Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.

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domingo, 6 de mayo de 2012

Payasos en la lavadora



Fotografía:  Maciek Duczynski





“Creo que tengo que definir ascopena, un concepto fundamental para comprender la realidad. Yo creo que hay cosas y personas, y programas de televisión, que dan ascopena.

Ascopena es asco, repugnancia mezclada con pena, compasión, con la tristeza de saber que eso que tienes delante existe y que tú no puedes hacer nada por remediarlo, o no te apetece hacer nada por remediarlo. Algunos sienten miedo y asco. Yo siento asco y pena.

Lo peor de los malos sentimientos es que son mucho más reales que los buenos. El amor es algo confuso, inaprensible. Durante siglos, escritores, poetas, incluso filósofos de gran talla intelectual, han intentado definirlo con un éxito bastante relativo. Por el contrario, el odio es algo tan claro que no es necesario explicarlo, se presenta en nuestra mente sin dificultad.

A mí me da asco el fútbol. Odio el sonido y el color del fútbol. Esa tonadilla odiosa del comentarista, ese ronroneo absurdo de nombres, el tono de voz que va ascendiendo paulatinamente conforme se acercan los jugadores a la portería, el grito final, tan estúpido y molesto… Notar, a través de las ventanas, que toda la ciudad grita junto al televisor, como si se tratase de un ritual primigenio incomprensible… Odio el color de la pantalla, toda verde, con unos puntitos de colores moviéndose de un lado para otro. Odio entrar en un bar y ver que está lleno a rebosar y que todos están mirando absortos un punto fijo en el techo, y descubrir el horroroso partido… Odio los puros, el Magno, odio esos viejos de narices llenas de venas y dedos amarillos.

Pero ascopena es otra cosa. Es mucho más sutil, un sentimiento más pegajoso y terrible. El odio es ganas de exterminar, de arrasar, de aniquilar algo que no debería existir. El sujeto se separa del objeto odiado de una manera radical. Pero al sentir ascopena nos vemos implicados con el objeto, como si nuestro sentimiento, al alcanzar lo otro –lo absolutamente otro- chocase con él y nos salpicase, manchándonos de horror.

Investiga, lector, en lo más oscuro de tu interior. Analiza tu alma, esa muda limpia que te dio tu madre y que tú, de tanto usarla, has llenado de lamparones. Piensa en lo que te da miedo, en lo que te quita el sueño. Nunca se trata de algo ajeno; normalmente te acobarda lo que, fuera de ti mismo, te pertenece. No hay nada peor que verse desde fuera, descubrirse en los demás, ver tu mierda proyectada en otros. El enemigo real es ese tipo que se parece a ti, que peca de tus mismos errores, distorsionados por la distancia, aumentados grotescamente como en un espejo de feria. Por eso le odias, porque en lo más hondo de tu ropa interior la mancha crece de igual manera. ¿Cómo se atreve a exhibir descaradamente eso que tú ocultas avergonzado desde hace años?

Payasos en la lavadora. Álex de la Iglesia




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