Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.

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martes, 12 de junio de 2012

Por favor, un gin tonic azul


Fotografía: Ben Benowski




Yo, bebedor de aire,
en tu beso reconozco la tierra.

Tan distinta la piel,
en los dos vientres de tu beso,
un lenguaje con espacios blancos de lentitud y noche,
un ritual de costumbres muy ajenas
que marca en la muñeca el reloj de luna...
la diferencia horaria de nuestra intimidad.

El azul va por delante en la piel de tu beso.
Cuando yo abro los ojos, tú me los cierras.
Cuando tú abres los míos, yo me deslumbro.

No sé si he sido náufrago allí,
en la ínsula de tus lluvias pendiente de mis labios.
No sé si fuiste la náufraga aquí,
en las ruinas de mi boca perdida por tu nuca
y rota por los jirones que hasta el uno eran historia.

Pero cruzo este océano
si mi destino negro
es el blanco imprevisto, curioso y letal de tu amor,
y si mi soledad, como un perro callejero,
se viene con mi luna de raza, de malamadre.

Es una rabia lagarta
la que cierra los labios y las puertas
a los recién llegados.

Sórdida gente triste,
gente esquiva que nunca ha salido de sí.
No recorren el aire, ni la tierra.
No se pierden.
No han sentido en su tez la luz de una pureza
que nos salva y renace del dulce cuchillo de lo nuestro,
no conocen los labios de otra lengua,
no aman lo que se esconde
entre la saliva de lo invisible y la pasión
de nacerse a cada ingle.

No aprenden a besar.

Yo bebí de tu tierra y me bebiste el aire sucio de antaño,
ahora cuando el aire se pone en pie de guerra,
me quedan los ojos que por inventar acallan palabras muertas.


Yo, que bebo de tu aire.
Nazco y me reconzco.

Me enseñaste a besar, sin rozar.

Por favor, un gin tonic azul antes que el aire me sorbe.
Antes que tu tierra sea mi sangre.


















A la niña de mis ojos, tactma.

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