Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.

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miércoles, 26 de septiembre de 2012

Retazos XV

Fotografía: Russell Klika




"Incluso con mi último suspiro agradezco al destino que haya podido ser un hombre y, también, que en mi alma tenebrosa se haya encendido una chispa de inteligencia. He visto la tierra, el cielo y las estaciones. He conocido el amor, los fragmentos de la realidad, los deseos y los desengaños. He vivido en la Tierra y, poco a poco, me he serenado. Un día me moriré, y esto es prodigiosamente natural y sencillo. ¿Habría podido sucederme alguna otra cosa mejor y más sencilla? No, he vivido tanto como he podido y he vivido lo mejor de todo: el destino del hombre. Otra cosa mejor que esta no me habría podido pasar." (Herbario, 1943)

"Cualquier éxito despierta sospechas. ¿Qué hago yo del elogio que me hace mi cartero? No se puede conquistar el mundo, sólo se le puede convencer. El conquistador, aquel al cual el mundo abraza contra su pecho, siempre renuncia a él mismo; el que convence, somete a algo o a alguien, a una persona o a algún tipo de necedad. Yo voy buscando por la vida este otra éxito, que sólo puede ser personal: quiero convencer alguna otra alma. Y esto es lo máximo." (Cielo y tierra, 1942)

Sándor Márai






"Sólo dos clases de gentes son felices y libres de tensión: el irremediablemente tonto y el que se ha superado a sí mismo yendo más allá de su mente y alcanzando el estado de la sabiduría. Todos los demás, los de en medio, están en varios planos de tensión y tristeza."

La religión y el futuro del hombre. Sarvepalli Radhakrishnan





"No quiero que me ames
quiero que ames.
Los incendios no tienen dueño.



"Voy donde me llevan mis pies 
dice mi boca
pero no soy ni el que habla
ni el que anda."


"Caerás
hasta llegar
a la cima."



Piedras del camino. Alejandro Jodorowsky









Jorge Folch (1926-1948)


Ilustración de Ramón de Capmany en el libro Poemas (1950)

Mientras se bañaba en el estanque del
merendero sito en la, calle de Panamá, número
1, murió asfixiado el joven Jorge
Folch Rusiñol, de 21 años de edad.
Con esta escueta nota La Vanguardia informaba el 30 de marzo de 1948 de la muerte de Jorge Folch.  
Antes de su muerte sólo había publicado un pequeño volumen de poemas titulado 'Creso Livio' en una edición privada. Dos años después de su muerte Alberto Oliart y Carlos Barral publicaron una recopilación de todos su textos en un libro llamado 'Poemas' (con notable prólogo de los propios Oliart y Barral, y con un soneto de quien consideraba maestro literario, Joaquín Montaner). En 1999 otro poeta barcelonés, Enrique Badosa, publica una antología tratando de rescatar del olvido la obra de Folch.

La personalidad de Folch fue tan interesante como su obra. De él se cuentan su interés por los cementerios, por los barrios bajos y las tabernas sórdidas, por las alcantarillas de Barcelona que visitó asiduamente durante un tiempo, por las aguas residuales, los pozos, su mitomanía y fascinación por el mundo clásico... Algunas de las personas que lo conocieron reconocen todo éso, pero también su incapacidad de discernir en las excentricidades de Folch qué parte pertenecía a la persona y qué parte al personaje (si es que realmente esa distinción puede hacerse en ningún caso).
"Folch practicaba ritos lustrales. Ofrecía a los dioses zarzas ardiendo o corría desnudo hacia el bosque próximo imitando gestos de bajorrelieve. Y es curioso que nunca nos preocupara a los otros dos [Oliart y Barral] el averiguar hasta qué punto tomaba en serio aquellos mimos".
Años de penitencia. Carlos Barral (Alianza Editorial)
A través de las memorias de Barral descubrimos a un hombre que mezcla la sensibilidad artística y el desprecio por la mediocridad de los Rusiñol y quizás, específicamente, el sarcasmo atroz y el gusto por la belleza plástica de Don Santiago; con una parte pragmática y de mentalidad científica que le transmitió su admirado padre y su también admirado hermano. En Jorge Folch se mezclaron todos estos ingredientes ... y su genio hizo el resto.

En aquella piscina (estanque, pozo o lo que fuera) de Pedralbes un hombre que no conoció la mediocridad perdió su vida y una carrera literaria probablemente brillante quedó abortada.

Vedme: tengo ajustadas las mandíbulas,
y recta la nariz entre los ojos
de acero azul. Me llamo Creso Livio;
mi padre fue pretor de Tarragona
y era romana la robusta virgen
que le dió el mediodía de su vientre
y a mí la sangre blanca de sus pechos.
Superviviente soy de la patricia
raza de los felices; de la muerte
sé nada más que es, y sólo pido,
a su llegada, un buen telón de fondo.
Hay suficientes parras en mis párpados
para dormir al sol, si me parece.
Y no falta al afán de mi colmillo
- de mujer, de caballo o de ternera -
un pedazo de carne cada día.

A los neuróticos. Jorge Folch.


Jorge Folch (archivo La Vanguardia)

jueves, 20 de septiembre de 2012

Cromos de cine XVII


"Quienes sois vosotros para juzgarme a mí".

M, el vampiro de Düsseldorf









"Niños... escuchadme!! No compréis drogas! Fundad un grupo de pop y así os las regalarán."


Love actually







"Puede que no me quede compasión... amor... o piedad..., pero sí que tengo raciocinio."

Kill Bill: Volumen 1








"No somos una democracia, padre. Somos una orden."

La misión








"... hablamos de la familia? Yo te hablaré de la familia... maldita familia... dónde los niños son torturados hasta que confiesan su primera mentira... maldita familia... me cago en todos vosotros... me dáis asco... maldita familia..."

Último tango en Paris









"No lloraba. Los bebes huérfanos saben que llorar no sirve de nada."


Las normas de la casa de la sidra





"Los drogadictos son personas que sueñan durante toda su vida".

Bird






"Como no querías una mamada de agradecimiento, qué menos que regalarte una corbata".

Poderosa Afrodita






"La cerilla raspó ásperamente el metal oxidado del cobertizo de hierro acanalado, prendió y estalló, chisporroteando, en una lagunilla de luz".

Los cañones de Navarone




Los amantes del círculo polar (1998)






Plutôt la vie





Fotografía: Edouard Boubat






Mejor la vida que esos prismas sin espesor incluso si los colores son más puros
Mejor que esa hora siempre cubierta que esos terribles coches de llamas frías
Que esas piedras demasiado maduras
Mejor este corazón de navaja sevillana
Que ese charco de murmullos
Y que esa tela blanca que canta al mismo tiempo en el aire y la tierra
Que esa bendición nupcial que reúne mi frente con la frente de la vanidad total
Mejor la vida

Mejor la vida con sus sábanas conjuratorias
Sus cicatrices de evasiones
Mejor la vida mejor este vitral sobre mi tumba
La vida de la presencia sólo de la presencia
En la que una voz dice ¿Estás allí? Y en la que otra responde ¿Estás allí?
Por desgracia no estoy allí
Y sin embargo aún cuando le hiciésemos el juego a lo que hacemos morir
Mejor la vida

Mejor la vida mejor la vida Infancia venerable
La cinta que sale de un faquir
Se asemeja al borde metálico del mundo
Por más que el sol no sea sino una ruina
Por poco que el cuerpo de la mujer se le parezca
Sueñas contemplando a lo largo la trayectoria
O simplemente cerrando los ojos ante la adorable tormenta que se llama tu mano
Mejor la vida

Mejor la vida con sus salas de espera
Cuando sabemos que nunca se nos hará entrar
Mejor la vida que esos establecimientos termales
Cuyo servicio es asegurado por collares
Mejor la vida desfavorable y larga
Aún cuando los libros se cerrasen aquí en los estantes menos suaves
Y cuando allá hiciese mejor tiempo que el mejor de todos hiciese un tiempo libre sí
Mejor la vida

Mejor la vida como fondo de menosprecio
De esta cabeza suficientemente hermosa
Como el antídoto de esa perfección que invoca y teme
La vida maquillaje de Dios
La vida como un pasaporte vírgen
Una pequeña ciudad como Pont-à-Mousson
Y como todo ya se ha expresado a sí mismo
Mejor la vida



André Breton














lunes, 17 de septiembre de 2012

Un resplandor en la mejilla


Fotografía: Armindo Lopes






Y Utopía fue el veterinario, el hombre feroz, la vieja en silla de ruedas cercada por sueños,
y los personajes de los sueños incompatibles se fueron masacrando
uno tras otro, hasta dejar un stock de pesadillas vacía.
Y Utopía fue un reflejo opaco en el interior de un vegetal.
Vitrinas, maniquís desnudos, ebrios tirándoles besos a las nubes.
Un laberinto de escaleras eléctricas por donde vagaban
unos niños extraviados que tenían e corazón maravilloso
hasta la náusea.

¿De todo eso que vi realmente? ¿Con qué ojos tremendos
contemplé el olor puro de aquella muchacha sencillamente
parada en la entrada de un circo? Sólo recuerdo
haber estado demasiado tiempo en un cuarto blanco leyendo novelas
policiales; casi toda mi vida mientras tú me mirabas desde
una ventana redonda, como de baño público, y
los adolescentes se reían como si acabaran de salir del desierto
con los bolsillos llenos de dinero gratis.

Dinero gratis, dinero gratis, amor gratis, un resplandor
inconcebible en la mejilla. Soñadores transformándose a sí mismos
pero incapaces de convencer a una muchacha de que la aman.
Nubes gratis y vacías, restaurantes gratis y vacíos,
automóviles fríos rumbo a las playas doradas del Pacífico,
visiones de Michelangelo para todos, ojos que se cierran
con la velocidad de la luz, y su armonía, estrépito de cisnes,
estrépito de humedad.

Comida gratis, bebida gratis, lluvias divertidas
e interminables como las novelas de Victor Hugo.
Hospitales gratis, desiertos gratis, animales gratis, deseos
de caminar sobre las manos, de ponerse una corona de espinas
eléctrica y luminosa.

Blue-jeans rayoneados de ternura, escenas de teatro
en la orilla del mar prolongadas hasta el infinito, tres años
de asco y amor, tres años de enfermedades infantiles
enmierdadas con precisión, y los duros arbolitos, pero
los duros arbolitos, mientras los duros arbolitos
como lanzas florecían.

Y gemí, y dije ya no sé qué decir, la oficina está vacía,
los submarinos explotan como fetos en las fosas del Atlántico,
alguien me acaricia el pelo y dice que ya está igual de largo
que el suyo, y yo tuerzo el cuello como un solitario cigarrillo
aplastado en la noche enorme y la miro, esperando volver a sentir
en los párpados la tibia obsidiana de los sueños, cuando en
las mañanas nos abrazábamos sin querer despertar, perdidos
en las llanuras de escamas, mientras cae nieve y el frío sonríe
desde un cenicero absolutamente limpio, y no queremos despertar,
y no sabemos qué decir: los labios partidos,
la cara blanca del invierno manchada de lipstick.

La velocidad se detiene, mira hacia todas partes, enloquece
a las fechas. Un anarquistoide muerto bajo las ramas
plateadas de un sauce. Encima de él la primavera violeta. Fuera
de ese cuadro una muchacha sueña renacimientos atroces.

Y está bien, está bien, ya púdose prender la chimenea y cerrar
puertas y ventanas. Ningún brillo va reemplazar nada.
No habrán formas de arder que completen esta nube cargada de lluvia
No habrá viento contra este resplandor acuático. Ni callejones violetas
ni suaves caderas antiguas. Ese jaleo al subir las mil escaleras
del ojo abierto: automóviles llenos de Sol estacionados
en todas las esquinas de tus venas. Una sonrisa sin
contexto, una mano crispada fuera de la foto.


Roberto Bolaño








Encargo

"Flower juice", Kyoko Murase







No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que
vuelves.
¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente.
No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni
guante;
tállame como un sílex, desespérame.
Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dálos.
Ven a mí con tu cólera seca de fósforos y escamas.
Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces.
No me importa ignorarte en pleno día,
saber que juegas cara al sol y al hombre.
Compártelo.
Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,
lo que nadie te pide: las espinas
hasta el hueso. Arráncame esta cara infame,
oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.



Julio Cortázar










Creo

 
Fotografía: Eugevni P.


 
 
 
 
 
 
" Creo en el poder de la imaginación para rehacer el mundo, para soltar las riendas de la verdad dentro de nosotros, para demorar la noche, para trascender la muerte, para congraciarnos con los pájaros, para ganarnos la confianza de los locos.
Creo en mis propias obsesiones, en la belleza de los choques de autos, en la paz de los bosques sumergidos, en la excitación de las playas de vacaciones cuando están desiertas, en la elegancia de los cementerios de automóviles, en el misterio de los estacionamientos de muchos pisos, en la poesía de los hoteles abandonados.
Creo en el vuelo, en la belleza de las alas y en la belleza de todo lo que ha volado siempre, en la piedra arrojada por un chico con la misma sabiduría de los estadistas y de las parteras.
Creo en la inexistencia del pasado, en la muerte del futuro y en las infinitas posibilidades del presente.
Creo en los próximos cinco minutos.
Creo en la historia de mis pies.
Creo en los dolores de cabeza, en el aburrimiento de los atardeceres, en el miedo de los calendarios, en la traición de los relojes.
Creo en la muerte del mañana, en la fatiga del tiempo, en nuestra búsqueda de un tiempo nuevo dentro de la sonrisa de las azafatas en los ómnibus de larga distancia y dentro de los ojos cansados de los hombres que controlan el tránsito en los aeropuertos fuera de temporada.
Creo en la imposibilidad de la existencia, en el humor de las montañas, en el absurdo del electromagnetismo, en la farsa de la geometría, en la crueldad de la aritmética, en el propósito asesino de la lógica.
Creo en las adolescentes , en como se corrompen a sí mismas por la posición que adoptan sus largas piernas, en la pureza de sus cuerpos desarreglados, en los vellos púbicos que dejan en los baños de los telos más infames.
Creo en la delicadeza de los bisturíes quirúrgicos, en la ilimitada geometría de la pantalla de cine, en el universo oculto dentro de los supermercados, en la soledad del sol, en la charlatanería de los planetas, en la repetitividad de nosotros mismos, en la inexistencia del universo y en el aburrimiento del átomo.
Creo en la muerte de las emociones y en el triunfo de la imaginación.
Creo en todas las excusas
Creo en todas las razones
Creo en todas las alucinaciones
Creo en todas las mitologías, recuerdos, mentiras, fantasías, evasiones
Creo en el misterio y en la melancolía de una mano, en la gentileza de los árboles, en la sabiduría de la luz. "
 
 
J. G. Ballard