Ella baja flotando, sus palabras flotan hacia arriba, se cruzan con ella por el camino y llegan hasta mi amortiguadas por el eco.
Ella grita: ¡Penétrame mientras me quedo dormida, penétrame.....!
Con una maniobra parecida de dedo y pulgar me estiro, toco la solapa y después la mía, el tacto familiar de cada tejido, el calor corporal que transmite...., el dulce olor de cerezas maduras, la melancolía de los aviones de pasajeros que esperan su turno para tomar tierra; esto es el trabajo, somos imposibles de aquellos a quien tememos.
¿Dormida y tan húmeda.....? La sinestesia del ancestral vaivén, el agua salada y los almacenes de especias, un auge de la marea más allá de la cual los contornos se igualan y ruedan y se zambullean contra el horizonte como un árbol gigante que girase unido al cielo por goznes, por lengua de carne.
Beso y chupo donde chuparon sus hijas.
Atravesamos el bosque corriendo y cogidos de la mano hasta cruzar la falda, bordeando los campos de aulugas, con el gran valle debajo, las bondadosos y enormes nubes, el bosque como una cicatriz plana sobre el monótono verdor.
Retazos de uno de los siete cuentos, "Vaivén".
Entre las sábanas. Ian McEwan
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