Amé en aquella mirada lo que había de sospecha. Y el miedo de las cosas tenía en aquel espejo la ilusión de disentir del futuro. Contacto: jrubaz@hotmail.com
Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.
La belleza solo se encuentra tras el trabajo, la lucha y la constancia. En ella nace su majestuosidad y en si misma se alcanza su mayor logro: la invisibilidad que la eterniza.
La belleza es el acto más puro de un reflejo humilde... no se deja ver, ni deslumbrar; ni se pavonea o jacta. No se encasilla, ni cuantifica. La confunden casi todos con la simetría, las formas, los cánones o la histriónica exclamación.
Es coja, manca, ciega, desmembrada, destartalada y casi contranatura, inviolable.
La belleza, la jodida y béndita belleza es un estado de ánimo que emerge de la satisfacción de la mano de los pasos y de las manos, siempre, de un gran paso.
Casi nadie la ve, porque ella ni se deja, ni se muestra. Sólo se siente en el más recóndito rincón del cielo íntimo e ingobernable de cada uno de nosotros.
Existe entre nosotros algo mejor que un amor: una complicidad y de ella brota la nueva vieja canción... la que por inventar nace en tu memoria... te recuerdo, te lato, te transpiro y eres.
Se postró de espaldas, con el rostro frente al mío.
Me dió su nuca.
Le
dí mi aire... íncreiblemente hermosa, inalterable, atemporal....
permitió que mis palmas recorrieran todo el volcán de su belleza
dormida. Perfilamos con el roce, sin apretar, sin anudar... recorriendo
cada mapa invisible que nacía entre el jadeo de un suspiro y el gemido
del silencio. Cada recoveco que presumía de adormilado, cada poro que
manaba en fuente de vida. Cada lazo que crece de la complicidad.
Se
dió la vuelta, al trasluz. Entre la gasa de aquella cortina blanca y el
aire que perfumaba la corriente... el pestillo baldado. Vencido. Todo
se inquietaba.
Me dió sin el derroche de lo recíproco, a
destajo.. entre sus latidos y los míos. Sin música predispuesta, con el
sonido nervioso y crepuscular de todo aquello que brota sin caducidad ni
opacidad... el felpudo que sólo recibe a quien quiere y los pasos que
se acercan por deseo, no por costumbre...
Le dí mi sorpresa,
ajeno a que aún, sin esperar nada a cambio... se encuentra lo más
insospechado del olvido.. descubrir la cercanía en la invisibilidad, la
transparencia en las costuras. Aquella filigrana que como un tirabuzón
alegre despierta cuando percibes que lo profuso era padre eterno. Y que
ahora, viudo de penas, despierta al conocimiento, a ambos. A un
descubrimiento sin velas.. de cera que se derrite al roce.
Me
abrió sus muslos. Durmió su sangre. Y convulsa, se dejó zarandear como
cuando una pared desnuda troquela la carne trémula, caliente, azarosa
que la azuza hasta el deliquio. Y allí en aquella alcoba donde Dorothy
Parker hubiera musitado viejas palabras que nacen de lo que nunca se
escapa de la jaula lunar...
Cenerentola, me atiborro de acordes
táctiles, de sonidos imperceptibles, de besos robados, de formas
opulentas y desde su fondo voluptuoso...me volvió a entreabrir, a abrir
sus muslos, sus ingles, sus labios.... como una ostra fresca hambrienta
de gotas de limón anegando sus deseos...de gotas de leche cuajando su
excitado nerviosismo...
Fermentaba su rubor.
Lechosa y
emocionada. Aquella lluvia de Nuraghe era blanquecina... hija de Mador y
dueña del Sudor. No esperaba más, ni deseaba menos.
Que cayera
resbalando, sin detenerse, que sembrara sin fruto... sólo el seseo, el
dulce seseo de dejarse resbalar hasta donde las manos resisten...
Y
allí, recién llegados al nuevo mundo empezamos a pintar con los labios
lo que los dedos recorrían, donde las frías noches de invierno son hijas
de la Inspiración, Cenerentola se acalló para dar rienda suelta a lo
abstracto y racional de Ida, a los matices de Arcimboldo. Turbábamos en
ese punto donde uno sabe, siente, percibe que aquello deja ser casi
humano y se convierte en mágico, en único, en tan especial que
atormentará después....cuando el recuerdo subyuga a la espera.
Rememorar, como cuando la cáscara de una nuez navega en el océano del
paladar.
El vinilo crujía y los adoquines de Sassari a lo lejos
cruzaban charcos, como si Modigliani bajara sus pestañas para toparse
con el iris de Hebuterne... Cenerentola, sin grandilocuencias, sin
jabones ni perfumes... al natural colmaba, rebosaba y deslumbraba las
pocas luces que de madrugada nadie ve... Indemne a las horas altas de
tacones descalzos. Era, es turbadora.
Y así, mientras los
silencios despertaban a la duermevela, descolgó dos viejos cuadros, se
sentó sobre unos libros y con una sábana arropó su hermoso cuerpo cual
fular de nubes sin hijas...agazapando lo que se entreve al trasluz de lo
rotundo.
....se apoyó sobre los dedos de sus pies...y sus
gemelos tensos, blancos.. invitaban a ser vistos desde la copa de sus
hojas... a ser el viento que los mueve, remueve... a ser lluvia nacarada
e inventar el río de la vida... A nacer un nuevo gozo, una nueva forma.
Una cuna sagrada de emociones y sentimientos.
Se soltó el pelo.
Su
corto pelo castaño... se recostó sobre un baúl y reclinó su nuca sobre
aquel ventanal, levantó su mano y con su mirada encontró lo que la mía
buscaba.
Me preguntó:
- ¿Qué hacemos con los cuadros...?
Aquí no pegan.
Y les dimos la vuelta.
Cara a la pared.
Castigados y sin garbanzos bajo las rodillas.
Comulgamos a la adivinanza del acertijo más ancestral.
Y comprendimos que cada mirada entiende lo que desea encontrar....sin ser vista.
...sin preguntas, no hacia falta respuestas.
Cenerentola...
empezó a jugar con sus dedos, con sus sienes y el laberinto de sus
primeras canas, su mechón rubio, a jugar sin cepillo...ni cuerdas. A
mesar lo que sin pedir se desliza, a contemplar lo que no tiene cuerpo,
ni tiempos. A señalar donde se escapa la razón...
Y allí, la miel cubrió de su peculiar ritmo lo que pocos conocen.
Cuando
hace frío... gotea densa... casi tortuga voladora... para tocar la
blanca espera; cuando hace tanta calor... se evapora para enroscarse y
mezclarse con el agua corporal de los sentidos, de los deseos. Pero
perdura. Siempre perdura.
La miel es el más sabroso de los mejunjes.
Cuentan que nace del laborioso panal.... pero no saben, que nace de donde menos lo esperas.
Del ancestral lugar donde todos nacimos.
Cenerentola, imperturbable, radiante... se untó las yemas y me dió de comer.
Teníamos hambre, tanta que la sed se olvidó de nacer.
La gratitud. Nueve meses, más de cinco millones de visitas, más de dos mil seguidores. Jamás ni en mis sueños más húmedos y turgentes pude imaginarlo. Gracias, gracias y regracias. Sois increíbles, leales, honestos y divertidos. Reales, humanos, espléndidos. Vitales, alegres, íntegros. Aparecistéis como por arte de magia. Y sois vida. Vida pura. Gracias a todos, a los Cinco Continentes, a cientos de países y culturas. Gracias a vuestra ternura y amor. Seguiré caminando. Proseguiremos.