Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.

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lunes, 17 de diciembre de 2012

Plástico cruel




Comparación odiosa: si Bret Easton Ellis pintó como ningún otro esa obsesión destructiva de los 80s entre los círculos más concentrados del poder especulativo, José Sbarra pintó sus consecuencias destructivas y autodestructivas, durante los 80s, en urbes periféricas como Buenos Aires. O al menos lo intentó, porque en muchos sentidos él mismo fue un resultado de esa época y de las que le precedieron.

Plástico cruel, casi un guión (de hecho, tanto con ella como conMarc, la sucia rata, se hicieron sendas películas), es trepidante, más por lo que se dice que por lo que se hace. Todo es diálogo o diario y el diario, se sabe, funciona también como un conversación íntima aunque unilateral entre Bombón y el lector, a quien confiesa los padeceres interiores y exteriores que le produce la relación con ese adolescente que parece amar. Y bien llevado. Un oficio que seguramente Sbarra habrá aprendido o perfeccionado en sus muchos años como guionista de televisión.
Con la historia y sus criaturas sería muy fácil caer en el mani-queísmo, aquel de las viejas películas de Hollywood, donde los personajes en blanco y negro eran eso: blancos o negros, buenos o malos, víctimas y victimarios. Sin embargo, las mujeres y hombres de Plástico… son bastante más complejos, aunque a priori no lo parezcan. Ni buenos ni malos, ni víctimas ni victimarios; más bien condenados por el mundo y la sociedad que les ha tocado vivir y donde fatalmente morirán, asesinados por marginales más violentos que ellos, por algún psicópata, por sobredosis o por HIV.

No obstante, se hacen querer… Si no lo pretendió así, la corta novela de Sbarra (no por la cantidad de páginas sino porque se lee de un tirón) igualmente no deja de ser un melodrama shakespeareano: hay un Romeo y una Julieta, dos mundos completamente diferentes y opuestos que se cruzan en Axel y Linda Morris (nombre y apellido de la «heroina» que, por cierto y a la distancia, aparecen como una concesión excesiva a las características del personaje).

De hecho, el autor tampoco escapa a las facilidades del maniqueísmo. Como se dijo, el nombre y apellido de la «heroina». Pero también la madre de Linda es un ejemplo: la arquetípica esposa burguesa que sobrevive entre el peluquero y el analista, entre el alcohol y las drogas legales; y el padre, un típico burgués obsesionado por el dinero; e incluso Axel, que pasa de ser un humilde e ignorante provinciano recién llegado a la Capital, a transformarse en un voraz depredador sexual adolescente a quien nada ni nadie le importa, sino cuando ya parece tarde, cuando ha perdido a su amada Linda.

Sin dudas, Bombón es quien concentra todas las contradicciones de los personajes y, por ende, de la propia novela. No sólo por su sexualidad… o justamente por ello: tal vez porque en él/ella emergen todas las contradicciones del propio autor y, por lo tanto, ha sabido expresarlas acabadamente en lo que podríamos llamar el «espíritu» de su diario de poeta y puta.

Si, como asegura en la entrevista con Symns (incluída en este volumen), con esta historia Sbarra trató de demostrar que «no existe el amor. Que el amor es cultural, que la vida es sexo», prueba con el relato que ambos asuntos son ciertos: no existe el amor sino como construcción cultural que se levanta desde el sexo –o la sexualidad–, y que nadie, por muy «marginal» que sea o quiera ser, puede escapar a la cultura que nos condiona; sólo opiniéndose a ella desde uno o alguna perspectiva política concreta. Desde su clase, desde su limitada perspectiva burguesa, Linda lo dice o lo sugiere: el trabajo, el matrimonio, incluso los relojes y el calendario, son para ella instituciones vitales que deben respetarse para poder sobrevivir.
Pero Axel no quiere oírla, tal vez porque eso tarda (no hay futuro, sostiene insistentemtne el personaje en un remedo punk tardío), el proceso es más lento y requiere cierta paciente impaciencia… Y él, que no quiere o no puede esperar, acaba sucumbiendo en el proceso.

Argentino, nacido el 12 o el 15 de julio (no hay datos precisos sobre la fecha) y fallecido en 23 de agosto de 1996 tras padecer HIV, José Sbarra supo también construir cierta ficción alrededor de su vida y particularmente de sus orígenes presuntamente cuasi marginales. Lo expresa puntualmente en la ya citada entrevista.
Lo cierto es que fue maestro normal, periodista y sobre todo guionista de televisión, donde su labor resultó tan «eficaz» –como él mismo reconoce– que le valió una carrera exitosa y numerosos reconocimientos y premios: el Santa Clara de Asís, el Cruz de Plata Isquiú, el Coca-Cola en las Artes y Ciencias, el Estrella de Mar.
Como periodista, trabajó y se destacó en publicaciones infantiles como Billiken (1979/1989), luego en Playboy y más tarde en Editorial Perfil, donde fue colaborador en la colección «Yo fui testigo».
Su ingreso a la TV fue clave y como guionista trabajó durante varios años: programa «Para crecer» (Canal 13, conducido por Canela); programa «El show de la vida» (ATC, conducido por Héc-tor Larrea); «El show de Carlos Perciavale» (Canal 11); «Hiperumor» y «Zapping» (Canal 9); «Superclan» (Canal 13); etc.
Además coordinó talleres literarios de la Subsecretaría de la Juventud de la Municipalidad de Buenos Aires y fue fundador y conductor del ciclo «Circo de poesía».

Publicó varios libros infantiles y juveniles: Cielito; Miedo, yo?; No enciendas la luz; Andy, el paseador de perros; El beso del vampiro; Socorro, nadie me quiere (primer libro de autoayuda infantil). Luego llegaron Obsesión de vivir; Marc, la sucia rata, y Plástico cruel, manteniéndose inéditos Los pterodáctilos; El libro del desamor, y Bang-bang.



“Que la mujer que ames esté en su habitación con otro hombre. Que la ames. Y que ella esté haciendo el amor con otro hombre mientras vos estás en la habitación de al lado. Que llenes el espacio de música para tapar voces y sonidos que luego no podrías nunca olvidar.

Que alguien golpee a tu puerta. Que al abrir la veas a ella envuelta en una toalla. Que te sonría. Que te diga si podés ir a comprar cigarrillos, para ella y para su amante. Que la mujer que ames haya ido hasta tu cuarto a pedirte que, ya que estás vestido, compres cigarrillos para ellos.

Y que vayas, que la quieras tanto.

Que llueva. Que corras por la calle hasta el quiosco a comprarles cigarrillos. Y que llueva mucho.

Que regreses empapado con los cigarrillos. Que la llames. Que golpees a la puerta de su habitación. Que tengas que repetir su nombre. Que escuches los sonidos de algo imprevistamente recomenzado. Que escuches jadeos de placer. Que vuelvas a tu cuarto. Que pasen los minutos como siglos. Que ella, la mujer que ames envuelta en su toalla, llame nuevamente a tu puerta. Que abras y te encuentres otra vez con su sonrisa. Que tengas que sonreír. Que debas imponerle otra sonrisa a tu confusión. Que le des los cigarrillos y que ella te agradezca por haber ido con esa lluvia. Que te pregunte cómo estás. Y que le respondas que estás bien. Y que no sea cierto. Que la ames tanto. Que te suceda algo así... para que me entiendas.”

José Sbarra













1 comentario:

  1. Pues, tengo que decirte, amigo Ícaro,

    Tengo que decirte que no lo he leído. Pero, después de leer tu entrada y de saber que nació entre el 12 o 15 de julio –yo el 12-, va a ser que voy a intentar hacerme con un volumen… De hecho, creo que ya lo he encontrado para bajarlo en PDF. Gracias, por la recomendación. Saludos y Felices, Ann@

    PD. Os invito a que leas mi cuento navideño. ¡Felices Fiestas! Gracias

    http://annagenoves2012.blogspot.com.es/2012/12/bloody-christmas.html

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