bosque de nadies:
-Puedes sonreír y seguir vivo. Puedes decir sin abrir el cielo a los sombreros que cubren tus ies, al techo de aquella austera y humilde cantinela sorda. Puedes, deberías cruzar esa seriedad que te envejece, mientras tus rasgos y tú hechizo esculpen ese tallaje de sal como si fueras un sastre en el museo de cera. Siempre llegas más tarde de lo que crees.
Y él, sumiso, encontrado, maduro, presto. Sin aspavientos e imperceptible, de nuevo, como siempre, no soltó prenda, ni torció palabra. Ni se mordió la lengua, ni apretó su palma contra el muro de su paladar arcángel.
La dejó caer.
Y ella, de nuevo, como siempre, encontró a él donde el recuerdo es un mudo espejo en la senda perdida que nunca encontrará la boca de quien vive caminando sobre nubes de tierra prometida.
Mansamente, insoportablemente, me dueles. Toma mi cabeza. Córtame el cuello. Nada queda de mí después de este amor. Entre los escombros de mi alma, búscame, escúchame. En algún sitio, mi voz sobreviviente, llama, pide tu asombro, tu iluminado silencio. Atravesando muros, atmósferas, edades, tu rostro (tu rostro que parece que fuera cierto) viene desde la muerte, desde antes del primer día que despertara al mundo. ¡Qué claridad de rostro, qué ternura de luz ensimismada, qué dibujo de miel sobre hojas de agua! Amo tus ojos, amo, amo tus ojos. Soy como el hijo de tus ojos, como una gota de tus ojos soy. Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme, del suelo, de la sombra que pisas, del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños. Levántame. Porque he caído de tus manos y quiero vivir, vivir, vivir.
Jaime Sabines
Fotogrfía: Enric Estarlí
No es que muera de amor, muero de ti....
No es que muera de amor, muero de ti. Muero de ti, amor, de amor de ti, de urgencia mía de mi piel de ti, de mi alma, de ti y de mi boca y del insoportable que yo soy sin ti.
Muero de ti y de mi, muero de ambos, de nosotros, de ese, desgarrado, partido, me muero, te muero, lo morimos.
Morimos en mi cuarto en que estoy solo, en mi cama en que faltas, en la calle donde mi brazo va vacío, en el cine y los parques, los tranvías, los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza y mi mano tu mano y todo yo te sé como yo mismo.
Morimos en el sitio que le he prestado al aire para que estés fuera de mí, y en el lugar en que el aire se acaba cuando te echo mi piel encima y nos conocemos en nosotros, separados del mundo, dichosa, penetrada, y cierto , interminable.
Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos entre los dos, ahora, separados, del uno al otro, diariamente, cayéndonos en múltiples estatuas, en gestos que no vemos, en nuestras manos que nos necesitan.
Nos morimos, amor, muero en tu vientre que no muerdo ni beso, en tus muslos dulcísimos y vivos, en tu carne sin fin, muero de máscaras, de triángulos oscuros e incesantes. Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo, de nuestra muerte ,amor, muero, morimos. En el pozo de amor a todas horas, inconsolable, a gritos, dentro de mi, quiero decir, te llamo, te llaman los que nacen, los que vienen de atrás, de ti, los que a ti llegan. Nos morimos, amor, y nada hacemos sino morirnos más, hora tras hora, y escribirnos y hablarnos y morirnos.
me levanto a las 6:20 miro por la ventana, por un lado la montaña por el otro el horizonte el día boqueando voy a la cocina caliento un triángulo de pizza saco un donuts de chocolate que se lanza sobre mí (frío) preparo un colacao helado Abro la puerta La mejor temperatura del día 21º Me siento mientras el aire de la sierra me deja no pensar la falda de la montaña me llama no veo a nadie no escucho a nadie es la naturaleza salvaje sin voces podría pasarme horas el bigote manchado de polvos y leche y tú haciendo largos en los pliegues de mi cerebro buceando metiéndote hasta los codos acechando a la oscuridad que me ataca besando mis curvas y mis pensamientos tiznados vuelvo y estoy allí sólo falta que el genio frote mi cabeza para que salgas te sientes a mi lado y nos riamos el único sonido, en medio de un universo dormido. I. Nikolayevich