Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.

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miércoles, 8 de mayo de 2013

La mota de polvo, acuosa. Grumos entre el pulgar y el anular.



Fotografía: Vasile Barbu



A estas alturas la capacidad de sorpresa a algunos nos tiene seriamente preocupados o perjudicados, al gusto. Al dente. Crujiente.

Unos porque creen que todo es demasiado previsible. Otros, que se han jartado de vivir la mala vida apenas valoran lo que tienen, suelen ser aquellos que tuvieron a la altura de la palma el perfecto orden, y sólo les queda el puño cerrado a cal y canto. Es decir, el dedo corazón en perpetuo cabestrillo. 

Algunos se emperran en encontrar el santo grial, cuando permanentemente ese dorado les pone el monóculo y no ven más allá de un palmo de sus narices. Me incluyo, soy un culo inquieto con trescientos pasaportes a ningún lugar y un adn de lo más travieso.... aunque últimamente me amodorro y me extasio. La edad de cobre que se funde por bulerías y burlerías. Joputa, me llamo; joputa, me ensaño. Joputa, maldita la gracia.

Para la inmensa mayoría, una mota de polvo no deja de ser eso: una santería sin corbata y con las carnes bien abiertas aguardando la rendición de cualquier parte de nuestro cuerpo.... incluido el cerebro (ajá, ese fruto que el árbol de la vida se atreve a madurar a medida que el tiempo falta....vaya jugarreta......), un arrebato con mucho de quinta marcha y nada de sexta esencia, en caída libre, un palosanto dilapidado. La mota de polvo, la maldita mota de polvo, es eso... la perfecta huida hacia delante pretendiendo distraer a toda nuestra vida de ahora mismito y condensarla en el momento más oscuro antes del amanecer, en una corrida sin puyas, en unas arenas mojadas de artes plásticas donde los dedos son acuarelas y los gozos....sombras. Donde la querencia no acaba en barreras, sino entre las ingles del turno que rueda y rueda cuando al caprichoso impulso se le encoge la diestra. Recrear un encuentro furtivo con el salto del espantapájaros y el fumador de hierba....buena.

Parece mentira, que a algunos todavía nos quede una libra de sorpresiva bondad. Pero ahí vamos, caminando por ese alambre ardiente donde una loca noche de verano se nos llena la boca de voluptuosidad, de inocencia, de algo nuevo...diferente....tremendamente equidistante con las pajas que recrean del nido del cuco el invierno de nuestra propia sombra. ¿Y el vuelo...?

Satén, canela, rayos y truenos. Vaselina, el traje más elegante de su humildad, el tercer perfume y así cerca de dos primaveras, la gravedad desubicada del rollo de papel de aluminio de celofán.... mientras arda Troya, que se joda el infierno....que el higiénico se diluye en las aguas traidas. Qué por venir nada, pero nada llega cuando lo silbas.

Y aún, me duele.




Fotografía: Saad Salem




Me duele, pero me gustó, me gusta, me gustará de mala manera. De mala madre.

Me duelen los huesos del estómago.

La quijada.

Me duelen los huevos pasados al grillete del marfil.

Me pesan las mariposas de sus lóbulos draconianos.

Los rizos oxigenados de su aroma diesel.

Me perturba, inquieta y malfolla su mirada....terriblemente pícara, desmedidamente dulce; provocadora que se acerca, mientras su corazón huye a regiones huérfanas de recuerdos.

Me siguen mareando los vértices de sus codos en posición fetal, mientras te abre la pomada de la perfidia.

Y cada momentum se adorna en un suspiro que se descojona del reflejo..... es tan bella por los adentros, que su bestia hermosa claudica a la bondad de sus palmas....su rebeldía, su fanática humildad.

Es tan casi perfecta, que me desquicia. E intentas poner al código de barras un muro de mil metros sotovocce para que el cielo se construya en las guarrerías del pedestal.

...no deja de fascinarme, su ritmo trotón...su piel nuclear, como ese vaso de leche recién tomada de las manzanas de la tierra madre.

Sobrevuela sobre el nido del cuco, porque no te hará la guerra encubierta, dará la pizca de paz......y mucha. Toda. Serenará y te follará con la sumisión de la ama que sabe que tras cuatro décadas en este mundo y con un porvenir a cuestas, esto de la salsa putanesca se macera a fuego lentito, y te comerá a cachitos mientras te ries y preguntas que hace una mota de polvo como tú en un mundo como éste....y si te lo quiere contar dejarás de reir y la abrazarás y el perfume, ese maldito perfume de buena mota se deslizará por las yemas de tu pestañeo, como la lágrima se enreda al precipicio.


Y te dolerá con todo el gusto del mundo, porque esa mota de polvo acuosa construye lo que los grumos entre el pulgar y el anular circuncisan.



En ese punto la capacidad de sorpresa, el respeto y la gran sonrisa invisible cosquillean al meñique y le dan sentido al lazo. La forma, es nuestra. El fondo, indivisible. Un honor encontrar en tu mota de polvo, el molde de un nuevo mundo. Un honor, y el orgullo.



Parece mentira, pero poquet a poquet los grumos, las zurrapas, el poso y el fermentar dan un inusitado brillo al azuluz. Feliz, no es la palabra. Feliz, es el día a día. El noche tras noche. Me dijeron un trece, pero es el uno. 


Maldita la gracia, he de cambiar la "llegada" de nacimiento.








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