Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.

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miércoles, 16 de enero de 2013

Lazos hexagonales






Bang, Bang, Baaaaaaaaang.





                                                               Fotografía: Dariusz Klimzak



Me desperté en el traqueteo.

Y me dormí en el laurel de tus pliegues, en las pestañas atravesadas dónde los párpados no conceden milagros.

Bang.

Ni suite hexagonal. Cuna de porcelana. Sigiloso crujir de madera. Pasos en pie de paz.

Ni alcoba empolvada. La caja de cerillas entre las manecillas del primer café del alba. Mechón almizcle.

Ni prenda ciega. Ni desnudez ámbar. Témporas y pezones, umbilical nexo entre el ogasmo místico y la paja mental. Ancas de nalga y nuca de almohada. Despilfarro de caricias "irreversibles" mientras la alacena de la miel entreabre las dos sienes de tus posaderas. Piedra fundamental. Angular.

Blanca, roja y gris. Pudiente amalgama de fluídos y mador.

Ni pelambrera pélvica. El lazo del nudo desató el pijama rojizo, los rizos envalentonados en la parsimonia de la luz ámbar del telar. Jam session y "Nocturne" de ultratumba calza las medias sin bragas, la vulva de escape.

Once.

Quería sopa y me diste la cuchara de madera. Dos tazas. Y un tazo.

¡Qué arda Troya! y resucite.... Teseo.

Hoy no sabías que ponerte y te pusiste feliz.

Hoy no sabía dónde nacer y me acunaste otorgándome la leche sacra del calostro.

Hoy no sabré contar hasta las nueve. Pero si hay diez, pardiez ¡

Se crujió el vinilo rayado de Donny Hathaway.... "A song....for you".

Y mientras mi sangre recorre los guijarros de la muntanyeta... el recuerdo, el atroz recuerdo, el acongojante recuerdo de ayer.... hará que Pulgarcito rompa espejos como migas, y alce el vuelo como consuelo y consolador de fastos por el "diecisiete....".

La pléyade de sopas de ganso. Plumón.

Coffe & cigarettes....y ahí, hay, ahí, hay, habrá ahí.... un buffalo de trufas rojas. Nísssssssssssscalos.

Borracho de dicha.

Exausto de proverbios, me como al pluscuamperfecto, para que la imperfección pretérita escuda a Sodoma de las garzas de tus zurrapas....

Bang. Bang.

Ya ves, el menú diario era de gases nobles, de Marqueses de "Sade" (By your...side).

Contrarréplica.

Te adelantaste a mi traspiés y me cubriste de gloria...de aquella María que por venir me viste de fe y esperanza cada seis menos cuarto.

Y ahora hilvanando este desaguisado yo me pregunto:

¿Los lazos hexagonales visten a los nudos de la cepa de los labios?

¿Los lazos hexagonales desvisten el frenesí a tanto deseo envuelto en tez de celofán?

O por fin....

¿Los lazos hexagonales son el devaneo de un techo estrellado dónde Siria inventa aquella palabra que el persianero engrasa para deleite del chirriar....?

¿No me dirás que el vino estaba de rechupete?

Se fue. Evaporose. Canalla.

Y aquí yacemos.... con el traje de la sonrisa invisible.

Así sea. Sea así.

Parece mentira pero todo crece, poquet a poquet, Damasco está a un paso. Y el revival de los sentidos emocionando al tapete de los sentimientos.

Las manos sobre la mesa.

Sumac.

Por Diox........

Bang. Bang. Baaaaaaaaaang.














martes, 8 de enero de 2013

Aire y espacio

Fotografía: Michael Sulka





I n t e r m e d i o

Entre una imagen tuya
y otra imagen de ti
el mundo queda detenido.
En suspenso. Y mi vida
es ese pájaro pegado al cable
de alta tensión,
después de la descarga.







E s p e j o s

Duelen tantas cosas,
¡tantas!
Aquellas, por ejemplo, embadurnadas de azafrán,
que aprisionan espejos hastiados
de contornos y angustiosa ambigüedad.

Mirad cómo en ellos se alarga
el intangible volumen de la inexistencia,
mirad cómo se encogen los ecos
y se abalanzan, formando punteados
y guturales reflejos de la imagen;

mirad cómo el castigo
no se refleja, no se exhibe,
pero muerde, apuñala
y se derrama en jirones de vida
siguiendo el hilo de las canas
y los silencios arrugados
en los muslos de los viejos.

Mirad de qué extraños colores
se disfrazan los cristales
al repartirse los despojos
de un mundo soñado.

Ah, quién pudiera contemplarse
en espejos desiertos
y ser tan sólo aquello
que sueñan las ondas
cuando atraviesan, rozan, hexagonean...
y se dispersan.



A n d u v e   p o r   e l   d o r s o   d e   t u   m a n o,  c o n f i a d a...

Anduve por el dorso de tu mano, confiada,
como quien anda en las colinas
seguro de que el viento existe,
de que la tierra es firme,
de la repetición eterna de las cosas.
Mas de repente tembló el universo:
llevaste la mano a tus labios
y bostezando abriste la noche
como una gruta cálida.

Llevabas diez mil siglos despertando
y el fuego ardía impaciente en tu boca.




 
A x i s   m u n d i


Desciendo
desciendo al cuerpo y veo
la lombriz de mi espíritu
alojada en mi vientre.
Subo, subo en espiral
hacia el motor del mundo
huyendo
huyendo del mareo
del mal de ser sola
tan sola entre las vísceras
subo al latido
me alojo
en su arritmia y descubro
mi rostro de lombriz
adherida a las válvulas
y asciendo
sigo ascendiendo en busca
de una razón que diera
sentido a mi existencia
me deslizo en la tráquea
bloqueo las palabras
asciendo
resbalo. Hay un agua
viscosa tras los ojos
resbalo y se me pegan
imágenes de un mundo
apenas insinuado
asciendo y al llegar
a la cúpula descubro
que sus paredes lisas
transparentes, vacías
tienen la textura
carnosa de mi vientre.
He bajado al espíritu
he subido al instinto.
La misma lombriz tensa
el eje que mantiene
erguida mi cintura.
El nombre que le ponga
ahora será el tuyo
pero su nombre es el
de aquellos que he amado
de aquellos que amaré
es todos y ninguno
el eje que mantiene
erguida mi cintura
me previene de ti
te crea a mi medida
y asume el reto
de ser muchos
de ser tantos
que da la impresión
que no cabrá mi espíritu
adentro de este cuerpo
que no cabrá este cuerpo
adentro de mi espíritu
por eso muero un poco
cada vez que te nombro
y sin nombrarte apenas
alcanzo a definirme.
Mi vientre es quien pronuncia
las sílabas secretas
que se inscriben arriba
en la cúpula.
Mi existencia es señal
de un fuego
que arde eternamente
en sí mismo.





Chantal Maillard 






Piedra fundamental



No puedo hablar con mi voz sino con mis voces.

Sus ojos eran la entrada del templo, para mí, que soy errante, que amo y muero. Y hubiese cantado hasta hacerme una con la noche, hasta deshacerme desnuda en la entrada del tiempo.

Un canto que atravieso como un túnel.

Presencias inquietantes,
gestos de figuras que se aparecen vivientes por obra de un lenguaje
activo que las alude,
signos que insinúan terrores insolubles.

Una vibración de los cimientos, un trepidar de los fundamentos, drenan y barrenan,
y he sabido dónde se aposenta aquello tan otro que es yo, que espera que
me calle para tomar posesión de mí y drenar y barrenar los cimientos, los fundamentos,
aquello me es adverso desde mí, conspira, toma posesión de mi terreno baldío,
no,
   he de hacer algo,
no,
   no he de hacer nada,


   algo en mi no se abandona a la cascada de cenizas que me arrasa dentro de mí con ella que es yo, conmigo que soy ella y que soy yo, indeciblemente distinta de ella.

En el silencio mismo (no en el mismo silencio) tragar noche, una noche inmensa inmersa en el sigilo de los pasos perdidos.

No puedo hablar para nada decir. Por eso nos perdemos, yo y el poema, en la tentativa inútil de trancribir relaciones ardientes.

¿A dónde la conduce esta escritura? A lo negro, a lo estéril, a lo fragmentado.

Las muñecas desventradas por mis antiguas manos de muñeca, la
desilusión al encontrar pura estopa (pura estepa tu memoria): el padre,
que tuvo que ser Tiresias, flota en el río. Pero tú, ¿por qué te dejaste
asesinar escuchando cuentos de álamos nevados?

Yo quería que mis dedos de muñeca penetraran en las teclas. Yo no quería rozar, como una araña, el teclado. Yo quería entrar en el teclado para entrar adentro de la música para tener una patria. Pero la música se movía, se apresuraba. Solo cuando un refrán reincidía, alentaba en mi la esperanza de que se abasteciera algo parecido a una estación de trenes, quiero decir: un punto de partida firme y seguro; un lugar desde el cual partir, desde el lugar, hacia el lugar, en unión y fusión con el lugar. pero el refrán era demasiado breve, de modo que yo no podía fundar una estación pues no contaba más que con un tren salido de los rieles que se contorsionaba y se distorsionaba. Entonces abandoné la música y sus traiciones porque la música estaba más arriba o más abajo, pero no en el centro, en el lugar de la fusión y del encuentro. (Tú que fuiste mi única patria ¿en dónde buscarte? Tal vez en este poema que voy escribiendo).

Una noche en el circo recobré un lenguaje perdido en el momento que los jinetes con antorchas en la mano galopaban en ronda feroz sobre corceles negros. Ni en mis sueños de dicha existirá un coro de ángeles que suministre algo semejante a los sonidos calientes para mi corazón de los cascos contra las arenas.

(Y me dijo: Escribe; porque estas palabras son fieles y verdaderas.)

(Es un hombre o una piedra o un árbol el que va a comenzar el canto...)


Y era un estremecimiento suavemente trepidante (lo digo para aleccionar a la que extravió en mí su musicalidad y trepida con más disonancia que un caballo azuzado por una antorcha en las arenas de un país extranjero).

Estaba abrazada al suelo, diciendo un nombre. Creí que me había muerto y que la muerte era decir un nombre sin cesar.

No es esto, tal vez, lo que quiero decir. Este decir y decirse no es grato. No puedo hablar con mi voz sino con mis voces. También este poema es posible que sea una trampa, un escenario más.

Cuando el barco alternó su ritmo y vaciló en el agua violenta, me erguí como la amazona que domina solamente con sus ojos azules al caballo que se encabrita (¿o fue con sus ojos azules?). El agua verde en mi cara, he de beber de ti hasta que la noche se abra. Nadie puede salvarme pues soy invisible aún para mí que me llamo con tu voz. ¿En dónde estoy? Estoy en un jardín.

Hay un jardín.

  
 
 
 

lunes, 31 de diciembre de 2012

Orgasmo místico








Nada es perfecto.

Nadie es imperfecto.

Sólo el trance.

Perfecto, por el encaje, la sinergia, la simplicidad y la generosidad. No espera, ni desespera.

Por su pureza.

Imperfecto, por la gula, el anhelo, el eco y lo cóncavo. Por su trono.

Nada es eterno.

Nadie es olvido.

Sólo el trance.

Eterno, por que no mide el tiempo, ni mengüa al espacio; no peina muñecas ni desnuda nucas.
No viste santos, ni desahoga la leche en la sange, para deliquio del ego.

Olvido, por que parece que no existe. Pero es y está. Por que parece que no arriba, y aprende,
siembra. Como el tacto de la piel de melocotón en los huesos del alma.

Nada es mentira.

Nadie es verdad.

Sólo el trance.

Mentira, por que nace cada noche, y muere en la duermevela del conticinio de tus ojos arco iris.

Verdad, por que crees que la mentira reconoce lo que las palabras por inventar acallan en su
verdad.

Nada es dolor.

Nadie es amor.

Sólo el trance.

Dolor, por que el amor no es de nadie y está en todo, en todos.

Amor, por que el dolor es de todos y no tiene padre. Por que su angustia es la madre del amor.

Nada es de nadie.

Nadie es de nada.

Sólo el trance.

De nada, por que nadie está sin ser.

De nadie, por que la posesión es nada.

Nada es orgasmo.

Nadie es místico.

Sólo el trance.

Orgasmo, por que hasta que no se entienda y sienta la mitad de la mitad de la mitad... con tan pocas
palabras, como con tantos gestos, todos; el placer no se convertirá en el pájaro errante que anida
en el corazón de tus labiox, en la rama de tu lengua.

Místico, por que dos es uno, y uno en dos.

Sólo el trance de tus ojos en la mirada del porvenir forja el camino de la vida tranquilla.

Sólo y desde aquella primera vez sentí que se puede, y se debe, crecer para que el amor sea
un místico orgasmo cotidiano. Nocturno.

Desde el primer uno, dieciséis doses.

Sólo alcancé la paz, cuando el perfume de tus pestañas rizadas desencadenó lo que dormía
hacia demasiado tiempo en el cofre oxidado de los miedos.





lunes, 17 de diciembre de 2012

Plástico cruel




Comparación odiosa: si Bret Easton Ellis pintó como ningún otro esa obsesión destructiva de los 80s entre los círculos más concentrados del poder especulativo, José Sbarra pintó sus consecuencias destructivas y autodestructivas, durante los 80s, en urbes periféricas como Buenos Aires. O al menos lo intentó, porque en muchos sentidos él mismo fue un resultado de esa época y de las que le precedieron.

Plástico cruel, casi un guión (de hecho, tanto con ella como conMarc, la sucia rata, se hicieron sendas películas), es trepidante, más por lo que se dice que por lo que se hace. Todo es diálogo o diario y el diario, se sabe, funciona también como un conversación íntima aunque unilateral entre Bombón y el lector, a quien confiesa los padeceres interiores y exteriores que le produce la relación con ese adolescente que parece amar. Y bien llevado. Un oficio que seguramente Sbarra habrá aprendido o perfeccionado en sus muchos años como guionista de televisión.
Con la historia y sus criaturas sería muy fácil caer en el mani-queísmo, aquel de las viejas películas de Hollywood, donde los personajes en blanco y negro eran eso: blancos o negros, buenos o malos, víctimas y victimarios. Sin embargo, las mujeres y hombres de Plástico… son bastante más complejos, aunque a priori no lo parezcan. Ni buenos ni malos, ni víctimas ni victimarios; más bien condenados por el mundo y la sociedad que les ha tocado vivir y donde fatalmente morirán, asesinados por marginales más violentos que ellos, por algún psicópata, por sobredosis o por HIV.

No obstante, se hacen querer… Si no lo pretendió así, la corta novela de Sbarra (no por la cantidad de páginas sino porque se lee de un tirón) igualmente no deja de ser un melodrama shakespeareano: hay un Romeo y una Julieta, dos mundos completamente diferentes y opuestos que se cruzan en Axel y Linda Morris (nombre y apellido de la «heroina» que, por cierto y a la distancia, aparecen como una concesión excesiva a las características del personaje).

De hecho, el autor tampoco escapa a las facilidades del maniqueísmo. Como se dijo, el nombre y apellido de la «heroina». Pero también la madre de Linda es un ejemplo: la arquetípica esposa burguesa que sobrevive entre el peluquero y el analista, entre el alcohol y las drogas legales; y el padre, un típico burgués obsesionado por el dinero; e incluso Axel, que pasa de ser un humilde e ignorante provinciano recién llegado a la Capital, a transformarse en un voraz depredador sexual adolescente a quien nada ni nadie le importa, sino cuando ya parece tarde, cuando ha perdido a su amada Linda.

Sin dudas, Bombón es quien concentra todas las contradicciones de los personajes y, por ende, de la propia novela. No sólo por su sexualidad… o justamente por ello: tal vez porque en él/ella emergen todas las contradicciones del propio autor y, por lo tanto, ha sabido expresarlas acabadamente en lo que podríamos llamar el «espíritu» de su diario de poeta y puta.

Si, como asegura en la entrevista con Symns (incluída en este volumen), con esta historia Sbarra trató de demostrar que «no existe el amor. Que el amor es cultural, que la vida es sexo», prueba con el relato que ambos asuntos son ciertos: no existe el amor sino como construcción cultural que se levanta desde el sexo –o la sexualidad–, y que nadie, por muy «marginal» que sea o quiera ser, puede escapar a la cultura que nos condiona; sólo opiniéndose a ella desde uno o alguna perspectiva política concreta. Desde su clase, desde su limitada perspectiva burguesa, Linda lo dice o lo sugiere: el trabajo, el matrimonio, incluso los relojes y el calendario, son para ella instituciones vitales que deben respetarse para poder sobrevivir.
Pero Axel no quiere oírla, tal vez porque eso tarda (no hay futuro, sostiene insistentemtne el personaje en un remedo punk tardío), el proceso es más lento y requiere cierta paciente impaciencia… Y él, que no quiere o no puede esperar, acaba sucumbiendo en el proceso.

Argentino, nacido el 12 o el 15 de julio (no hay datos precisos sobre la fecha) y fallecido en 23 de agosto de 1996 tras padecer HIV, José Sbarra supo también construir cierta ficción alrededor de su vida y particularmente de sus orígenes presuntamente cuasi marginales. Lo expresa puntualmente en la ya citada entrevista.
Lo cierto es que fue maestro normal, periodista y sobre todo guionista de televisión, donde su labor resultó tan «eficaz» –como él mismo reconoce– que le valió una carrera exitosa y numerosos reconocimientos y premios: el Santa Clara de Asís, el Cruz de Plata Isquiú, el Coca-Cola en las Artes y Ciencias, el Estrella de Mar.
Como periodista, trabajó y se destacó en publicaciones infantiles como Billiken (1979/1989), luego en Playboy y más tarde en Editorial Perfil, donde fue colaborador en la colección «Yo fui testigo».
Su ingreso a la TV fue clave y como guionista trabajó durante varios años: programa «Para crecer» (Canal 13, conducido por Canela); programa «El show de la vida» (ATC, conducido por Héc-tor Larrea); «El show de Carlos Perciavale» (Canal 11); «Hiperumor» y «Zapping» (Canal 9); «Superclan» (Canal 13); etc.
Además coordinó talleres literarios de la Subsecretaría de la Juventud de la Municipalidad de Buenos Aires y fue fundador y conductor del ciclo «Circo de poesía».

Publicó varios libros infantiles y juveniles: Cielito; Miedo, yo?; No enciendas la luz; Andy, el paseador de perros; El beso del vampiro; Socorro, nadie me quiere (primer libro de autoayuda infantil). Luego llegaron Obsesión de vivir; Marc, la sucia rata, y Plástico cruel, manteniéndose inéditos Los pterodáctilos; El libro del desamor, y Bang-bang.



“Que la mujer que ames esté en su habitación con otro hombre. Que la ames. Y que ella esté haciendo el amor con otro hombre mientras vos estás en la habitación de al lado. Que llenes el espacio de música para tapar voces y sonidos que luego no podrías nunca olvidar.

Que alguien golpee a tu puerta. Que al abrir la veas a ella envuelta en una toalla. Que te sonría. Que te diga si podés ir a comprar cigarrillos, para ella y para su amante. Que la mujer que ames haya ido hasta tu cuarto a pedirte que, ya que estás vestido, compres cigarrillos para ellos.

Y que vayas, que la quieras tanto.

Que llueva. Que corras por la calle hasta el quiosco a comprarles cigarrillos. Y que llueva mucho.

Que regreses empapado con los cigarrillos. Que la llames. Que golpees a la puerta de su habitación. Que tengas que repetir su nombre. Que escuches los sonidos de algo imprevistamente recomenzado. Que escuches jadeos de placer. Que vuelvas a tu cuarto. Que pasen los minutos como siglos. Que ella, la mujer que ames envuelta en su toalla, llame nuevamente a tu puerta. Que abras y te encuentres otra vez con su sonrisa. Que tengas que sonreír. Que debas imponerle otra sonrisa a tu confusión. Que le des los cigarrillos y que ella te agradezca por haber ido con esa lluvia. Que te pregunte cómo estás. Y que le respondas que estás bien. Y que no sea cierto. Que la ames tanto. Que te suceda algo así... para que me entiendas.”

José Sbarra













Las verdaderas putas

Creación Jan Saudek





Cuerpo

Pasado y futuro no existen.
Ahora tú eres una perra.
Y sólo hay tiempo para el presente
si late en tu vulva.


(Del libro a unha muller descoñecida, 1997)
Claudio Rodrigues Fer













Las verdaderas putas
no llevan exceso de rímel,
ni falso tacón,
ni medio gramo en el bolsillo.

Las verdaderas putas
mantienen siempre el equilibrio,
con una razón sin dudas
y una respuesta complaciente.

Las verdaderas putas
venden su cuerpo a los rayos uvas,
al oro alto,
al perfume exacto.

Las verdaderas putas
siempre hablan bajo,
nunca se tiran un pedo,
jamás dicen un taco.


Las verdaderas putas
no saben fingir orgasmos,
se ríen antes del hombre
para no dejarle en alto.

Las verdaderas putas
arrugan el ceño,
cambian de acera,
miran de reojo
si un joven greñudo se acerca.

Las verdaderas putas
critican al vecino de fiesta
¡son drogadictos!,
mientras sus hijos
machacan a golpes a quienes se encuentran.




Las verdaderas putas
llevan en el bolso paraguas,
no pasean solas,
no piden cigarros,
siempre van en taxi,
al cine acompañadas y
al salir, otro taxi
no vaya a ser que un día
un hombre se acerque
y pregunte:
Y tú ¿cuánto vales?.


...Las otras, sencillamente alquilan su cuerpo a la soledad......




Isaac Cuende








Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la causa de lo mismo que culpáis... O cuál es más de culpar, aunque cualquiera mal haga: la que peca por la paga o el que paga por pecar...













Desengaños de las mujeres


“Puto es el hombre que de putas fía,
y puto el que sus gustos apetece,
puto es el estipendio que se ofrece
en pago de su puta compañía.
Puto es el gusto y puta la alegría
que el rato puteril nos encarece;
y yo diré que es puto a quien parece
que no sois puta vos, señora mía.
Más llámenme a mí puto enamorado,
si al cabo para puta no os dejare;
y como puto muera yo quemado,
si de otras tales putas me pagare;
porque las putas graves son costosas,
y las putillas viles, afrentosas”.



Francisco de Quevedo














Francesca



Saliste de la noche
Con flores en las manos.
Vas a salir ahora del tumulto del mundo,
De la babel de lenguas que te nombra.

Yo que te vi rodeada de hechos primordiales,
Monté en cólera cuando te mencionaron
En oscuros callejones.
¡Cómo me gustaría que una ola fresca cubriera mi mente
Que el mundo se trocara en hoja seca,
O en un vilano al viento,
Para que yo pudiera encontrarte de nuevo
Sola!



Ezra Pound











Jukebox XII & Ópera
























Jesús en el hogar de Simón el fariseo


.


7:36 Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiese con él. Y habiendo entrado en 
casa
 del fariseo, se sentó a la mesa.

7:37 Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber que Jesús estaba
 a la 
mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con perfume;

7:38 y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus 
pies,
 y los enjugaba con sus cabellos; y besaba sus pies, y los ungía con el perfume.

7:39 Cuando vio esto el fariseo que le había convidado, dijo para sí: Este, si fuera 
profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.

7:40 Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte.
 Y él le dijo: Di, Maestro.

7:41 Un acreedor tenía dos deudores: el uno le debía quinientos denarios,
 y el otro cincuenta;

7:42 y no teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de 
ellos le amará más?

7:43 Respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquel a quien perdonó más. 
Y él le dijo: Rectamente has juzgado.

7:44 Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa,
 y no me diste agua para mis pies; mas ésta ha regado mis pies con 
lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.

7:45 No me diste beso; mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar 
mis pies.

7:46 No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta ha ungido con perfume 
mis pies.

7:47 Por lo cual te digo que sus muchos pecados le son perdonados, porque amó
 mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama.

7:48 Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.





  • Fotografía: Eric Kroll