Los cuatro puntos cardinales son tres: el Norte y el Sur.

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jueves, 12 de abril de 2012

P.J. Harvey: Deshidratación vaginal

“Dudamos, luego existimos. Debe ser el mayor chiste que resuena por el universo. No sé si el mejor, seguramente. Sabemos, o queremos suponer, que la ignota, anónima fuerza que nos puso en este planeta, esa sarcástica coincidencia cósmica que deberíamos maldecir a diario con todas nuestras fuerzas y ni así le agradeceríamos tamaña barrabasada, nos premió, es un decir, con la inteligencia, la capacidad de razonamiento. Algunos somos también conscientes de que lo hizo, la muy cabrona, en una medida que está por encima de la de otros primates, pero no lo bastante como para que sepamos, o queramos, arreglar el desbarajuste que nos rodea. En pocas palabras, nos dotó de sentido común, más para que sintiéramos la infinita insatisfacción del quiero y no puedo, que por hacernos un favor, una ofrenda. ¡Magnífico!

No satisfecha con esto, tan voluble casualidad de la naturaleza nos partió en dos. Hombre y mujer, ¡ahí queda eso! Polos opuestos que se complementan para que, desde la noche de los tiempos y hasta la eternidad, si no la fastidiamos antes, podamos perpetuarnos como especie y al tiempo perpetuar, nos agrade o no, tan inverosímil ocurrencia, tan inexplicable absurdo. Arrastrados genéticamente a relacionarnos con los demás especímenes humanos, a nivel social o íntimo, a menudo encontramos estas relaciones profundamente incómodas. No es pues extraño que vivamos agobiados por contradicciones: entre lo que nos dicta el corazón y lo que nos sugiere la mente, entre lo que ordena avasallador el instinto y lo que sopesa cuidadosamente la razón, siempre con la ominosa carga del ego propio y el inconsciente colectivo azuzando el fuego.

Aterrizamos en este inmundo decorado pasando por una experiencia traumática, nacer, y lo abandonamos con otro mal trago, palmarla. Entre ambos cataclismos, vivimos, que tal vez sea la experiencia más traumática de todas, la del inexorable paso del tiempo, lento e imperturbable. Lo hacemos engañándonos como idiotas, almacenando un inútil cargamento (sensaciones, conocimientos, emociones, cosas materiales, algunos hasta dinero) que sólo sirve para distraernos momentáneamente, posponiendo indefinidamente cualquier tipo de conclusión existencial, imaginando que si lo ignoramos el final nunca llegará.

¿Qué nos queda entonces? La insatisfacción más abismal. Que, visto como está el patio, no es mala compañera. Ella nos empuja, insistentemente aguijoneada por la futilidad a echar ternura sobre los traumas, humor sobre el lado áspero de la vida. Es un excelente motor de expresión, con lo que esta tiene de descargo emocional, particularmente la de medios tan básicos en su forma, tan viscerales en su impacto, como el rock.”
Extraído de “P.J.Harvey: Deshidratación vaginal” artículo incluido en la recopilación Pulp Rock de Ignacio Julià.




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