Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.

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sábado, 18 de abril de 2015

Art Kane, siempre llegaba antes para eternizar



"Look", Art Kane, 1965




Frank Zappa Mothers of Invention, Art Kane, 1968



Aretha Franklin, Art Kane







Great Day in Harlem, 1958. Art Kane














The Who "Life" 1968, Art Kane

1962. Art Kane







Rolling Stones, 1966. Art Kane




Second of two Art Kane portraits of Cream on a railroad track in the U.S, part of his Life Magazine piece The New Rock from 1968.





  




Art Kane, Men’s Trousers by Basile. 1981



No le importaba el modelo la cámara —"cuanto más pequeña, mejor"—, no llevaba con él —como otros fotógrafos de su época y acaso de menos talla— una tropa de ayudantes, varios miles de watios en focos, todo tipo de parafernalia de embellecimiento, un equipo de peluquería y otro de maquillaje... No creía en los convencionalismos, inventaba sobre la marcha, soñando la foto antes de hacerla... De Art Kane y su mirada mágica se ha olvidado demasiada gente porque en la comparación muchos quedarían pobremente situados. Fotogalería Frank Zappa and the Mothers of INvention, 1968 7 Fotos Art Kane, fotógrafo 'mágico' Un libro y una exposición llegan al tiempo para recordarnos que el fotógrafo estadounidense (nacido Arthur Kanofsky en Nueva York en 1925 y muerto por suicidio —un disparo en la sien— en 1995, a los 69 años, hace casi dos décadas) fue el más influyente, atrevido, libre y creativo de todos los que tuvieron el inmenso privilegio de retratar los tiempos de sueños que parecían posibles de los años 60 y 70 del siglo pasado. Si alguien hizo de los ideales de entonces una crónica mágica, ese fue Kane. Los demás están por detrás. 'Activar el ojo parpadeando' "Me gusta que haya la menor distancia posible entre mi ojo y la creación de dios. Me gustaría que existiera un artilugio para ponerlo en el ojo y activarlo parpadeando, o meterlo en el oído o dentro de la boca...". Kane no podía soportar la idea de que una fotografía pasara por una planificación previa. Era como un niño salvaje en medio de una tribu de educados alumnos de escuelas privadas. Nunca hubo otro tan inquebrantable, inflexible y poco sentimental. Tenía que "soñar las fotos", decía, o, como mucho, imaginarlas de pronto en un arrebato visionario. Entonces todo era cuestión de hacerlas. Art Kane: Retrospective (Art Kane: retrospectiva), una selección de imágenes del fotógrafo, se exhibe en las Snap Galleries de Londres entre el 11 de diciembre y el 31 de enero de 2015. El libro, titulado simplemente Art Kane, saldrá a la venta el mismo día en que se inagura la muestra. Está en el catálogo de la casa de publicaciones artísticas Reel Art Press [320 páginas, con 220 fotos en color y blanco y negro y un PVP aún no establecido por los editores]. Le encantaban las serpientes: llegó a convivir con más de una treintena Criado en el Bronx neoyorquino y aventurero desde la infancia —fue el primero de sus amigos en tener en casa serpientes, animales por los que siempre sintió debilidad: de adulto llegó a convivir con más una treintena—, peleó en la II Guerra Mundial como artillero. Se había alistado en un llamado Batallón de Camuflaje creyendo ciegamente que le tocaría disfrazar a sus compañeros pero se trataba de una unidad de cañones antiaéros escondidos bajo redes. Director gráfico de la primera revista para 'teens' Al regresar a la vida civil encontró trabajo en la revista Seventeen, la primera publicación para teenagers de los EE UU: a los 26 años ocupó el puesto de director gráfico y no dejaron de darle premios. Durante los fines de semana empezó a hacer fotos, vicio que le metió en el cuerpo Rudolph de Harak, uno de los fotógrafos de la revista, deseoso de aprovechar el tiempo libre para experimentar con la cámara y escapar de las fórmulas. Recibió clases de Brodovitch, maestro de Penn y Avedon Aunque había llegado a las fotos casi por casualidad, Kane estaba siglos por delante del amigo en cuestión de meses y se matriculó en las clases que dictaba el eminante exiliado ruso Alexei Brodovitch, que había sido jefe de fotografía de Harper's Bazaar y había enseñado a hacer fotos a otros dos genios, Irving Penn y Richard Avedon. Los mejores sesenta 'jazzmen', juntos en la calle En 1958 se produjo el encontronazo de las dos fuerzas que impulsaron la carrera de Kane: la fotografía y la música. Esquire le encargó un reportaje sobre el ambiente de los clubes de jazz del tórrido barrio de Harlem y, además de hacer retratos, participó como foto-fija en el documental A Great Day in Harlem (1958). Para el cartel hizo una de las imágenes más emblemáticas del jazz de todos los tiempos: más de medio centenar de músicos posando, reunidos en la calle 126ª de Harlem, rodeados de crios callejeros y en un ambiente donde la camaradería y la complicidad son palpables. Entre los reunidos están Thelonious Monk, Gene Krupa, Coleman Hawkins, Art Blakey, Charles Mingus, Dizzy Gillespie, Count Basie... Publicó en 'Life' foto-visiones basadas en las letras de los Beatles Desde entonces Kane supo que la música era el campo en el que deseaba trabajar. Aunque en las décadas siguientes firmaría también muy personales reportajes de moda, en los cantantes e intérpretes de rock y pop de los convulsos años sesenta y setenta encontró el terreno abonado para sus visiones mágicas, basadas en las sobreimpresiones (sandwiching, de sandwich, las llamaba). Quizá su trabajo cumbre fue el reportaje que publicó en Life en 1968 sobre foto-visiones basadas en las letras de canciones de los Beatles. Pueden verse en este vínculo de Google Books [a partir de la página 63 del ejemplar de la revista]. Los Who, 'garrulillos de Dickens' A medida que avanzaba, Kane desmontaba certezas: usó con valentía y sin falso pudor el gran angular logrando imágenes deformadas y casi esféricas, saturó los colores hasta el máximo umbral posible, dió la vuelta a las perspectivas (Who Killed Davey Moore?, 1970), hizo la foto que mejor condensa el dolor intenso de Janis Joplin, envolvió a los Who con una bandera británica y los puso a dormir en la calle ("eran como personajes de Dickens, unos garrulillos"), pintó de dorada la cara de Andy Warhol como si el Rey Midas se hubiera tocado a sí mismo... Durante los momentos más inflamados de los años de flores convertidas en cadáveres encerró a Bob Dylan en una esquina, rodeó a Frank Zappa de bebés desnudos —contraponiendo la imagen a la famosa reunión de chicas sin ropa que había usado de portada el muy macho Hendrix—, retrató a los Rolling Stones desde el nivel del suelo para dejar nota del carácter prepotente de Mick Jagger, a los Doors como a pedantes y a Cream, atrapados en las vías de un tren —la heroína había enganchado a los tres músicos del grupo—... Quiero que sean míos. Luego ya decidiré cómo los muestro "No me interesa hacer fotos de ninguno de ellos en un escenario, es una pérdida de tiempo. Quiero que sean míos, ser el propietario de su imagen. Luego ya decidiré cómo los muestro", afirmaba Kane. Desde la galería que albergará la exposición dicen que cada foto era un "ejemplo de innovación". Citan como ejemplo el retrato de Sony and Cher tomado bajo el agua que Kane hizo en 1966, singularmente parecido al del bebé que fue portada de un muy conocido disco de Nirvana 25 años más tarde. Kane había llegado antes. Como casi siempre.

Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2317825/0/art-kane/fotosgrafia/exposicion-libro/#xtor=AD-15&xts=467263











El ojo mágico de Art Kane







  • A casi 20 años de su suicidio, una exposición y un libro recuerdan a Art Kane, un fotógrafo inflexible que quería ser ‘el propietario’ de la imagen de las estrellas.
  • El estadounidense, que llegó a las fotos por casualidad, hizo retratos personales e inolvidables de Joplin, Dylan, los Who, Zappa, Warhol, los Doors, los Rolling Stones…
  • Trabajaba sin ayudantes, sin producción y sin planteamiento previo. No creía en los convencionalismos e 'inventaba’ las fotos sobre la marcha.


No le importaba el modelo la cámara —“cuanto más pequeña, mejor”—, no llevaba con él —como otros fotógrafos de su época y acaso de menos talla— una tropa de ayudantes, varios miles de watios en focos, todo tipo de parafernalia de embellecimiento, un equipo de peluquería y otro de maquillaje… No creía en los convencionalismos, inventaba sobre la marcha, soñando la foto antes de hacerla… De Art Kane y su mirada mágica se ha olvidado demasiada gente porque en la comparación muchos quedarían pobremente situados.
Un libro y una exposición llegan al tiempo para recordarnos que el fotógrafo estadounidense (nacido Arthur Kanofsky en Nueva York en 1925 y muerto por suicidio —un disparo en la sien— en 1995, a los 69 años, hace casi dos décadas) fue el más influyente, atrevido, libre y creativo de todos los que tuvieron el inmenso privilegio de retratar los tiempos de sueños que parecían posibles de los años 60 y 70 del siglo pasado. Si alguien hizo de los ideales de entonces una crónica mágica, ese fue Kane. Los demás están por detrás.
“Me gusta que haya la menor distancia posible entre mi ojo y la creación de dios. Me gustaría que existiera un artilugio para ponerlo en el ojo y activarlo parpadeando, o meterlo en el oído o dentro de la boca…”. Kane no podía soportar la idea de que una fotografía pasara por una planificación previa. Era como un niño salvaje en medio de una tribu de educados alumnos de escuelas privadas. Nunca hubo otro tan inquebrantable, inflexible y poco sentimental. Tenía que “soñar las fotos”, decía, o, como mucho, imaginarlas de pronto en un arrebato visionario. Entonces todo era cuestión de hacerlas.
Art Kane: Retrospective (Art Kane: retrospectiva), una selección de imágenes del fotógrafo, se exhibe en las Snap Galleries de Londres entre el 11 de diciembre y el 31 de enero de 2015. El libro, titulado simplemente Art Kane, saldrá a la venta el mismo día en que se inagura la muestra. Está en el catálogo de la casa de publicaciones artísticas Reel Art Press [320 páginas, con 220 fotos en color y blanco y negro y un PVP aún no establecido por los editores].
Criado en el Bronx neoyorquino y aventurero desde la infancia —fue el primero de sus amigos en tener en casa serpientes, animales por los que siempre sintió debilidad: de adulto llegó a convivir con más una treintena—, peleó en la II Guerra Mundial como artillero. Se había alistado en un llamado Batallón de Camuflaje creyendo ciegamente que le tocaría disfrazar a sus compañeros pero se trataba de una unidad de cañones antiaéros escondidos bajo redes.

Director gráfico de la primera revista para 'teens’

Al regresar a la vida civil encontró trabajo en la revista Seventeen, la primera publicación para teenagers de los EE UU: a los 26 años ocupó el puesto de director gráfico y no dejaron de darle premios. Durante los fines de semana empezó a hacer fotos, vicio que le metió en el cuerpo Rudolph de Harak, uno de los fotógrafos de la revista, deseoso de aprovechar el tiempo libre para experimentar con la cámara y escapar de las fórmulas.
Aunque había llegado a las fotos casi por casualidad, Kane estaba siglos por delante del amigo en cuestión de meses y se matriculó en las clases que dictaba el eminante exiliado ruso Alexei Brodovitch, que había sido jefe de fotografía de Harper’s Bazaar y había enseñado a hacer fotos a otros dos genios, Irving Penn y Richard Avedon.

Los mejores sesenta 'jazzmen’, juntos en la calle

En 1958 se produjo el encontronazo de las dos fuerzas que impulsaron la carrera de Kane: la fotografía y la música. Esquire le encargó un reportaje sobre el ambiente de los clubes de jazz del tórrido barrio de Harlem y, además de hacer retratos, participó como foto-fija en el documental A Great Day in Harlem (1958). Para el cartel hizo una de las imágenes más emblemáticas del jazz de todos los tiempos: más de medio centenar de músicos posando, reunidos en la calle 126ª de Harlem, rodeados de crios callejeros y en un ambiente donde la camaradería y la complicidad son palpables. Entre los reunidos están Thelonious Monk, Gene Krupa, Coleman Hawkins, Art Blakey, Charles Mingus, Dizzy Gillespie, Count Basie
Desde entonces Kane supo que la música era el campo en el que deseaba trabajar. Aunque en las décadas siguientes firmaría también muy personales reportajes de moda, en los cantantes e intérpretes de rock y pop de los convulsos años sesenta y setenta encontró el terreno abonado para sus visiones mágicas, basadas en las sobreimpresiones (sandwiching, de sandwich, las llamaba). Quizá su trabajo cumbre fue el reportaje que publicó en Life en 1968 sobre foto-visiones basadas en las letras de canciones de los Beatles. Pueden verse en este vínculo de Google Books [a partir de la página 63 del ejemplar de la revista].

Los Who, 'garrulillos de Dickens’

A medida que avanzaba, Kane desmontaba certezas: usó con valentía y sin falso pudor el gran angular logrando imágenes deformadas y casi esféricas, saturó los colores hasta el máximo umbral posible, dió la vuelta a las perspectivas (Who Killed Davey Moore?, 1970), hizo la foto que mejor condensa el dolor intenso de Janis Joplin, envolvió a los Who con una bandera británica y los puso a dormir en la calle (“eran como personajes de Dickens, unos garrulillos”), pintó de dorada la cara de Andy Warhol como si el Rey Midas se hubiera tocado a sí mismo…
Durante los momentos más inflamados de los años de flores convertidas en cadáveres encerró a Bob Dylan en una esquina, rodeó a Frank Zappa de bebés desnudos —contraponiendo la imagen a la famosa reunión de chicas sin ropa que había usado de portada el muy macho Hendrix—, retrató a los Rolling Stones desde el nivel del suelo para dejar nota del carácter prepotente de Mick Jagger, a los Doors como a pedantes y a Cream, atrapados en las vías de un tren —la heroína había enganchado a los tres músicos del grupo—…
“No me interesa hacer fotos de ninguno de ellos en un escenario, es una pérdida de tiempo. Quiero que sean míos, ser el propietario de su imagen. Luego ya decidiré cómo los muestro”, afirmaba Kane. Desde la galería que albergará la exposición dicen que cada foto era un “ejemplo de innovación”. Citan como ejemplo el retrato de Sony and Cher tomado bajo el agua que Kane hizo en 1966, singularmente parecido al del bebé que fue portada de un muy conocido disco de Nirvana 25 años más tarde. Kane había llegado antes. Como casi siempre.


José Ángel González
www.oracionessucias.tumblr.com


















No le importaba el modelo la cámara —"cuanto más pequeña, mejor"—, no llevaba con él —como otros fotógrafos de su época y acaso de menos talla— una tropa de ayudantes, varios miles de watios en focos, todo tipo de parafernalia de embellecimiento, un equipo de peluquería y otro de maquillaje... No creía en los convencionalismos, inventaba sobre la marcha, soñando la foto antes de hacerla... De Art Kane y su mirada mágica se ha olvidado demasiada gente porque en la comparación muchos quedarían pobremente situados. Fotogalería Frank Zappa and the Mothers of INvention, 1968 7 Fotos Art Kane, fotógrafo 'mágico' Un libro y una exposición llegan al tiempo para recordarnos que el fotógrafo estadounidense (nacido Arthur Kanofsky en Nueva York en 1925 y muerto por suicidio —un disparo en la sien— en 1995, a los 69 años, hace casi dos décadas) fue el más influyente, atrevido, libre y creativo de todos los que tuvieron el inmenso privilegio de retratar los tiempos de sueños que parecían posibles de los años 60 y 70 del siglo pasado. Si alguien hizo de los ideales de entonces una crónica mágica, ese fue Kane. Los demás están por detrás. 'Activar el ojo parpadeando' "Me gusta que haya la menor distancia posible entre mi ojo y la creación de dios. Me gustaría que existiera un artilugio para ponerlo en el ojo y activarlo parpadeando, o meterlo en el oído o dentro de la boca...". Kane no podía soportar la idea de que una fotografía pasara por una planificación previa. Era como un niño salvaje en medio de una tribu de educados alumnos de escuelas privadas. Nunca hubo otro tan inquebrantable, inflexible y poco sentimental. Tenía que "soñar las fotos", decía, o, como mucho, imaginarlas de pronto en un arrebato visionario. Entonces todo era cuestión de hacerlas. Art Kane: Retrospective (Art Kane: retrospectiva), una selección de imágenes del fotógrafo, se exhibe en las Snap Galleries de Londres entre el 11 de diciembre y el 31 de enero de 2015. El libro, titulado simplemente Art Kane, saldrá a la venta el mismo día en que se inagura la muestra. Está en el catálogo de la casa de publicaciones artísticas Reel Art Press [320 páginas, con 220 fotos en color y blanco y negro y un PVP aún no establecido por los editores]. Le encantaban las serpientes: llegó a convivir con más de una treintena Criado en el Bronx neoyorquino y aventurero desde la infancia —fue el primero de sus amigos en tener en casa serpientes, animales por los que siempre sintió debilidad: de adulto llegó a convivir con más una treintena—, peleó en la II Guerra Mundial como artillero. Se había alistado en un llamado Batallón de Camuflaje creyendo ciegamente que le tocaría disfrazar a sus compañeros pero se trataba de una unidad de cañones antiaéros escondidos bajo redes. Director gráfico de la primera revista para 'teens' Al regresar a la vida civil encontró trabajo en la revista Seventeen, la primera publicación para teenagers de los EE UU: a los 26 años ocupó el puesto de director gráfico y no dejaron de darle premios. Durante los fines de semana empezó a hacer fotos, vicio que le metió en el cuerpo Rudolph de Harak, uno de los fotógrafos de la revista, deseoso de aprovechar el tiempo libre para experimentar con la cámara y escapar de las fórmulas. Recibió clases de Brodovitch, maestro de Penn y Avedon Aunque había llegado a las fotos casi por casualidad, Kane estaba siglos por delante del amigo en cuestión de meses y se matriculó en las clases que dictaba el eminante exiliado ruso Alexei Brodovitch, que había sido jefe de fotografía de Harper's Bazaar y había enseñado a hacer fotos a otros dos genios, Irving Penn y Richard Avedon. Los mejores sesenta 'jazzmen', juntos en la calle En 1958 se produjo el encontronazo de las dos fuerzas que impulsaron la carrera de Kane: la fotografía y la música. Esquire le encargó un reportaje sobre el ambiente de los clubes de jazz del tórrido barrio de Harlem y, además de hacer retratos, participó como foto-fija en el documental A Great Day in Harlem (1958). Para el cartel hizo una de las imágenes más emblemáticas del jazz de todos los tiempos: más de medio centenar de músicos posando, reunidos en la calle 126ª de Harlem, rodeados de crios callejeros y en un ambiente donde la camaradería y la complicidad son palpables. Entre los reunidos están Thelonious Monk, Gene Krupa, Coleman Hawkins, Art Blakey, Charles Mingus, Dizzy Gillespie, Count Basie... Publicó en 'Life' foto-visiones basadas en las letras de los Beatles Desde entonces Kane supo que la música era el campo en el que deseaba trabajar. Aunque en las décadas siguientes firmaría también muy personales reportajes de moda, en los cantantes e intérpretes de rock y pop de los convulsos años sesenta y setenta encontró el terreno abonado para sus visiones mágicas, basadas en las sobreimpresiones (sandwiching, de sandwich, las llamaba). Quizá su trabajo cumbre fue el reportaje que publicó en Life en 1968 sobre foto-visiones basadas en las letras de canciones de los Beatles. Pueden verse en este vínculo de Google Books [a partir de la página 63 del ejemplar de la revista]. Los Who, 'garrulillos de Dickens' A medida que avanzaba, Kane desmontaba certezas: usó con valentía y sin falso pudor el gran angular logrando imágenes deformadas y casi esféricas, saturó los colores hasta el máximo umbral posible, dió la vuelta a las perspectivas (Who Killed Davey Moore?, 1970), hizo la foto que mejor condensa el dolor intenso de Janis Joplin, envolvió a los Who con una bandera británica y los puso a dormir en la calle ("eran como personajes de Dickens, unos garrulillos"), pintó de dorada la cara de Andy Warhol como si el Rey Midas se hubiera tocado a sí mismo... Durante los momentos más inflamados de los años de flores convertidas en cadáveres encerró a Bob Dylan en una esquina, rodeó a Frank Zappa de bebés desnudos —contraponiendo la imagen a la famosa reunión de chicas sin ropa que había usado de portada el muy macho Hendrix—, retrató a los Rolling Stones desde el nivel del suelo para dejar nota del carácter prepotente de Mick Jagger, a los Doors como a pedantes y a Cream, atrapados en las vías de un tren —la heroína había enganchado a los tres músicos del grupo—... Quiero que sean míos. Luego ya decidiré cómo los muestro "No me interesa hacer fotos de ninguno de ellos en un escenario, es una pérdida de tiempo. Quiero que sean míos, ser el propietario de su imagen. Luego ya decidiré cómo los muestro", afirmaba Kane. Desde la galería que albergará la exposición dicen que cada foto era un "ejemplo de innovación". Citan como ejemplo el retrato de Sony and Cher tomado bajo el agua que Kane hizo en 1966, singularmente parecido al del bebé que fue portada de un muy conocido disco de Nirvana 25 años más tarde. Kane había llegado antes. Como casi siempre.

Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2317825/0/art-kane/fotosgrafia/exposicion-libro/#xtor=AD-15&xts=467263
No le importaba el modelo la cámara —"cuanto más pequeña, mejor"—, no llevaba con él —como otros fotógrafos de su época y acaso de menos talla— una tropa de ayudantes, varios miles de watios en focos, todo tipo de parafernalia de embellecimiento, un equipo de peluquería y otro de maquillaje... No creía en los convencionalismos, inventaba sobre la marcha, soñando la foto antes de hacerla... De Art Kane y su mirada mágica se ha olvidado demasiada gente porque en la comparación muchos quedarían pobremente situados. Fotogalería Frank Zappa and the Mothers of INvention, 1968 7 Fotos Art Kane, fotógrafo 'mágico' Un libro y una exposición llegan al tiempo para recordarnos que el fotógrafo estadounidense (nacido Arthur Kanofsky en Nueva York en 1925 y muerto por suicidio —un disparo en la sien— en 1995, a los 69 años, hace casi dos décadas) fue el más influyente, atrevido, libre y creativo de todos los que tuvieron el inmenso privilegio de retratar los tiempos de sueños que parecían posibles de los años 60 y 70 del siglo pasado. Si alguien hizo de los ideales de entonces una crónica mágica, ese fue Kane. Los demás están por detrás. 'Activar el ojo parpadeando' "Me gusta que haya la menor distancia posible entre mi ojo y la creación de dios. Me gustaría que existiera un artilugio para ponerlo en el ojo y activarlo parpadeando, o meterlo en el oído o dentro de la boca...". Kane no podía soportar la idea de que una fotografía pasara por una planificación previa. Era como un niño salvaje en medio de una tribu de educados alumnos de escuelas privadas. Nunca hubo otro tan inquebrantable, inflexible y poco sentimental. Tenía que "soñar las fotos", decía, o, como mucho, imaginarlas de pronto en un arrebato visionario. Entonces todo era cuestión de hacerlas. Art Kane: Retrospective (Art Kane: retrospectiva), una selección de imágenes del fotógrafo, se exhibe en las Snap Galleries de Londres entre el 11 de diciembre y el 31 de enero de 2015. El libro, titulado simplemente Art Kane, saldrá a la venta el mismo día en que se inagura la muestra. Está en el catálogo de la casa de publicaciones artísticas Reel Art Press [320 páginas, con 220 fotos en color y blanco y negro y un PVP aún no establecido por los editores]. Le encantaban las serpientes: llegó a convivir con más de una treintena Criado en el Bronx neoyorquino y aventurero desde la infancia —fue el primero de sus amigos en tener en casa serpientes, animales por los que siempre sintió debilidad: de adulto llegó a convivir con más una treintena—, peleó en la II Guerra Mundial como artillero. Se había alistado en un llamado Batallón de Camuflaje creyendo ciegamente que le tocaría disfrazar a sus compañeros pero se trataba de una unidad de cañones antiaéros escondidos bajo redes. Director gráfico de la primera revista para 'teens' Al regresar a la vida civil encontró trabajo en la revista Seventeen, la primera publicación para teenagers de los EE UU: a los 26 años ocupó el puesto de director gráfico y no dejaron de darle premios. Durante los fines de semana empezó a hacer fotos, vicio que le metió en el cuerpo Rudolph de Harak, uno de los fotógrafos de la revista, deseoso de aprovechar el tiempo libre para experimentar con la cámara y escapar de las fórmulas. Recibió clases de Brodovitch, maestro de Penn y Avedon Aunque había llegado a las fotos casi por casualidad, Kane estaba siglos por delante del amigo en cuestión de meses y se matriculó en las clases que dictaba el eminante exiliado ruso Alexei Brodovitch, que había sido jefe de fotografía de Harper's Bazaar y había enseñado a hacer fotos a otros dos genios, Irving Penn y Richard Avedon. Los mejores sesenta 'jazzmen', juntos en la calle En 1958 se produjo el encontronazo de las dos fuerzas que impulsaron la carrera de Kane: la fotografía y la música. Esquire le encargó un reportaje sobre el ambiente de los clubes de jazz del tórrido barrio de Harlem y, además de hacer retratos, participó como foto-fija en el documental A Great Day in Harlem (1958). Para el cartel hizo una de las imágenes más emblemáticas del jazz de todos los tiempos: más de medio centenar de músicos posando, reunidos en la calle 126ª de Harlem, rodeados de crios callejeros y en un ambiente donde la camaradería y la complicidad son palpables. Entre los reunidos están Thelonious Monk, Gene Krupa, Coleman Hawkins, Art Blakey, Charles Mingus, Dizzy Gillespie, Count Basie... Publicó en 'Life' foto-visiones basadas en las letras de los Beatles Desde entonces Kane supo que la música era el campo en el que deseaba trabajar. Aunque en las décadas siguientes firmaría también muy personales reportajes de moda, en los cantantes e intérpretes de rock y pop de los convulsos años sesenta y setenta encontró el terreno abonado para sus visiones mágicas, basadas en las sobreimpresiones (sandwiching, de sandwich, las llamaba). Quizá su trabajo cumbre fue el reportaje que publicó en Life en 1968 sobre foto-visiones basadas en las letras de canciones de los Beatles. Pueden verse en este vínculo de Google Books [a partir de la página 63 del ejemplar de la revista]. Los Who, 'garrulillos de Dickens' A medida que avanzaba, Kane desmontaba certezas: usó con valentía y sin falso pudor el gran angular logrando imágenes deformadas y casi esféricas, saturó los colores hasta el máximo umbral posible, dió la vuelta a las perspectivas (Who Killed Davey Moore?, 1970), hizo la foto que mejor condensa el dolor intenso de Janis Joplin, envolvió a los Who con una bandera británica y los puso a dormir en la calle ("eran como personajes de Dickens, unos garrulillos"), pintó de dorada la cara de Andy Warhol como si el Rey Midas se hubiera tocado a sí mismo... Durante los momentos más inflamados de los años de flores convertidas en cadáveres encerró a Bob Dylan en una esquina, rodeó a Frank Zappa de bebés desnudos —contraponiendo la imagen a la famosa reunión de chicas sin ropa que había usado de portada el muy macho Hendrix—, retrató a los Rolling Stones desde el nivel del suelo para dejar nota del carácter prepotente de Mick Jagger, a los Doors como a pedantes y a Cream, atrapados en las vías de un tren —la heroína había enganchado a los tres músicos del grupo—... Quiero que sean míos. Luego ya decidiré cómo los muestro "No me interesa hacer fotos de ninguno de ellos en un escenario, es una pérdida de tiempo. Quiero que sean míos, ser el propietario de su imagen. Luego ya decidiré cómo los muestro", afirmaba Kane. Desde la galería que albergará la exposición dicen que cada foto era un "ejemplo de innovación". Citan como ejemplo el retrato de Sony and Cher tomado bajo el agua que Kane hizo en 1966, singularmente parecido al del bebé que fue portada de un muy conocido disco de Nirvana 25 años más tarde. Kane había llegado antes. Como casi siempre.

Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2317825/0/art-kane/fotosgrafia/exposicion-libro/#xtor=AD-15&xts=467263
No le importaba el modelo la cámara —"cuanto más pequeña, mejor"—, no llevaba con él —como otros fotógrafos de su época y acaso de menos talla— una tropa de ayudantes, varios miles de watios en focos, todo tipo de parafernalia de embellecimiento, un equipo de peluquería y otro de maquillaje... No creía en los convencionalismos, inventaba sobre la marcha, soñando la foto antes de hacerla... De Art Kane y su mirada mágica se ha olvidado demasiada gente porque en la comparación muchos quedarían pobremente situados. Fotogalería Frank Zappa and the Mothers of INvention, 1968 7 Fotos Art Kane, fotógrafo 'mágico' Un libro y una exposición llegan al tiempo para recordarnos que el fotógrafo estadounidense (nacido Arthur Kanofsky en Nueva York en 1925 y muerto por suicidio —un disparo en la sien— en 1995, a los 69 años, hace casi dos décadas) fue el más influyente, atrevido, libre y creativo de todos los que tuvieron el inmenso privilegio de retratar los tiempos de sueños que parecían posibles de los años 60 y 70 del siglo pasado. Si alguien hizo de los ideales de entonces una crónica mágica, ese fue Kane. Los demás están por detrás. 'Activar el ojo parpadeando' "Me gusta que haya la menor distancia posible entre mi ojo y la creación de dios. Me gustaría que existiera un artilugio para ponerlo en el ojo y activarlo parpadeando, o meterlo en el oído o dentro de la boca...". Kane no podía soportar la idea de que una fotografía pasara por una planificación previa. Era como un niño salvaje en medio de una tribu de educados alumnos de escuelas privadas. Nunca hubo otro tan inquebrantable, inflexible y poco sentimental. Tenía que "soñar las fotos", decía, o, como mucho, imaginarlas de pronto en un arrebato visionario. Entonces todo era cuestión de hacerlas. Art Kane: Retrospective (Art Kane: retrospectiva), una selección de imágenes del fotógrafo, se exhibe en las Snap Galleries de Londres entre el 11 de diciembre y el 31 de enero de 2015. El libro, titulado simplemente Art Kane, saldrá a la venta el mismo día en que se inagura la muestra. Está en el catálogo de la casa de publicaciones artísticas Reel Art Press [320 páginas, con 220 fotos en color y blanco y negro y un PVP aún no establecido por los editores]. Le encantaban las serpientes: llegó a convivir con más de una treintena Criado en el Bronx neoyorquino y aventurero desde la infancia —fue el primero de sus amigos en tener en casa serpientes, animales por los que siempre sintió debilidad: de adulto llegó a convivir con más una treintena—, peleó en la II Guerra Mundial como artillero. Se había alistado en un llamado Batallón de Camuflaje creyendo ciegamente que le tocaría disfrazar a sus compañeros pero se trataba de una unidad de cañones antiaéros escondidos bajo redes. Director gráfico de la primera revista para 'teens' Al regresar a la vida civil encontró trabajo en la revista Seventeen, la primera publicación para teenagers de los EE UU: a los 26 años ocupó el puesto de director gráfico y no dejaron de darle premios. Durante los fines de semana empezó a hacer fotos, vicio que le metió en el cuerpo Rudolph de Harak, uno de los fotógrafos de la revista, deseoso de aprovechar el tiempo libre para experimentar con la cámara y escapar de las fórmulas. Recibió clases de Brodovitch, maestro de Penn y Avedon Aunque había llegado a las fotos casi por casualidad, Kane estaba siglos por delante del amigo en cuestión de meses y se matriculó en las clases que dictaba el eminante exiliado ruso Alexei Brodovitch, que había sido jefe de fotografía de Harper's Bazaar y había enseñado a hacer fotos a otros dos genios, Irving Penn y Richard Avedon. Los mejores sesenta 'jazzmen', juntos en la calle En 1958 se produjo el encontronazo de las dos fuerzas que impulsaron la carrera de Kane: la fotografía y la música. Esquire le encargó un reportaje sobre el ambiente de los clubes de jazz del tórrido barrio de Harlem y, además de hacer retratos, participó como foto-fija en el documental A Great Day in Harlem (1958). Para el cartel hizo una de las imágenes más emblemáticas del jazz de todos los tiempos: más de medio centenar de músicos posando, reunidos en la calle 126ª de Harlem, rodeados de crios callejeros y en un ambiente donde la camaradería y la complicidad son palpables. Entre los reunidos están Thelonious Monk, Gene Krupa, Coleman Hawkins, Art Blakey, Charles Mingus, Dizzy Gillespie, Count Basie... Publicó en 'Life' foto-visiones basadas en las letras de los Beatles Desde entonces Kane supo que la música era el campo en el que deseaba trabajar. Aunque en las décadas siguientes firmaría también muy personales reportajes de moda, en los cantantes e intérpretes de rock y pop de los convulsos años sesenta y setenta encontró el terreno abonado para sus visiones mágicas, basadas en las sobreimpresiones (sandwiching, de sandwich, las llamaba). Quizá su trabajo cumbre fue el reportaje que publicó en Life en 1968 sobre foto-visiones basadas en las letras de canciones de los Beatles. Pueden verse en este vínculo de Google Books [a partir de la página 63 del ejemplar de la revista]. Los Who, 'garrulillos de Dickens' A medida que avanzaba, Kane desmontaba certezas: usó con valentía y sin falso pudor el gran angular logrando imágenes deformadas y casi esféricas, saturó los colores hasta el máximo umbral posible, dió la vuelta a las perspectivas (Who Killed Davey Moore?, 1970), hizo la foto que mejor condensa el dolor intenso de Janis Joplin, envolvió a los Who con una bandera británica y los puso a dormir en la calle ("eran como personajes de Dickens, unos garrulillos"), pintó de dorada la cara de Andy Warhol como si el Rey Midas se hubiera tocado a sí mismo... Durante los momentos más inflamados de los años de flores convertidas en cadáveres encerró a Bob Dylan en una esquina, rodeó a Frank Zappa de bebés desnudos —contraponiendo la imagen a la famosa reunión de chicas sin ropa que había usado de portada el muy macho Hendrix—, retrató a los Rolling Stones desde el nivel del suelo para dejar nota del carácter prepotente de Mick Jagger, a los Doors como a pedantes y a Cream, atrapados en las vías de un tren —la heroína había enganchado a los tres músicos del grupo—... Quiero que sean míos. Luego ya decidiré cómo los muestro "No me interesa hacer fotos de ninguno de ellos en un escenario, es una pérdida de tiempo. Quiero que sean míos, ser el propietario de su imagen. Luego ya decidiré cómo los muestro", afirmaba Kane. Desde la galería que albergará la exposición dicen que cada foto era un "ejemplo de innovación". Citan como ejemplo el retrato de Sony and Cher tomado bajo el agua que Kane hizo en 1966, singularmente parecido al del bebé que fue portada de un muy conocido disco de Nirvana 25 años más tarde. Kane había llegado antes. Como casi siempre.

Ver más en: http://www.20minutos.es/noticia/2317825/0/art-kane/fotosgrafia/exposicion-libro/#xtor=AD-15&xts=467263

Billie Holiday, mito y leyenda

Billie Holiday performs at the Downbeat club on 52nd Street in New York, 1947. William Gottlieb/Redferns




Un siglo del nacimiento de la voz dolida del jazz.

Su conmemoración sirve para reivindicar sus aportes creativos.

Su eternidad.












Cuenta John Hammond, su descubridor, que la joven Billie Holiday era una mujerona: en 1933 “pesaba casi cien kilos y era increíblemente hermosa”. En 1959, cuando falleció, con 44 años, había quedado reducida a una ruina, “una pequeña y grotesca caricatura de sí misma”, según un periodista del New York Times.
En esos 25 años, Billie patinó y fue atropellada por la vida. Lo contó en su autobiografía, Lady sings the blues, a la que la editorial Tusquets añadió una apostilla prudente: Fábula. Efectivamente, Billie era una gran fabulista y sabía que necesitaba dar pena, a fin de recuperar la ansiada tarjeta para actuar en los clubes neoyorquinos (su retirada era el castigo más doloroso para los jazzmen atrapados con drogas).

Billie Holiday, en 1956, posa frente al edificio donde fue prostituta a los 15 años. / Reuters / moneta sleet jr




Su amanuense, William Dufty, tenía claro su objetivo: un libro explosivo. Y lo logró, aunque la editorial metió tijera, por miedo a las demandas de personajes como Orson Welles o Tallulah Bankhead. Esa Billie trágica de Lady sings the blues, edulcorada por Hollywood en la película homónima, es la que ha permanecido.

Insatisfecha con ese retrato, una fan llamada Linda Kuehl inició en los sesenta el trabajo de base para una biografía rigurosa. Realizó unas 150 entrevistas a quienes convivieron con ella: músicos, amantes, novios, agentes de narcóticos, aficionados. El resultado era menos romántico que el libro de Dufty: educada en las leyes de la prostitución, Billie asumía que debía pagar por amor al chulo de turno. Era una yonqui atípica: después de grandes festines, aguantaba largas temporadas de abstención.







Por la crudeza de la narración o por la carencia de experiencia profesional de Linda Kuehl, su proyecto de libro fue rechazado; al poco, se suicidó. Años después, la escritora Julia Blackburn descubrió su archivo y comprobó que aquello era oro puro: entrevistadora persistente, Kuehl consiguió que se sincerasen hasta los tipos que desempeñaron papeles más miserables en el hundimiento de Holiday. Blackburn recuperó el material para un libro coral, aquí traducido como Con Billie (Global Rhythm, 2006).

Con todo, la verdad está en los discos. Nacida el 7 de abril de 1915, en Filadelfia (Pennsylvania), Eleanora Fagan era una criatura de ciudad. Se educó musicalmente escuchando a Louis Armstrong, Bessie Smith o Ethel Waters, artistas que —curioso— también sufrieron infancias miserables. Quizás la principal señal distintiva resida en que Elenora estuvo internada en instituciones católicas. Lejos de los éxtasis emocionales de las iglesias baptistas, interiorizó la moderación expresiva y la dicción nítida. Por lo menos, frente al micrófono.

Era menor cuando se rebautizó: el nombre venía de una actriz, Billie Dove; el apellido, de su supuesto padre, el guitarrista Clarence Holiday. Fue afortunada: pilló el final del llamado renacimiento de Harlem, sembrado de locales donde los músicos improvisaban y acogían a novatos. Su estilo ya estaba formado cuando coincidió con John Hammond.






En una época donde las vocalistas eran conocidas como “canarios” y estaban subordinadas al lucimiento colectivo de las orquestas, Billie funcionaba como una instrumentista: era una jazzwoman. Su sonido, insistía, se parecía al de la trompeta de Armstrong o el saxo de Lester Young. Fraseaba como ellos y se permitía iguales libertades con la melodía y el ritmo. De ahí que muchos consideren el pináculo de su carrera las grabaciones hechas con el pianista Teddy Wilson y su Orquesta (en total, ocho músicos) durante la segunda mitad de los años treinta.

Billie prefería las formaciones pequeñas: sus experiencias con las big bands de Count Basie y Artie Shaw resultaron infelices, por su temperamento y por las indignidades de la segregación racial. Decidió que debía usar los recursos actorales: siempre soñó con hacer cine. Los aplicó cuando grabó Strange fruit en 1939, descarnada denuncia de los linchamientos de negros en los estados sureños. Y los acentuó tras conocer a Mabel Mercer, artista británica que recitaba más que cantaba.

En los años cuarenta, Billie entró en un bucle: su imagen de Mujer Atormentada dictaba el tono de sus grabaciones, que reforzaban el estereotipo de la solitaria, la incomprendida, la maltratada. Eso se tradujo en interpretaciones ralentizadas, donde exprimía el contenido emocional de las letras. Parecía vulnerable, el poeta Philip Larkin, tradicionalista en cuestiones de jazz, describió sus discos como “calcinados y abrasadores”.




Podía haber seguido repitiendo la fórmula y nadie rechistaría. Sin embargo, en la neblina de su caos, intuía que su creatividad todavía no se había agotado. Fichó con el promotor Norman Granz, que supo sacarla de su letargo, enfrentándola con material fresco y juntándola con solistas de primera. En el estudio, podía entrar tarde, con una afinación insegura, consciente de sus recursos deteriorados. Pero en segundos se recuperaba y volvía a surgir la magia, ese metal doliente que ahora imitan cantantes de mucha técnica y, ay, pocas vivencias.




Billie Holiday photographed by Carl Van Vechten in 1949





Discografía selecta

Billie Holiday (cuyo nombre real era Eleanora Fagan) nació el 7 de abril de 1915 en Philadelphia. En 1930 debutó en los clubs de Harlem y fue descubierta por John Hammond. Con su nombre artístico, un homenaje a la actriz Billie Dove, la cantante se convirtió en una de las estrellas del jazz, hasta su muerte en 1959. A lo largo de su carrera dejó varios algunos álbumes clave para el género. A continuación, una selección:
  • Billie Holiday Sings (1952).
  • An Evening with Billie Holiday (1952).
  • Billie Holiday (1954).
  • Stay with Me (1955).
  • Music for Torching (1955).
  • Velvet Mood (1956).
  • Lady Sings the Blues (1956).
  • Body and Soul (1957).
  • Songs for Distingué Lovers (1957).
  • All or Nothing at All (1958).
  •  Lady in Satin (1958).
  • Last Recordings (1959).




 http://cultura.elpais.com/cultura/2015/04/06/actualidad/1428342924_144677.html









La mamá y la puta (1973)








Si el Mayo francés del 68 supuso una revaloración del concepto de utopía, su posterior fracaso arrastró a una generación hacia el nihilismo y la decepción. Eustache nos muestra este sentimiento a través de tres personajes de distinta condición, que sólo tienen en común una cosa: el dolor. Y este dolor se nos muestra con toda su sinceridad, sin trampas, sin enfatizar, dejándonos a solas con él, mirándolo a la cara con todo su desgarro. Los personajes son tremendamente locuaces, pero también saben escuchar, y escuchan en silencio, interiorizando cada frase, cada monólogo, y haciendo suyo el sentimiento que impregna el celuloide.

La película parece comenzar retratando el estado de ánimo de esa generación devastada por la ilusión maltrecha, pero llega mucho más allá, hasta el fondo de la condición humana, revelándonos la complejidad que cada persona esconde detrás de su frivolidad. El protagonista, un burgués cínico, egoísta y caprichoso (y cansado, sobre todo cansado, de vuelta de todo), va desnudándose poco a poco, dejando caer sus máscaras para que veamos la desesperación que en el fondo le corroe.


La narración es austera, en una acción casi inexistente a lo largo de sus casi cuatro horas plagadas de diálogos maravillosos y escenas antológicas. Cada plano corre el riesgo de un salto al vacío, pero llega a su destino indemne, sin una magulladura, fortalecido por una naturalidad que invade la cinta de principio a fin. La ausencia de música extradiegética contribuye a crear esa atmósfera opresiva, agónica y asfixiante, pero esto no es provocado mediante trucos formales, sino a través de un verismo que llega al alma de los personajes y del espectador.






La mamá y la puta es un film crepuscular, apocalíptico, que retrata el fin del Mayo del 68, el fin de la Nouvelle Vague y, en definitiva, el fin del mundo. Tiene la pasión del mejor Truffaut y la inteligencia de Rohmer y, de esto no cabe duda, resulta bellísima de principio a fin, intachable y veraz en su retrato del sufrimiento y la impotencia.





miércoles, 8 de abril de 2015

Simientes de sastre...



Si mientes, desastre.


Evgeny Shaman






Cara al porticón.

Con la sonrisa colgada del aire de la albarojaviva. Al rojovivo. Madrugá estrecha, escocida.

Entra por la ventana ese vientocuchillo del Moncayo. Cierzo. Hoy caliente, cucharón. De par en par. La balconada, el escote, la carcajada, el estremecerse, el roce, las uñas cortas, la vieja cafetera, la pulpa de la naranja, los botones molidos y el Sur de las yemas. El Norte, de deshielo.

Se soplan los besos, como las velas se dejan besar...

Los cabellos sobre la blanca sábana, moldes nocturnos, aún calientes... El vaso de cuatrodedos bocabajo, la alfombra del revés.  Un calcetín y las medias, sobre la lámpara... y el escarlata meándose de la risa, de la contagiada y contagiosa... de la de muy adentro. De la que un payaso en Cuaresma alardea por laureles. Esa risa encontrada entre montañas de besos y caricias de una saliva sólida, guerrera. La Laguna Negra, de bulerías.

Como merecen éste paisaje y su aliento resbalando por donde la espalda pierde la nobleza y comienza sus turgencias. La ducha trasiega dos por dos y el espacio se achica. El jabón de pesto rosso y la espuma de cerveza Guiness.. pinta negra, peinando con los dedos y estirando lo menguado. La almohada ya es tinaja.... En la alacena ni una miga.

Todo es cuestión de aromas y perfumes. De ingenio y perseverancia. Como un pastel Massini sin trufa, sorbo de jícaras... como un libro amedrantándose ante el inquisidor ssst ssst  de la chimenea. A punto de caramelo. Tea, mientras las ascuas escuchan y se embelesan... Talking Timbuktu en buble madrugón.

Melibea toma un pequeño macetero de porcelana que empolvado, olvidado... dormita sobre el escritorio, quiere plantar esas simientes. El sastre, corta y rasga y le cede el honor: unas semillas de albahaca. Unas gotas riegan desde sus bocas...la cepa de la siembra.

Calixto, si mientes... ¡Qué desastre....!

En ese primor de Conticinio, Melibea se lame las muñecas, primero la izquierda luego la diestra... le da de comer, de lamer, de olisquear... Calixto se la come con los ojos, la lame con las Largas y la aroma con la cerviz gatuna... Como un gatoperro.

El sastre cual jardinero ingenuo...aludido... se abotona la camisa, se desarremanga y sin despedirse sale de esa alcoba de amantes encantados en la cotidianidad de lo extraordinario.

Calixto se acerca y descarajándose le dice a Melibea que no ha sembrado albahaca.... es.. calendula.

Ésta cierra el porticón. Asiente. Anuda las ristras de las cortinas. Vuelve a colocar la maceta sobre el escritorio. Se sienta en un borde de la cama, a los pies. Y sin decir nada... alza sus brazos y abre sus manos. Desprende un botón... clic.

Calixto, apaga el calcetín y las medias de la lámpara. Coloca la alfombra a sus pies. Y da la vuelta al vaso de cuatrodedos.

Se beben.

Se calzan.

Se encienden.

Y la madrugá no sabe si la noche fue ayer, es ahora o será mañana. Azulnegro.

El sastre se cuida del tiempo....

...llegando a la sonrisa, recuerda que dejó el reloj en la comisura de aquellos besos que se soplan cuando las velas se besan...

Simientes.















Emil Schildt







Mala


Ícaro









"...Ya ha pasado el tiempo, ya ha pasado el tiempo.... hay que aceptarlo....hay que aceptarlo..."





Narcissus

No conoces a nadie
Conoces algunas calles
colinas, verjas, restaurantes
Las camareras han cambiado
No me conoces
  Yo estoy feliz con el otoño
las hojas, las faldas rojas
todo en movimiento
Pasé junto a ti en una pared de mármol
  algún nuevo banco


Sangrabas por la boca
  Ni siquiera sabías en qué estación estábamos

Leonard Cohen







Ícaro
                               

Cuchara y tenedor: doña Despacio y don Paz

Visto a través de los ojazos de Romy Schneider:

Ícaro



Santa Eulàlia de Ronçana. Paris. Lübeck. Vilanova i la Geltrú. Tarragona. Santander. Palos. Castellfollit del Boix. Arties. Abrera. Sitges. Toulouse. Deltebre. Mataró. Seva. Madrid. Manresa. Toscana... Corniglia, Vernazza.
Sobre ellos y ellas... un poco de aceite y sal.... ¿Pan.... ? Tez....  Sudado, sudada, desprendiendo, apremiando y lazando. Ni un solo nudo. Ni siquiera en alta mar....

Ni tan siquiera sobre este maravilloso suelo raso.

Huele... a leño ahumando, a brasas dulces....

Sabe y siente el aceite embarrándose en pizca de sal, el pan de la tez y el quince en flor.

Tabula rasa...mutatis mutandis.

Maravillosa rebanada...











Ícaro







Ícaro






Ícaro


Testado con los labios de doña Despacio y don Paz.

Ícaro

Andrei Rublev (1966)











Andrei Tarkovsky explicó: "Un artista nunca trabaja en condiciones ideales. Si existieran, su obra no existiría. El artista existe porque el mundo no es perfecto. El arte nace de un mundo mal diseñado". Éste es precisamente el tema de "Andrei Rublev".

En su segundo largometraje, el cineasta ruso realiza la biografía de una de las figuras claves del arte de su país, Andrei Rublev, pero lejos de centrarse en sus logros o en el proceso creativo del pintor, Tarkovsky profundiza en sus dudas religiosas, su odisea existencial, analizando la etapa más dura, amarga y difícil del emblemático artista. El cineasta está interesado en las más profundas cuestiones del alma humana, en la desesperación del hombre, la duda existencial, religiosa y personal, y en las más desesperanzadoras luchas internas. 

El director soviético divide su película en siete capítulos de relativamente escasa duración en los que Andrei Rublev es más o menos protagonista, llegando en ocasiones a ni siquiera tomar parte de ninguna de las situaciones presentadas, pero cobrando especial relevancia en otras. En cada una de las partes, Tarkovsky arroja luz sobre la difícil vida del pintor, pero en las casi tres hora de metraje no sólo elabora una completísima biografía del artista ruso, sino que realiza un análisis concienzudo de la época, tanto en el aspecto político como en el religioso y social. El cineasta profundiza en cada tema con una facilidad pasmosa, en una exposición sobrecogedora de la barbarie de aquellos tiempos, el predominio del pensamiento religioso, la influencia de este en las personas y la lamentable e incierta vida de la clase baja, en amenaza constante.

"Andrei Rublev" es una cinta compleja, una obra maestra densa y profunda, un demoledor análisis del pensamiento humano tanto en el ámbito religioso como en el propiamente existencial, cargado de simbolismo, diálogos memorables y escenas metafóricas. El carácter lírico, casi poético de la obra de Andrei Tarkovsky conmocionó a Europa que supo apreciar el talento y la virtud de un auténtico genio, no ocurrió así en su país natal, donde la censura, en forma de numerosos recortes y retrasos en la exhibición de su obra, lo persiguió hasta su exilio.







El protagonista de la emblemática obra del cineasta ruso se ve desbordado por la maldad, el egoísmo y la crueldad humanas, negándose a pintar esa desesperanzadora pintura del Juicio Final en un mundo que ya de por sí era lo suficientemente descorazonador sin ella. Andrei ve con sus propios ojos la muerte, la violencia, la barbarie de su gente, de los seres humanos como él, que matan a sus propios hermanos. Esta visión genera en él una fuerte duda existencial que desemboca en la pérdida de su fe, de su esperanza en el mundo y en lo más allá de lo terrenal, que puede con su genio creativo, decidiendo dejar de pintar. Tarkovsky, como si de un cuadro se tratara, rueda en blanco y negro, pintando la Edad Media en Rusia de tonos grises oscuros, un paraje húmedo, sucio, lleno de lodo y cenagales, barro y lluvias, completamente anegado. 

En contraposición a estas deprimentes escenas, la Pasión que imagina Andrei, así como otras escenas en las que el polen o los copos de nieve revolotean en el aire, están iluminadas, radiantes, como si de un bello sueño se tratara, como si la maldad nunca hubiera puesto sus pies en aquel lugar. Andrei habla de la bondad del ser humano y del amor, firmes creencias que una vez defendió, cuando creía no estar equivocado. Sólo el llanto de un niño sin padre, un joven que cuando consigue el éxito no le sabe a nada, sino que ansía algo más allá de aquello, le hará encontrar, inconscientemente, el camino acertado, le dará las respuestas que busca, le dará el sentido a todo, aunque nosotros no lo veamos, aunque ni siquiera él lo entienda. Y entonces dará vida a la obra por la que será recordado.

La película es también una metáfora del director de su propio proceso creativo, ya que no es ningún casual que en su segundo largometraje (primero elaborado de forma independiente y no por encargo) cuente la historia de un artista talentoso que pinta guiado por su fe, por su talento, por su genio, y no por su bolsillo, fiel a sus principios, que pinta obedeciendo a su forma de entender el mundo y nunca contra lo que cree correcto o adecuado. El arte trasciende, y para Andrei Tarkovsky es una meta casi religiosa que merece el mayor respeto. 

"Andrei Rublev" es más que una película biográfica, mucho más que la historia de un individuo o que incluso una nación entera. Es la historia de una especie, la profundización en el alma humana, en lo que la compone. Una operación a corazón abierto del pensamiento existencial, de la duda de fe y la propia duda en la prosperidad y esencia del hombre. Habla de Dios, del pecado, de la vida, de la muerte, y a fin de cuentas, del ser humano. Profunda y dura, tan descorazonadora como optimista, tan maravillosa como amarga, es un placer perderse en la desgarradora belleza de cada uno de sus inolvidables y melancólicos fotogramas.