X
¿No habrá nunca nadie que desee beber nuestras lágrimas?
XI
¿Cuál fue el error que no nos perdonaron?
¿Qué podremos corregir ignorando la causa de nuestra condena?
¿Qué será de los que nos negamos a tapar con música y colores la mugre de nuestras existencias,
de los que elegimos la verdad desvelada
aunque nuestros ojos no la resistieran, de los que no quisimos ponerle azúcar a la muerte
porque preferimos que las ideas que no se pudiesen tragar fueran intangibles? uefran intragables?
¿Fue una insensatez no colocarle guirnaldas al fracaso, no levantar la fachada de la alegría pese a todo?
¿Qué podremos corregir ignorando la causa de nuestra condena?
¿Qué será de los que nos negamos a tapar con música y colores la mugre de nuestras existencias,
de los que elegimos la verdad desvelada
aunque nuestros ojos no la resistieran, de los que no quisimos ponerle azúcar a la muerte
porque preferimos que las ideas que no se pudiesen tragar fueran intangibles? uefran intragables?
¿Fue una insensatez no colocarle guirnaldas al fracaso, no levantar la fachada de la alegría pese a todo?
XII
¿No llegará nunca un tiempo en el que nadie deba avergonzarse de sus limitaciones irremediables?
¿No se realizará en nosotros el milagro de “La Bella y la Bestia”?
¿Ningún ángel maravilloso nos dará ese beso que destruya el hechizo que nos condena?
¿No se realizará en nosotros el milagro de “La Bella y la Bestia”?
¿Ningún ángel maravilloso nos dará ese beso que destruya el hechizo que nos condena?
XIII
Sucedieron varias historias pero…
¿Para qué contarlas?
No importa lo acontecido sino las huellas que dejó su paso.
Basta con observar las marcas para develar todas las historias.
Y quizás todos llevemos una cicatriz que ocultamos porque nos avergüenza.
Esa cicatriz es el único documento de identidad legítimo.
Es el que revela quiénes somos.
Nosotros no podemos esconderlo, es más, necesitamos mostrarlo y que se nos ame igual.
Nos resulta insostenible ocultar nuestras faltas, nuestra imperfección, nuestra marca.nuestra imperfección, nuestra marca.
¿Para qué contarlas?
No importa lo acontecido sino las huellas que dejó su paso.
Basta con observar las marcas para develar todas las historias.
Y quizás todos llevemos una cicatriz que ocultamos porque nos avergüenza.
Esa cicatriz es el único documento de identidad legítimo.
Es el que revela quiénes somos.
Nosotros no podemos esconderlo, es más, necesitamos mostrarlo y que se nos ame igual.
Nos resulta insostenible ocultar nuestras faltas, nuestra imperfección, nuestra marca.nuestra imperfección, nuestra marca.
XIV
La vida nos fue hundiendo en pozos diferentes, ninguno de nosotros palpó la serenidad. Los dos a oscuras; en ciénagas, drogas, abismos, rutinas;
pero los dos con vendas en los ojos, con el
alma amortajada y con la implacable corrosión que provocan las lágrimas que caen hacia adentro.
Los dos identificados por la misma clave: el fracaso.
El fracaso en el amor, el fracaso en el arte, el fracaso en la sociedad, el fracaso en el intento de vivir sin engaños.
Los dos lastimados por las púas de la indiferencia de los seres agraciados,
de los inteligentes para el dinero,
de los adaptados,
de los que jamás se cuestionarán algo que de antemano palpitan que quizás no tenga respuesta,
de los felices cobardes que alimentan con embustes sus tranquilas_ conciencias.
Los dos viviendo.
Es el paradójico desenlace de nuestra tragedia: seguir con vida cuando se agotaron las esperas.
Los dos sentados en las gradas del circo cuando terminó la función y con ella, naturalmente,
también la magia.
Y los dos estamos solos.
Flotando como corchos en el océano nos miramos el uno al otro, pero no podemos ayudarnos.
Los dos poseemos lo mismo: promesas incumplidas,
ausencias inaguantables, anhelos no concretados
y una antigua e inmensa acumulación de soledad.
Y los dos necesitamos exactamente lo contrario.
Por eso al cruzarnos en este absurdo derrotero, flotando como corchos, sólo atinamos al sarcasmo,
esa terrible arma de doble filo que acaba por herir más profundamente
al que la empuña que al que recibe la estocada.
Los dos sangrando por algún costado, la diferencia es despreciable.
Y a la larga, la tristeza nos domina con la dañina voracidad de un cáncer a los dos por igual.
Los dos altruistas y capaces de la mayor bajeza al mismo tiempo.
Los dos juntos, pero separados por esa ineludible condición de dolor.
Los dos con nuestra sensibilidad golpeada contra las paredes de la vida cotidiana.
Los dos predestinados al error, a equivocar siempre el camino y a encontrar lo ansiado a destiempo.
Los dos incapaces de construir una torre que nos salve.
Los dos obligados a representar una farsa sin autor.
Los dos, en definitiva, sin saber por qué.
ausencias inaguantables, anhelos no concretados
y una antigua e inmensa acumulación de soledad.
Y los dos necesitamos exactamente lo contrario.
Por eso al cruzarnos en este absurdo derrotero, flotando como corchos, sólo atinamos al sarcasmo,
esa terrible arma de doble filo que acaba por herir más profundamente
al que la empuña que al que recibe la estocada.
Los dos sangrando por algún costado, la diferencia es despreciable.
Y a la larga, la tristeza nos domina con la dañina voracidad de un cáncer a los dos por igual.
Los dos altruistas y capaces de la mayor bajeza al mismo tiempo.
Los dos juntos, pero separados por esa ineludible condición de dolor.
Los dos con nuestra sensibilidad golpeada contra las paredes de la vida cotidiana.
Los dos predestinados al error, a equivocar siempre el camino y a encontrar lo ansiado a destiempo.
Los dos incapaces de construir una torre que nos salve.
Los dos obligados a representar una farsa sin autor.
Los dos, en definitiva, sin saber por qué.
XV
¿No recibiremos nunca algo por lo que dar las gracias?
¿No llegará nunca el día de la recompensa a los que tanto sufrimos?
¿Todo fue un cuento?. . .
Entonces es verdad que fuimos engañados, ese día no existe, no hay revancha
y esta agonía no tiene fin.
¿Por qué creímos alguna vez?
¿Por qué pactamos con un Dios de omnisciencia y de omnipotencia dudosas?
¿Era tan grande nuestra desesperación cuando caímos a la tierra?
¿Era tan inconmensurable nuestro miedo que tuvimos que inventar una falsa esperanza?
¿No hubiera sido mejor enfrentar la desolación a tiempo?
¿Tan desvalidos estábamos en los comienzos
que tuvimos que aferrarnos a mentiras tan graves
como el amor, la fe y la recompensa?
¿Y ahora qué empecinada nostalgia nos impide desterrararlas enérgicamente?
XVI
No, naturalmente, no nos une el amor
¿No llegará nunca el día de la recompensa a los que tanto sufrimos?
¿Todo fue un cuento?. . .
Entonces es verdad que fuimos engañados, ese día no existe, no hay revancha
y esta agonía no tiene fin.
¿Por qué creímos alguna vez?
¿Por qué pactamos con un Dios de omnisciencia y de omnipotencia dudosas?
¿Era tan grande nuestra desesperación cuando caímos a la tierra?
¿Era tan inconmensurable nuestro miedo que tuvimos que inventar una falsa esperanza?
¿No hubiera sido mejor enfrentar la desolación a tiempo?
¿Tan desvalidos estábamos en los comienzos
que tuvimos que aferrarnos a mentiras tan graves
como el amor, la fe y la recompensa?
¿Y ahora qué empecinada nostalgia nos impide desterrararlas enérgicamente?
XVI
No, naturalmente, no nos une el amor
sobrevivimos sin amarnos
¿Cómo podríamos amarnos?
Nadie ama a un desdichado salvo que se trate de un hermoso príncipe de cuentos
y su desdicha sea solo aburrimiento o hartazgo.sea sólo aburrimiento o hartazgo.
¿Cómo podríamos amarnos?
Nadie ama a un desdichado salvo que se trate de un hermoso príncipe de cuentos
y su desdicha sea solo aburrimiento o hartazgo.sea sólo aburrimiento o hartazgo.
Nos cansa pronto escuchar un gemido y más aún cuando no proviene de un bello infante.
Abandona en una cesta a orillas de un lago de garzas y flamencos.
No, los desdichados estamos confinados a sobrevivir en la soledad
masticando nuestra humillación como un veneno que nunca nos mata.
No, naturalmente, no nos une el amor en todo caso, lo que nos une es un idéntico
resentimiento una misma rebelión, una rebelión tan desmesurada que acaba por volverse estéril.
No es una rebelión genuinamente política ni religiosa, es la rebelión de nuestro origen
contra sí mismo de nuestra sangre contra sí misma, de nuestra nada contra la nada
o de nuestro cielo contra el cielo de los otros.
Es la rebelión de los que sufrimos porque deseamos algo que no existe.
No, los desdichados estamos confinados a sobrevivir en la soledad
masticando nuestra humillación como un veneno que nunca nos mata.
No, naturalmente, no nos une el amor en todo caso, lo que nos une es un idéntico
resentimiento una misma rebelión, una rebelión tan desmesurada que acaba por volverse estéril.
No es una rebelión genuinamente política ni religiosa, es la rebelión de nuestro origen
contra sí mismo de nuestra sangre contra sí misma, de nuestra nada contra la nada
o de nuestro cielo contra el cielo de los otros.
Es la rebelión de los que sufrimos porque deseamos algo que no existe.
No, naturalmente, no nos une el amor
nos une el magnetismo de esta casa;
nos une este laboratorio del dolor; nos une este cuarto que nos aísla del insulto,
del bostezo indiferente de la calle, de las lluvias heladas del invierno,
del sol ardiente del verano;
nos une este lugar en el que somos contenidos y este tiempo que nos mide.
No, naturalmente, no nos une el amor
nos une la misma búsqueda (o la misma fuga).
Nos unen, en definitiva, los mismos interrogantes, las mismas ignorancias
y el mismo deseo (una bruta ansiedad) por conocer al menos el por qué de nuestro sufrimiento.
No, naturalmente, no nos une el amor
nos une, en el mejor de los casos, el terror a la soledad completa, la incapacidad de amar a otro ser
sin sentirnos inferiores y humillados.
Nos une la incredulidad de que alguien diferente pueda amamos.
No nos une el amor,
nos une la vergüenza.
Nos une el pudor de saber tan íntimamente cómo es el otro y de no saber con la misma nitidez quién es el otro.
Nos une un raro temor, algo así como una envidia anticipada por si uno de los dos ingresa al mundo de los seres dichosos.
Nos unen todas las bajezas visibles y las previsibles.
Nos une el fracaso como un pacto de niños, firmado con sangre y alfileres.
No, naturalmente, no nos une el amor
nos une este lamento que lanzamos como una flor y un insulto
como un reproche y una súplica a todos y a nadie.
Nos une este lamento porque el hecho mismo de haber podido construirlo se asemeja a la esperanza.
Pero no nos engañemos,
al final de cuentas,
lo que nos une no es el puente sino el abismo.
José Sbarra. Obsesión por vivir, 1975
Tremendo. Hacia mucho tiempo no leía algo tan real en un blog. Tan cierto que te despierta de golpe. Gracias por esta maravilla de entrada. Carlos, Sevilla
ResponderEliminarJosé Sbarra, dixit. Un genio de lo más hondo. A ti
EliminarNos une el imán y nos imanta la unión. A tod@s. Esa negación afirma la realidad de nuestra vida. Colores y música, un trazo repleto de color carne y música ancestral: me acabas de sacar las.... Besos en tu corazon
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=or78iiexGsk
EliminarEn tu alma, Laura. Cuídate mucho
Pero no nos engañemos,
ResponderEliminaral final de cuentas,
lo que nos une no es el puente sino el abismo.
Definitivo
Tan abisal que amortaja. Re-definitivo Alberto. Saludos
EliminarTaxidermista? O.... enterrador ? Je
EliminarAmazing ¡¡¡¡
ResponderEliminarGracias Ray
Eliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=kd4QMN_lErc
ResponderEliminarMmmmuakssss
Se que te gustará, cuidate bicho
¿Qué opinas...?
Eliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=xSi_FE52TAY
Besos Aida
Magnífico, Icaro, magnífico. Te felicito por el blog una maravillosa casualidad, un vergel
ResponderEliminarGracias Henry, las casualidades no existen, nacen y se esfuman.... Un guiño desde el Oasis.
EliminarAlguien que dice lo que dice, no lo dice por decir. Lo ha vivido. QUién vive así, vive dos veces. Genuino. Un placer Icaro
ResponderEliminarAunque sólo nacemos dos veces. Ni una menos, ni una más.
EliminarLa Couvertoirade. Souhaitable. Ici.
ResponderEliminar27, Isabelle, dans 27. Ici, oui.
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