Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.

Mi foto
Instagram: icaro_1969

viernes, 15 de marzo de 2013

Hara-kiri (1962)


Biografía anónima

Fotografía: Edmondo Senatore


Soy un oscuro ciudadano
abandonado en medio de las calles
por el cuchillo sin pan del mediodía, 
despojado y marchito
como el reloj de las iglesias, 
sin otro oficio que vagar entre disfraces.

Soy el familiar venido a menos, 
enraizado a las tabernas
y a la complicidad del bandolero. 
Mi voz naufraga en los cristales de las tiendas, 
y he perdido la vista en los periódicos, 
pero tengo los pies bien puestos sobre la tierra
y una almohada que vuela por los hospitales
y por los dormitorios del oscuro hogar de nadie. 
Tengo una celda amable en las comisarías, 
y suelo bailar a hurtadillas bajo la noche
con mi camisa blanca
y mi corbata deshojada.

Soy un oscuro ciudadano
extraviado por el mundo: 
voy cogiendo colillas de cigarros, 
y canto en los tranvías, 
y me peino hacia atrás, valientemente, 
para mostrar mi noble frente anónima
en los baños públicos y en los circos de mi barrio.

Soy un oscuro habitante; no soy nadie; 
en nada me distingo de algún otro ciudadano; 
tengo abuelas y parientes que se han ido
y una espalda ancha que socava
la pared amiga de las cervecerías.

Soy una ola entre todas las olas, 
una ola que se levanta 
a las seis de la mañana
porque ya no puede
oler el polvo de su casa, 
una ola que se alza, alborozada
hacia las playas
para un retorno interminable al centro de las cosas
donde las olas todas
se empujan mutuamente
estériles y solas.

Porque yo no soy digno de mi semen, 
Señor, yo no soy nadie; 
estoy en medio de las calles
girando como un organillero
con mi camisa gastada, inamovible, 
mirándome la punta del zapato
por si alguien quiere darme
una moneda que no quiero, 
aunque nadie me ha visto pasar
esta tarde ni nunca, 
porque nunca soy alguien, 
ni siquiera un oscuro ciudadano
resucitado por el hambre.

Mi voz ha muerto en los cristales de las tiendas, 
y tengo una espuma de mar aquí en la boca, ebrio, 
porque soy una ola entre todas las olas, 
que viene a morir en esta arena de miseria
decentemente con su traje de franela
y su ciega corbata
como buen hombre que era.

Fui un oscuro ciudadano, 
Señor, no lo divulgues, 
cesante, ¡sí! 
Hasta aquí llegó la vida, 
pero recuerda al fin: 
yo nunca pedí nada
porque tuve camisa blanca.




Armando Rubio Huidobro






miércoles, 6 de marzo de 2013

Al borde del agua


Fotografía: Marcin Sacha




La gente en su soledad

en su sueño de amor

o en su falta de amor

baja siempre

al borde del agua

por la noche

Su flujo apacigua el espíritu quebrado

torturado del hombre

Sus pensamientos se mezclan dulcemente

con la corriente

y abandonan el cuerpo

a la tranquilidad.

El agua es la gran amiga

del espíritu

su consoladora

la que aporta la paz



Fluir

fluir

fluir siempre

Arrojad un palo

y se va

arrastrado hacia las grandes entrañas

Arrojad un cadáver

y se va

arrastrado mar adentro

Arrojad vuestra pena

vuestro pesar

vuestro tormento

el agua arrastra todo

Nada más que fluyendo

sin fin ni tregua



El río jamás dice no

al hombre

Acepta todo

imparcialmente

con serenidad

Es el mantenedor del movimiento

Dice sí, sí, sí

todo el tiempo

Dice sí

incluso cuando se pierde en el mar

en torbellinos sin fin




Henry Miller







Perdido

Timo Hartikainen





I

Perdido. A pocos pasos de la casa, no obstante, a no más de tres tiros de piedra.
Allá donde cae la flecha que fue lanzada al azar.
Perdido, sin drama. Alguien me encontrará. Unas pocas voces se alzarán de todas partes en el cielo, en la noche que cae.
Y no son más que las cuatro, falta una buena parte del día para seguir perdiéndose –yendo, corriendo a veces, volviendo– por entre las piedras rotas y estas encinas grises, en el bosque surcado de hondonadas que busca en todas partes el infinito, bajo el horizonte tumultuoso. Pero aquí, en el paso, se cierra más aún.
Necesariamente, encontraré un camino.
Veré esa granja en ruinas, de donde partía una huella.
¿Llamaré? No; no todavía.

II

Perdido, sin embargo. Porque tiene que decidir, casi a cada instante, pero no puede hacerlo. Nada le habla, nada le es ya un indicio. La idea misma de indicio se disipa. En la huella que había dejado la palabra sobre lo que es, el agua de la apariencia desierta vuelve a subir y brilla, única.
Cada palabra: algo obturado ahora, como una superficie mate sin nada que vibre: una piedra.
Puede articular esa palabra: la encina.
Pero cuando dice: la encina –y en voz alta, ¿por qué?– la palabra queda, en su mente, y se vuelve más pesada, como en la mano la llave que no giró. Y la figura del árbol se parte, se fragmenta, y se vuelve a unir otra vez en las alturas, en lo absoluto, como cuando miramos esas abolladuras del cristal en los antiguos vidrios.
El color, confinado al borde de la imagen por el henchimiento del cristal. Eso que llamamos la forma, agujereado por un saledizo –desmentido. Como si permaneciera abierta la mano que guarda encerrados colores y formas.

III

Perdido. Y las cosas acuden de todas partes, se apiñan en torno a él. Ya no hay más otro lugar en ese instante en que tan intensamente necesita otro lugar.
Pero ¿lo necesita él?
Y algo acude del centro mismo de las cosas. No hay más espacio entre él y la más mínima cosa.
Sólo la montaña allá abajo, muy azul, lo ayuda a respirar aquí, en el agua de lo que es, que vuelve a subir.
Es familiar, sin embargo, esa impresión de envión que se ejerce sobre él desde el adentro de todo. Ayer, nomás ¡cuántos caminos demasiado abruptos hacia el punto de fuga, en la tinta derramada de las nubes! ¡Cuántas palabras que venían quién sabe de dónde, entre las palabras! ¡Cuántos juguetes, que de golpe no eran más el pequeño damero o los cubos recubiertos de imágenes sino la madera gastada en los bordes, la fibra que traspasa el color.
Le decían, desde lejos: Ven, y él no oía más que esa salpicadura de sonido que se desarma en las baldosas.


Yves Bonnefov





Es nuestro

Creación, Marcin Sacha






hay siempre ese espacio ahí
justo antes de que nos agarren
ese espacio
que nos relaja
nos deja respirar
digo
tirarte en la cama
pensando en nada
o digo
servirte un vaso de agua del
grifo
mientras tú te llenas de
nada
ese
espacio
amable y puro
es lo que vale
siglos de
existencia
digo
sólo rascarte el cuello
mientras miras por la ventana
una rama desnuda
ese espacio
ahí
antes de que nos agarren
nos asegura
que
cuando lo hagan
no lo tendrán
todo. 



Charles Bukowski








Wilco, live Barcelona 2012






Fotografía: Darius Klimzak









Dime

Fotografía: Hugo Romano





Dime que no me conformarás nunca,
ni me darás la felicidad de la resignación,
sino la felicidad que duele de los elegidos,
los que pueden abarcar el mar y el cielo con sus ojos
y llevar el Universo dentro de sus cuerpos:

Y yo te vestiré con lodo y te daré de comer tierra
para que conozcas el sabor de vientre del mundo.

Escribiré sobre tu cuerpo la letra de mis poemas
para que sientas en ti el dolor del alumbramiento.

Te vendrás conmigo: Haremos un rito del amor
y una explosión de cada uno de nuestros actos.

No habrán paredes que nos acorralen,
ni techo sobre nuestras cabezas.

Olvidaremos la palabra
y tendremos nuestra propia manera de entendernos;
ni los días, ni las horas podrán atraparnos
porque estaremos escondidos del tiempo en la niebla.

Crecerán las ciudades,
se extenderá la humanidad invadiéndolo todo;
nosotros dos seremos eternos,
porque siempre habrá un lugar en el mundo que nos cubra
y un pedazo de tierra que nos alimente.




Gioconda Belli





Sócrates (1971)